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Comentarios del Nuevo Ordinario de la Misa

Comisión Episcopal de Liturgia

 

El Concilio Vaticano II autoriza el uso de las lenguas modernas en !a liturgia aconsejando que la aprobación de los textos se efectúe con la previa consulta a los obispos de las regiones limítrofes que utilizan la misma lengua. Hasta fecha reciente existían en el área de la lengua castellana, cinco ediciones diferentes del Misal Romano, una de ellas producida en la Argentina. Ante esa realidad las Conferencias Episcopales de lengua castellana se propusieron armonizar un texto único en castellano del Ordinario de la Misa y las plegarias eucarísticas, el que fue preparado por expertos de los distintos países a través de reuniones y consultas. Finalmente la versión unificada de la lengua española fue promulgada por la Congregación para el Culto Divino el 16 de julio de 1987 El Episcopado argentino decidió, en abril de 1989, que el nuevo texto unificado se utilizará a partir del primer domingo de Adviento de ese año, esperando conseguir frutos de mayor participación y orden en las celebraciones. De esta manera nuestro país se adelanta al uso de esta versión española única, que será obligatoria desde 1992 ".

 

 

PRESENTACION

 

Próximamente entrará en vigencia en la Argentina el texto unificado en lengua castellana del Ordinario de la Misa, de las Plegarias eucarísticas y de otros textos alternativos. Y antes de comenzar el tiempo de Cuaresma del año 1992, cuando celebremos el V Centenario del descubrimiento y del comienzo de la Evangelización de América, todos los fieles católicos de habla castellana participaremos de la Santa Misa y rezaremos el Padrenuestro no sólo en la misma lengua, sino también con las mismas fórmulas y palabras. Es un acontecimiento de significación para la Iglesia en los países hispanoparlantes. En los textos unificados podremos captar mejor la unidad de fe, que se expresa en una misma y única liturgia eucarística

Es esta una ocasión propicia para que los sacerdotes, los miembros de los equipos de  liturgia, los colaboradores de nuestras celebraciones, y todos los miembros del Pueblo de Dios puedan profundizar en el contenido y en el espíritu del Ordinario de la Misa y en sus Plegarias eucarísticas. Así podremos captar mejor el sentido de alabanza a Dios que nos propone la liturgia de la Iglesia, especialmente en la celebración del sacrificio eucarístico, donde de un modo eminente se ejerce la obra de nuestra Redención.

 

Cuando en 1988 este texto unificado entró en vigencia en España, el Secretariado nacional de Liturgia de ese país publicó un excelente libro para orientar la catequesis litúrgica y facilitar una mayor profundización teológica de los nuevos textos. Esta publicación, titulada “Comentarios al nuevo Ordinario de la Misa y a las Plegarias eucarísticas”, preparada por Julián López y Manuel Cardona1, constituyó un amable enriquecimiento para la Iglesia de habla castellana.

 

            Motivos de adaptación, y también de orden económico, impulsaron a la Comisión Episcopal de Liturgia de Argentina a preparar un extracto de los elementos esenciales de dicha publicación. De este modo, el servicio eclesial que ha significado tan autorizado comentario al nuevo Ordinario de la Misa, llegará más fácilmente a quienes les resulte difícil acceder a la publicación original.

 

Felicitamos y agradecemos a la Comisión Episcopal de Liturgia de España, a su Secretariado nacional, y a sus autores, por esta excelente publicación que hoy nos brindan. Al mismo tiempo, nos alegra poder facilitar esta versión más sucinta para los lectores argentinos.

 

Buenos Aires, 15 de agosto de 1989

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María.

Comisión Episcopal de Liturgia

Conferencia Episcopal Argentina

 

CAPITULO 1

 

Reseña histórica de la unificación del texto castellano

del Ordinario de la Misa

 

 

 

1, En la preparación del V Centenario de la Evangelización de América

 

 

El día 3 de diciembre de 1989, Domingo 1º de Adviento entrará en vigor en la Argentina, por acuerdo de la Conferencia Episcopal, el texto castellano unificado del Ordinario de la Misa y de las Plegarias eucarísticas autorizadas. Al mismo tiempo, a partir de ese día, se podrán usar también una serie de textos eucológicos que han venido a enriquecer el Misal romano aprovechando los trabajos de la unificación de la versión castellana del Ordo missae. Antes de Cuaresma de 1992, los demás países de habla castellana harán lo mismo, si es que ya no lo han hecho.

 

La unificación citada afecta a los siguientes países: Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela; y se inscribe en el marco de la preparación del V Centenario del descubrimiento y de la Evangelización de América, que tendrá lugar en 1992. Cuando llegue este acontecimiento, los más de trescientos millones de católicos de habla castellana, la lengua más usada en la Iglesia Católica, estaremos celebrando la Sagrada Eucaristía y dirigiendo al Padre común la oración dominical con unos textos uniformes hasta en su formulación material.

 

 

 

2. Los deseos del Concilio Vaticano II

 

             El Concilio Vaticano II, al autorizar el uso de las lenguas modernas en la liturgia, manifestó también el deseo de que la versión y aprobación de los textos se hiciese "consultando a los obispos de las regiones limítrofes de la misma lengua”1 . De hecho así se hizo desde 1964 hasta 1971, a través de la Comisión mixta CELAM-España. Entre los textos que preparó esta Comisión figuran el Canon romano, algunos prefacios y las otras tres Plegarias eucarísticas. Pero, desde 1971, al dejar de funcionar la citada Comisión, cada Conferencia Episcopal procedió de modo autónomo. De este modo se ha llegado a disponer de cinco ediciones diferentes, alguna con importantes modificaciones, del Misal romano: Argentina, España, Perú, Colombia, Chile y México. Los restantes países se servían de una o de otra edición, según sus posibilidades.

 

Cuando los sacerdotes y los fieles católicos de los distintos países de lengua castellana se encontraban fuera de su nación de origen y participaban de una celebración eucarística o en otro acto de culto, se producía el nada edificante hecho de que, empleando la misma lengua, se usaban formulaciones diferentes. Esto se podía comprobar, por ejemplo, en la plaza de San Pedro del Vaticano. El propio Santo Padre, en sus viajes a través de América Latina, había manifestado su extrañeza ante el uso de versiones diferentes de la Plegaria eucarística y del Padrenuestro.

 

 

 

3. Reencuentro y reanudación del trabajo en común

 

          En 1984 se celebró en Roma el Congreso de presidentes y secretarios de las Comisiones nacionales de Liturgia. Allí se vio la necesidad de reemprender la colaboración entre los responsables de la liturgia de los países de habla castellana para facilitar la unidad en la expresión litúrgica. También se formuló el deseo de que se reconstruyese y volviera a funcionar la Comisión mixta para la lengua castellana.

 

El primer resultado de este deseo fue el encuentro celebrado en Bogotá en junio de 1985, entre el Departamento de Liturgia del CELAM (= DELC) y el Secretariado nacional de Liturgia de España, para traducir en común el volumen De benedictionibus, recientemente publicado.

 

           El éxito de este encuentro movió a la Congregación para el Culto Divino a proponer a todas las Conferencias episcopales de lengua castellana que estudiaran la posibilidad de llegar a un texto único, en castellano, del Ordo missae y de las Plegarias eucarísticas. Para ello promovió la celebración de un encuentro de los presidentes y secretarios de las Comisiones Nacionales de Liturgia de los países de lengua castellana que se celebró en Roma en febrero de 1986.

 

           Allí se estudió el texto del Ordinario de la Misa y de las Plegarias eucarísticas, propuesto como base una vez examinadas las versiones paralelas de los cinco misales. Particular relieve se dio al examen de las dos versiones del Padrenuestro. La Argentina, Perú y España, que conservaban la versión antigua de la oración del Señor, se manifestaron dispuestos a favorecer la deseada unidad.

 

Para completar el trabajo de redacción de algunos textos, se celebró en Madrid una nueva reunión mixta, entre el DELC y el Secretariado nacional de Liturgia de España, en abril de 1986. En la reunión se examinaron las rúbricas del Ordinario de la Misa, se concordó el texto de las Plegarias eucarísticas “para la Reconciliación" y "para las Misas con niños", y se prepararon los nuevos textos (moniciones, embolismos, prefacios, etc.) para enriquecer la edición del Misal en castellano.

 

Todos estos textos fueron unidos a los ya concordados en la reunión de febrero, y después de haber sido enviados a la Congregación para la Doctrina de la Fe la totalidad de ellos, se sometieron a una revisión técnica en Roma. De este modo quedaban listos para ser sometidos a la consideración de las Conferencias episcopales de lengua castellana.

 

La Conferencia Episcopal Argentina estudió el nuevo texto unificado del Ordinario de la Misa a lo largo de 1986.

 

 

 

4. Entrada en vigor en la Argentina del texto unificado

 

Cuando la Congregación para el Culto Divino tuvo las respuestas de las Conferencias episcopales de habla castellana, publicó el Decreto de promulgaci6n de la citada versión, con fecha 16 de julio de 1987. La unificación del texto castellano del Ordo missae ya era una realidad.

 

En abril de 1989, en su LVIII Asamblea Plenaria, la Conferencia Episcopal Argentina decidió que la entrada en vigor del texto castellano unificado del Ordinario de la Misa y de las Plegarias eucarísticas aprobadas por la Santa Sede tuviese lugar el día domingo 1 de Adviento de ese año, sin esperar al 8 de marzo de 1992, fecha en que expira la "vacatio legis".

 

Como la Conferencia Episcopal Argentina, a través de su Comisión Episcopal de Liturgia, tiene en estudio una revisión de las oraciones de la edición Argentina del Misal romano, sólo determinó la publicación del Ordinario, dejando para más adelante la publicación del Misal completo.

 

Por último, es de destacar que el acto más sobresaliente de difusión del texto unificado del Ordo missae ha sido el viaje de S.S. el Papa Juan Pablo II a cuatro países sudamericanos los días 7 al 19 de mayo de 1988. En todas las celebraciones eucarísticas el Santo Padre ha usado este Ordinario de la Misa y lo ha dejado después como recuerdo de su visita en una preciosa edición.

 

 

 

CAPITULO 11

 

Textos que se modifican o se añaden al nuevo

Ordinario de la Misa unificado en lengua castellana

 

A partir del año 1971, se han editado cinco versiones en lengua castellana del Misal romano. A partir de 1992, un texto unificado del Ordinario de la Misa, será utilizado por todos los fieles de habla castellana.

 

Las distintas Conferencias episcopales de países o de fieles de habla castellana han asumido por unanimidad el nuevo texto unificado del Ordo missae y de las Plegarias eucarísticas aprobadas por la Santa Sede. La aceptación de este texto obedece a la necesidad de una mayor uniformidad en las versiones por parte de las Iglesias locales que celebran la liturgia en español. Lo pedían así mismo las disposiciones del Concilio Vaticano II y diferentes documentos de la aplicación de la reforma litúrgica.

 

Durante los trabajos de revisión y unificación del texto del Ordo missae en castellano, se ha podido comprobar que las variantes existentes en los Misales español. (y peruano), argentino, chileno, colombiano y mexicano no entrañaban diferencias substanciales ni giros lingüísticos exclusivos de los países que prepararon las versiones del Misal. La mayoría de las veces se trataba simplemente de preferencias por una de las varias expresiones que puede adoptar la traducción del texto latino y, en algún caso, por una determinada acentuación teológica  No obstante, los cambios introducidos, en la medida en que suponen el abandono de expresiones que son ya familiares por el uso, pueden llevar consigo algún sacrificio, compensado con creces, eso sí, por la consecución de la unidad en la lengua litúrgica mas hablada de la Iglesia Católica, el castellano1.

 

          La Argentina, España, Perú, por ejemplo, renuncian a su versión tradicional del Padrenuestro, a favor de la que, desde hace veinte años, se viene usando en casi todos los países de Hispanoamérica. No deja de tener su importancia el hecho de que la Iglesia española, que envió sus evangelizadores y misioneros al continente descubierto por Colon en 1492 y, junto con la fe católica y la liturgia, transmitiera a aquellos pueblos la oración dominical, reciba ahora de las Iglesias hermanas esta misma oración rejuvenecida. De cara a la celebración del V Centenario de la Evangelización de América resulta muy positivo el que todos los fieles de lengua castellana se unan al rezar con la misma versión del Padrenuestro.

 

          Los trabajos de unificación del texto del Ordinario de la Misa han permitido también lograr una mayor fidelidad al original latino en aquellas expresiones en las que se advertían fluctuaciones o era posible una mayor precisión doctrinal. Así se ha hecho, por ejemplo, en la mención de la jerarquía en las Plegarias eucarísticas y en el texto de la epíclesis. Como es preceptivo, los textos han sido examinados por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.

 

          El nuevo Ordinario de la Misa se ve enriquecido con una serie de textos alternativos, procedentes en su mayoría del Misal en lengua italiana y de algunos misales de países americanos. Se trata de moniciones, invocaciones, prefacios, formularios para la bendición y aspersión con el agua bendita en domingo, y algunas colectas para el Común de la Virgen María. Asimismo, se incorporan al texto del Ordinario de la Misa y de las Plegarias eucarísticas aquellos embolismos propios de algunas solemnidades o celebraciones de sacramentos que se encontraban en otros lugares del Misal, especialmente en las misas rituales. También se introduce el texto latino, a continuación del castellano de las siguientes partes del Ordinario, Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Pater noster, y Agnus Dei, teniendo en cuenta la recomendación de la reforma litúrgica de que el pueblo sepa recitar o cantar en latín algunas partes del Ordinario de la misa, con vistas a la participación en celebraciones universales2.

 

          Con ocasión de la unificación del texto castellano del Ordinario de la Misa y de las nuevas Plegarias eucarísticas aprobadas por la Santa Sede, todos los países de habla castellana que lo soliciten podrán disponer también de la versión castellana única de la Plegaria eucarística del Sínodo suizo con sus cuatro variantes, colocadas en un apéndice. También se añaden las Plegarias para la Reconciliación y para las misas con niños.

 

          Para facilidad de los sacerdotes y responsables de la pastoral litúrgica, en las páginas siguientes se indican los cambios y añadidos introducidos en el texto del Ordinario de la Misa respecto de la versión del Misal romano. Como es lógico, se toma la versión en uso hasta ahora en la Argentina.

 

          Sugerimos continuar esta lectura con los textos de la versión Argentina del Misal Romano y con el nuevo Ordinario de la Misa, para poder apreciar mejor las diferencias.

 

 

 

ORDINARIO DE LA MISA

CELEBRADA CON PARTICIPACIÓN DEL PUEBLO

(Cambios respecto del Misal, argentino)

 

RITOS INICIALES

 

I. SALUDO

 

          Las fórmulas anteriores sufren pequeños cambios, y el Ordinario de la Misa se enriquece con otras tres fórmulas generales de saludo. Se añaden otras dos posibles respuestas de los fieles.

 

          Si bien encontramos nuevas fórmulas para diversos tiempos litúrgicos, el nuevo Ordinario no incluye las fórmulas que contenía el Misal argentino, que pueden seguir utilizándose como hasta ahora.

 

 

2. ACTO PENITENCIAL

 

          Las fórmulas de invitación al acto penitencial contenidas hasta ahora en el Misal Romano han sido aumentadas y agrupadas en torno a las tres formas del acto penitencial. La principal característica de estos textos radica en su inspiración bíblica.

 

Se ha introducido la versión latina del Kyrie eléison, y se han reemplazado invocaciones para la tercera forma destinadas a los diversos tiempos litúrgicos. Naturalmente todas estas fórmulas son textos alternativos y modelos que deben estimular la creatividad del celebrante. Se renunció a ofrecer fórmulas e invocaciones para algunas solemnidades concretas, precisamente porque se quería dejar abierta la posibilidad de que los celebrantes preparen ellos mismos estos textos con la debida categoría y altura. Lo mismo ocurre con las demás moniciones.

 

Un cambio significativo para los fieles argentinos consiste en el reemplazo del "Señor, ten piedad de nosotros" y "Cristo, ten piedad de nosotros" por la expresión más textual de "Señor, ten piedad” y "Cristo, ten piedad".

