Declaración de la comisión permanente sobre ataques a instituciones, a obispos y al Sumo Pontífice Desde hace unos años y en la actualidad con mayor insistencia, proliferan en nuestra comunidad escritos y publicaciones, firmados o escudados en innoble anonimato, en los que injustamente y sin caridad se ataca a instituciones y personas, alcanzando en algunos casos a quienes están constituidos en autoridad, incluyendo al Episcopado y aún al mismo Sumo Pontífice. Aunque todo ello pueda explicarse por la situación especial en que vivimos, sin embargo no se justifica en -el marco de las exigencias cristianas. Conviene recordar, por lo tanto, algunos principios de la palabra divina para deshacer el mal ocasionado y encarnar las normas que conforman la moralidad en la vida del hombre. Recordemos en primer lugar que se ha de respetar y amar al prójimo; él es nuestro hermano y es imagen de Dios. Por ello, en los mandamientos no sólo se prohibe la difamación, también se exige restituir la fama robada y lo sublime del cristianismo, se ordena amar a todo prójimo por amor a Dios. _,. Además existe una enseñanza concreta del Señor sobre el proceder cristiano ante el prójimo pecador; la llamada corrección fraterna, rechaza la murmuración, exige el diálogo con el mismo pecador, la presencia de testigos y en última instancia ordena recurrir a la autoridad religiosa de la Iglesia. Obrar de otro modo es obrar al margen de la palabra de Dios. La precipitada imprudencia, o la. deformación de la verdad -máxime en la mentira y en la calumnia-, o la injusta publicidad agravada por el uso del anonimato, o la falta de amor: no son medios que facilitan la conversión, ni la pacífica convivencia humana, sino que por el contrario aumentan el mal. Mal que afecta a toda la comunidad, porque crea un clima de desconfianza e inseguridad, y deteriora valores tan fundamentales como la unidad y fraternidad, humanas que siempre deben animar al pueblo de Dios. _ Tal camino no es el del Señor, que nunca mintió, que siempre respetó la fama ajena, que supo callar y que nos amó hasta la muerte de cruz. Ante esta realidad, la comisión permanente del Episcopado Argentino recuerda que la Iglesia no carece de medios para subsanar las deficiencias existentes y que todos han de colaborar en el buen régimen eclesial, presentando a quien y como corresponda los casos de grave irregularidad 187 y exhorta que todos luchen por la verdad, pero sin conculcar los mandamientos de Dios y observando los principios de la corrección evangélica. La fe no se defiende con la mentira; ni con la difamación y menos con la calumnia. Donde no hay justicia, todo se derrumba y donde no hay amor, nada puede edificarse. Cualquier otro camino no es cristiano y terminará por ser antisocial. Buenos Aires, 29 de marzo de 1973. 188 t ,: