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La visita pastoral del Santo Padre a la Argentina se ha prolongado a lo largo y a lo ancho del país durante siete días y en uno de los discursos pronunciados, diri­giéndose a los consagrados y agentes de pastoral ha proclamado: "Iglesia en la Argentina ¡Levántate!" Este apremiante llamado sirve de título al documento dado a conocer por el Episcopado como consecuencia de los trabajos de la LIV Asamblea Plenaria celebrada pocos días después de la partida del Papa. Los veinti­siete puntos son expresión de gozo, admiración y agradecimiento por esta visita pastoral y un resumen de la enseñanza del Papa en gestos y palabras, para repetir y asumir finalmente el comprometedor llama­do a una evangelización nueva en Argentina.

 

 

 

IGLESIA EN LA ARGENTINA ¡LEVANTATE!

 

1.      Llenos del gozo que nos trajo Juan Pablo II con su visita, sentimos la necesidad de expresar nuestra gratitud, de hacemos eco de la voz del Papa y de "convocar a toda la Iglesia para impulsar con renovado ardor la nueva evangelización", como dijéramos en nuestro último mensaje.

 

AGRADECIMIENTO

 

2.      "Toda dádiva viene de lo alto" (Stgo 1, 17). Por eso, bendito sea el Señor Jesucristo, en cuyo nombre vino el sucesor del apóstol San Pedro a confirmar nuestra fe. Hemos anticipado la alegría pascual al intuir la presencia viva del Resucitado en su vicario. "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos" (l Jn. 1, 1) ha sido una manifestación del Reino de Dios. Por eso, es justo y necesario dar gracias al Señor nuestro Dios.

3.      Frente a ustedes, queridos hermanos, queremos expresar también al Santo Padre mismo, nuestra admiración y agradecimiento. Durante su estadía se mezcló con la vida cotidiana de la gente y se constituyó en parte de nuestra historia grande y pequeña, de suerte que esos días estuvimos pendientes

de sus enseftanzas, como los discípulos de sus maestros. El, agotando el tiempo sin agotarse, ha suscitado lo mejor del corazón de nuestro pueblo. Le agradecemos su bondad de padre, su valentía de testigo y su firmeza de maestro y pastor.

4.      Nuestra gratitud va también a todos, por la acogida sincera que brindaron al Pastor universal. Para preparar la visita, un gran número de misioneros laicos llegaron a la intimidad de los hogares en todo el país. Parroquias, colegios, asocia­ciones y movimientos hicieron un esfuerzo admirable que va­loramos tanto más, cuanto pensamos en los escasos recursos materiales de que se disponía.

5.      Debemos reconocer y agradecer la buena disposición y generosidad de las autoridades nacionales, provinciales y mu­nicipales, de las fuerzas del orden, y de los medios de comuni­cación, que hicieron posible la realización y difusión de los grandes encuentros. Los trabajadores, los empresarios y los representantes de la ciencia, de la técnica, del arte y del de­porte merecen nuestra palabra de gratitud. Nuestro especial reconocimiento y afecto van hacia los miles de jóvenes que se pusieron al servicio del Papa.

6.      Gracias decimos, finalmente, a tantos otros que han par­ticipado silenciosamente: las familias que brindaron su hospi­talidad, los enfermos con sus sufrimientos y oraciones, los que no han podido acercarse a los lugares de encuentro por falta de medios, y a todos los hombres de buena voluntad, aún los no creyentes, que han visto en Juan Pablo II un incan­sable defensor de los derechos de la persona humana.

Que el Señor les recompense a todos lo que han hecho para posibilitar el buen desarrollo de la visita papal.

 

LO QUE JUAN PABLO  II  NOS ENSEÑÓ

 

7.      El Santo Padre, según el modelo de Jesús, nos predicó con hechos y con palabras. Para conocer, pues, cuál es su mensaje, debemos leer sus homilías y discursos y mirar sus gestos. Una característica notable de su enseñanza es que, te­niendo en cuenta. la situación de los oyentes, no se quedó en afirmaciones de valor sólo circunstancial, sino que expuso las verdades fundamentales del Evangelio.

8.      El cree en la fuerza interior de la verdad, y nos hizo permanecer en la consideración de ella, sostenido por la clari­dad y la fuerza de su palabra y testimonio. Nos enseñó a creer en la verdad y a jugamos por ella.

9.      Nos hizo mirar el mundo y la historia con los ojos de la fe, y así descubrir el último sentido de las cosas. Es Cristo el principio y el fin, el centro de nuestra vida, de nuestro pen­samiento y nuestro afecto. Es Cristo que muere y resucita. En su Pascua culmina la manifestación de Dios y su amor por el hombre, y por ella se nos enseña y capacita a amar a Dios. "El misterio pascual es misterio salvífico, creador. Sólo desde el misterio de Cristo puede entenderse plenamente al hombre, sólo desde Cristo muerto y resucitado puede el hombre comprender su vocación divina y alcanzar su destino último y definitivo. Dejad pues que el misterio pascual actúe en vosotros". (Homilía Domingo de Ramos, No. 10).

10. El Papa nos ha llamado a comprometemos en la vida nueva de los hijos de Dios, la cual se nutre de la oración y los sacramentos y crece por la libertad verdadera, "a través del amor de Dios, del amor de nuestros hermanos" (Tucumán, 6) Rechazando el pecado en todas sus formas y "haciendo lo que Dios quiere, también con sacrificio, nos revestimos de la libertad" (Tucumán, 6). El Santo Padre puso permanente­mente como modelo de esta vida nueva a María, (Homilía Co­rrientes), quien se identificó con la voluntad de Dios y como Madre nuestra nos ayuda a "tener los mismos sentimientos de Cristo" (Filip. 2, 5).

11. El Santo Padre enseñó la verdad de la Iglesia, Pueblo y Familia de los hijos de Dios, cuya fe, esperanza y caridad él preside como vicario del Señor, convocando y exhortando a la unidad entre todos sus miembros y de modo particular dijo a los obispos que nada ayuda tanto a la obra de la evangeliza­ción como la unidad y el entendimiento entre ellos.

La unidad es signo necesario para que el mundo crea; sin ella queda comprometido nuestro propio mensaje de salva­ción.

Es pues imprescindible trabajar por ella, recordando que la Iglesia es comunión, y, por tanto, todos los que la compo­nen y constituyen el pueblo santo de Dios, deben empeñarse en construir la unidad, desechando aquello que desdibuje de algún modo la identidad católica.

Nuestro servicio al mundo exige una Iglesia unida, don­de las legítimas diferencias se armonicen y den así mayor re­lieve a la unidad.

12. Desde sus primeras palabras al pisar por segunda vez suelo de nuestra Patria, el Papa hace referencia al don de la paz. Su visita quiere ser un servicio pastoral de acción de gra­cias al Príncipe de la Paz que nos protegió de las fuerzas des­tructoras de las armas (alocución Mendoza, No. 1).

13. El Papa nos recuerda que la paz nace de un corazón nuevo. No hay paz posible sin una. conversión que brote de lo más hondo del interior del hombre (Alocución Mendoza, No. 3). La paz es también fruto de la plegaria; ésta es su más im­portante apoyo (Ibid, No. 4).

14. La paz tiene por claves el desarrollo y la solidaridad; no habrá paz permanente "sin colocar a la persona humana co­rno centro del adelanto social?''. "Cualquier hombre o mujer independientemente de sus circunstancias tiene una impor­tancia prioritaria sobre las cosas" (Alocución," Mendoza, No. 6). La paz supone también humanizar la actividad económica y el mundo del trabajo con "la decisión consciente de consi­derar al hombre no en cuanto útil o inútil para su trabajo sino considerar el trabajo en su relación de utilidad o inutilidad para el hombre" (Discurso Mercado central, No. 4). No hay pues paz sin justicia y ambas junto con la libertad y el amor, fundamentan la construcción del mundo nuevo a la que todos somos llamados.

15. El mensaje de Juan Pablo II ha contribuido sin duda a que los argentinos superáramos en paz, con fortaleza y soli­daridad, los graves problemas surgidos en nuestra Patria a po­cos días de su partida a Roma.

La paz se funda, también. en el imperio del derecho y en el respeto a las leyes fundamentales de la Nación.

16. Cómo no mencionar la reconciliación, terna siempre vi­gente entre, los argentinos? El Papa nos habló de ella con cla­ridad, en diversas oportunidades (Viedma, Mendoza, Tucu­mán, Buenos Aires), y sobre todo lo hizo en el mensaje a los jóvenes donde solemnemente los comprometió a la construc­ción de una nación de hermanos.

Estamos "transitando una nueva etapa del camino histó­rico". Sentimos la necesidad de lograr una auténtica reconci­liación entre los argentinos, una mayor solidaridad, una deci­dida participación de todos en los proyectos comunes. (Dis­curso Tucumán, No. 5).

17. Los Obispos no podemos, sin traicionar nuestra función pastoral, dejar de repetir una vez más, que la tarea de la reconciliación nacional sigue siendo urgente y nos comprome­te a todos. Queremos acompañar con nuestro servicio pasto­ral a nuestro pueblo en la búsqueda de vías y acciones más adecuadas que conduzcan a la pacificación plena.

Pero todos debemos ser artífices de la paz con creativi­dad, renuncia y sacrificio. Con las mismas palabras del Papa pedimos una profunda reconciliación fraterna, que hunda sus raíces en la reconciliación de cada uno con Dios, nuestro Padre, que destierre para siempre los odios y rencores de esta hermosa y hospitalaria tierra argentina, de modo que triunfe en todos los corazones la justicia y la paz de Cristo" (Alocu­ción Viedma, No. 4). Urge encontrar los métodos que operen la reconciliación entre las partes enfrentadas mediante la tole­rancia y el espíritu de diálogo y entendimiento (Alocución Mendoza, No. 3).

 

HACIA UNA NUEVA EVANGELIZACION

 

18. Hemos repetido solamente algunos pensamientos de los múltiples discursos de Juan Pablo II. Su estudio detenido y su asimilación será ahora tarea de toda la Iglesia en la Argenti­na. Con el Papa insistimos en la necesidad de una "formación permanente, que lleve a todos los fieles a una continua con­versión, hasta reproducir en sus vidas la imagen de Cristo. Toda persona tiene necesidad de una formación integral e in­tegradora - cultural, profesional, doctrinal, espiritual y apos­tólica que la disponga a vivir en una coherente unidad inte­rior".

"La identidad cristiana exige el esfuerzo constante por formarse cada vez mejor, pues la ignorancia es el peor enemi­go de nuestra fe. ¿Quién podrá decir que ama de verdad a Cristo, si no pone empeño por conocerlo mejor?". (Alocu­ción Viedma, No. 6).

19. Juan Pablo II con su testimonio incansable, nos hizo sentir que el problema de la humanidad que más le preocupa "es precisamente éste: pensar en los hombres que aún no co­nocen a Cristo, que no han descubierto la gran verdad del amor de Dios" (Jornada mundial de los jóvenes, 3a. parte).

20. Su llamado a la nueva evangelización se hace más urgen­te que nunca. Por eso, junto al Papa, repetimos con fuerza: "Iglesia en la Argentina, levántate y resplandece, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti" (Homilía consagrados y agentes pastorales No. 9).

21. Lo repetimos en primer lugar a nosotros mismos. Nos comprometemos a estar abiertos a las inspiraciones del Espí­ritu, y a no apagar su fuego, para que a la luz del Evangelio podamos discernir los signos de los tiempos, y ocupar de este modo junto a nuestro pueblo, el lugar que Dios nos asigna en la historia de la salvación. Esto requerirá, como el Papa nos señala, gran humildad, entereza de ánimo y serenidad de espí­ritu. Con la participación de miembros de. todo el Pueblo de Dios prepararemos líneas fundamentales de una evangeliza­ción nueva en su "ardor, en sus métodos y en su expresión".

22. Lo repetimos a los sacerdotes, nuestros más cercanos co­laboradores, sin los cuales sería imposible la evangelización. El ejemplo del Papa nos cuestiona y alienta a la vez, a ser modelo de la grey, intensificando la vida interior, profundi­zando el conocimiento de la doctrina que predicamos, bus­cando incansablemente caminos de evangelización que res­pondan a los desafíos e interpelaciones de nuestro tiempo y lleguen a todos los hombres, especialmente a los más humildes.

23. Lo repetimos a todos los consagrados, cuya vida debe ser un testimonio auténtico y claro de la bienaventuranzas y anticipo de los bienes futuros, lo cual no se logrará sin un constante retorno a la fuente que es Cristo.

24. Lo repetimos a los laicos, cuya función es "poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas de este mundo", para que las realidades temporales se pongan "al servicio de la edificación del Reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús". (Alocución Obispos No. 4; cfr. Homilía Rosario).

Especialmente decimos a las familias que sean ejemplo del amor cristiano, amor fiel y perpetuo, para toda la vida, conscientes de que el futuro de la evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica. (Homilía Córdoba, No. 7).

25. A todos los hombres les decimos que frente a ellos so­mos deudores del Evangelio. La razón de nuestro ministerio es ser instrumento del amor misericordioso de Dios, prometi­do a todos hasta el fin de los tiempos.

26. Que la Virgen Santísima, llena de gozo por la resurrec­ción de su Hijo Jesucristo, nos ayude a alcanzarlo con su po­derosa intercesión. Amén.

 

LIV Asamblea Plenaria

San Miguel, en el día de Nuestra Señora del Valle, 2 de mayo de 1987.