 

 

3. RITO PARA LA BENDICIÓN Y ASPERSIÓN DEL AGUA EN LOS DOMINGOS

 

Para revalorizar este rito, se lo menciona expresamente en el Ordinario de la Misa, como sustitución del acto penitencial. En el Apéndice se encuentran tres formularios.

 

 

4. GLORIA

 

Se incorpora el texto latino, a continuación del castellano.

 

 

5. ORACIONES

 

En las conclusiones de la oración colecta se introducen pequeños cambios.

 

 

 

 

LITURGIA DE LA PALABRA

 

6. INVOCACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

 

Se introducen cambios pequeños, tanto en la petición de la bendición, como en la respuesta del celebrante.

 

 

7. ACLAMACIÓN DEL EVANGELIO

 

Se modifica la proclamación del celebrante y la respuesta de los fieles. Si la aclamación es cantada, se pueden utilizar otras respuestas de alabanzas a Jesucristo.

 

 

8. BESO DEL LIBRO DEL EVANGELIO

 

Se introduce una leve modificación en el texto.

 

9. CREDO

 

El Símbolo niceno-constantinopolitano sufre algunas pequeñas modificaciones. Se incluye también el texto latino de este Símbolo.

 

En el Símbolo apostólico, además de breves retoques, se señala la inclinación de los fieles, como en el Símbolo nicenoconstantinopolitano.

 

 

10. ORACIÓN DE LOS FIELES

 

Las rúbricas especifican las condiciones que debe tener esta oración.

 

 

LITURGIA EUCARÍSTICA

 

11. PREPARACION DE LAS OFRENDAS

 

Se introducen leves modificaciones en las oraciones de ofrecimiento del pan y del vino; en la oración que el celebrante dice en secreto, y en la que pronuncia durante el lavabo, rito que no puede omitirse.

 

También se añaden otras dos fórmulas alternativas junto al Orad, hermanos tradicional. La postura correcta de los fieles a esta invitación del celebrante es de pie.

 

 

 

PLEGARIA EUCARÍSTICA

 

 

 

12. PREFACIOS

 

Se añaden dieciséis nuevos prefacios a los ya existentes: prefacios propios del tiempo, para misas rituales, para misas de la Virgen, y prefacios comunes. Proceden en su mayoría del Misal italiano3 .

 

 

13. SANTO

 

Se añade el texto latino.

 

 

 

14. FORMA DE NOMBRAR A LOS OBISPOS

 

          Se añaden nuevas rúbricas que especifican la forma de nombrar a los Obispos durante la Plegaria eucarística.

 

 

15. ACLAMACIONES DESPUES DE LA CONSAGRACIÓN

 

Las aclamaciones que siguen a la consagración pueden introducirse con nuevas fórmulas alternativas.

 

 

16. DOXOLOGIA FINAL

 

Se introducen pequeñas variantes.

 

 

17. PLEGARIAS EUCARÍSTICAS I A IV

 

          Se introducen numerosas variantes y se añaden nuevos embolismos para las intercesiones de las cuatro Plegarias eucarísticas. Algunos ya se encontraban en los formularios de las misas rituales. Estos textos contribuyen a resaltar la importancia de los sacramentos en relación con la Eucaristía.

 

 

 

18. NUEVAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

 

          El Apéndice del nuevo Ordinario de la Misa presenta la Plegaría eucarística V (del Sínodo suizo) con sus cuatro variantes, las dos Plegarias eucarísticas sobre la Reconciliación, y las tres Plegarias para misas con niños4.

 

 

 

 

RITO DE LA COMUNION

 

19. MONICIONES AL PADRENUESTRO

 

Se proponen tres moniciones nuevas inspiradas en textos bíblicos y patrísticos.

 

 

20. EL PADRENUESTRO

 

Se incorpora la versión hispanoamericana, con leves variantes. También se incluye el texto latino5.

 

 

21. FÓRMULAS PARA INVITAR A DARSE LA PAZ

 

Se proponen nuevas fórmulas.

 

 

22. CORDERO DE DIOS

 

Se añade el texto latino.

 

 

23. INVITACIÓN A LA COMUNIÓN

        

Se modifica levemente la fórmula.

