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           En la L Asamblea Plenaria, la primera del año, el episcopado ha dado a conocer un documento que sintetiza su posición en torno a los problemas más relevantes del momento que afectan tanto a su desenvolvimiento institucional como cultural, social y económico. De ahí su título: Consolidar la patria en la libertad y la justicia. Doc. No. 2. Algunos de los aspectos allí señalados son retomados diez días después por los obispos del Equipo de Pastoral Social, que manifiestan preocupación por la situación económica, la justicia y la paz social. Por ello se pronuncian señalando determinados criterios morales e insistiendo en el diálogo amplio y permanente, el análisis objetivo y crítico, la armonía entre todos los sectores, la reconciliación.

 

 

 

             PREOCUPANTE DETERIORO DE LA JUSTICIA

Y LA PAZ

 

Comunicado de Equipo Episcopal de Pastoral Social

 

         “Coincidimos los Argentinos en reconocer la realidad delicada del País, junto con la voluntad generosa de compartir esfuerzos y sacrificios por el bien común.

 

         No sólo se consideran afectadas las instituciones restablecidas, sino también las situaciones personales propias de cada uno.

 

         Resulta indudable que la justicia y la paz, señalan síntomas de preocupantes deterioros. Las condiciones económicas tienden a agravarse.

 

         Con todo, el Episcopado Argentino acaba de ofrecer esperanzas; ha pedido superar el pesimismo y las discordias; pero también, por lo mismo, que el capital debe ser humanizado; ha proclamado el valor del trabajo, del salario y la misma dignidad de la vida humana.

 

         Cada problema debiera ser visto como un desafío a la capacidad de superarlo, por parte de toda la comunidad nacional.

 

         Necesitamos que la justicia y la paz caminen juntas, para asegurar la felicidad de la Nación, dentro de la anhelada solidaridad.

 

         Por lo mismo que las responsabilidades de quienes dependen ambas, muchas veces se comparten y se entrecruzan, es necesario el mutuo entendimiento y complementación.

 

         Tanto las acciones constructivas como las reivindicativas de la justicia social, necesitan del diálogo fluido y permanente.

 

         Ni el Estado puede rechazar a las Instituciones legítimamente representativas de los derechos sociales, ni tampoco éstas pueden prescindir de la misión del Estado.

 

         La armonía de ambos factores es necesaria para la paz social y para la misma democracia.

 

         Ambos deben ubicarse también por sobre posibles esquemas políticos partidarios o ideológicos. También deben evaluarse críticamente con la misma objetividad.

 

         Asimismo siempre debiera primar un análisis igualmente objetivo de las verdaderas realidades y posibilidades, para corresponderse tanto las del Estado, como las de la población.

 

         Junto con los sectores laborales, también deben ser oídos los empresariales y profesionales, como también los que provienen de la producción y del campo.

 

         También es fundamental asegurar en todo momento la estabilidad institucional.

 

         Cualquier exceso o interferencia, sería lamentable.

 

         Pero siempre habrá que aceptar una cierta inflexibilidad de posiciones, márgenes de posibles correcciones y disponibilidad a continuar o recomenzar los diálogos.

 

         La verdadera victoria hoy es la reconciliación, que asegure la paz y la justicia social.

 

         El País por lo mismo que necesita de la armonía de todos los sectores, pide prudencia en las actitudes, mesura en el lenguaje, grandeza para absorber las contradicciones, despolitización de métodos y fines, reflexión serena y generosa aceptación de los criterios constructivos, aún cuando no sean los propios.

 

 

Buenos Aires, 21 de mayo de 1985

 

 

Arz. Italo S. Di Stéfano

Presidente del Equipo Episcopal de

Pastoral Social

 

 

                          Miembros:             Mons. Rodolfo Bufano

                                                        Mons. Jorge Novak

                                                        Mons. Rubén Di Monte