 

 

24. ORACIÓN PARA DESPUES DE LA COMUNIÓN

 

Se especifican las formas de concluir estas oraciones.

 

 

 

RITO DE CONCLUSION

 

        

 

25. BENDICIÓN FINAL

 

Se modifica la fórmula habitual.

 

            Al final del nuevo Ordinario de la Misa se encuentran nuevas bendiciones solemnes, y bendiciones sobre el pueblo que también pueden ser usadas en celebraciones de la Palabra, en la Liturgia de las Horas, o en los sacramentos.

 

 

26. FÓRMULAS DE DESPEDIDA

 

          Además de la fórmula habitual, se añaden cuatro fórmulas, para ser pronunciadas antes del "Podéis ir en paz".

 

 

APÉNDICE

 

27. COLECTAS PARA EL COMÚN DE LA

         VIRGEN MARIA

 

          En el Apéndice también se encuentran diez oraciones colectas de la Virgen, con titulación propia para facilitar su elección.

 

 

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

Al terminar esta relación de los textos que se modifican o se añaden al nuevo Ordinario de la Misa, es conveniente insistir en la importancia que tiene celebrar atendiendo a la doble fidelidad que exige la liturgia: fidelidad a unos textos en los que se expresan la lex credendi y la lex orandi de la Iglesia, siempre inseparables; fidelidad a la comunidad, a la que hay que atender buscando siempre su bien superior y nunca las personales preferencias o gustos de los celebrantes o de los responsables del equipo litúrgico, como pide el número 33 de la Ordenación General del Misal Romano. La primera fidelidad se ve hoy facilitada por el aumento de textos de la categoría de la Plegaria eucarística del Sínodo suizo, de los dieciséis nuevos prefacios y de los restantes textos eucológicos. Con unos contenidos y un lenguaje muy actuales, verdadero complemento del depósito más venerable recibido en el Missale romanum, estos textos son, desde su aprobación por la autoridad competente, lex orandi de la

celebración del Misterio de la fe. No debe haber reparos ante ellos, sino un uso responsable y combinado con el resto de los formularios del Misal.

 

          La segunda fidelidad pide a muchos celebrantes y responsables de equipos litúrgicos un esfuerzo mayor en orden a elevar la calidad de las celebraciones mediante el aprovechamiento de todas las posibilidades que los libros litúrgicos, empezando por el Misal, dejan a buen criterio de quien las preside. Los nuevos textos alternativos que se introducen ahora en el nuevo Misal facilitarán también esta tarea, no tanto para variar, sino para elegir y proponer los textos más apropiados a la liturgia del día y a las necesidades pastorales de cada comunidad.

 

 

 

 

CAPITULO III

 

La nueva versión del Padrenuestro

 

          La unificación del texto castellano de la oración dominical es, sin duda, el cambio más espectacular, aunque no el más importante objetivamente. Son más decisivas, por ejemplo, las modificaciones introducidas en la versión de las Plegarias eucarísticas y el hecho mismo de incluir una nueva Plegarla eucarística (la del Sínodo suizo) junto con otras dos ya conocidas (las Plegarias de reconciliación y de niños), y dieciséis nuevos prefacios. Sin embargo, no se puede tampoco minimizar la importancia de que la Argentina, España y Perú hayan renunciado a la formulación secular castellana del Padrenuestro en beneficio de la unidad del lenguaje litúrgico en la lengua más hablada de la Iglesia Católica.

 

          La presencia del Padrenuestro en la liturgia se remonta a los tiempos subapostólicos, cuando la Didaché lo incluía entre las plegarias de la oración cotidiana tres veces al día1. Después lo encontramos en la liturgia del catecumenado, formando parte de la Traditio y de la Redditio de los catecúmenos2, y finalmente, desde el siglo VI, posiblemente por obra de San Gregorio Magno, en la celebración eucarística, entre los ritos de preparación para la comunión3. En Oriente se había introducido antes que en Roma. La liturgia hispano-mozárabe conserva la particularidad de hacer cantar al celebrante las invocaciones o peticiones del Padrenuestro, respondiendo la asamblea con el "amén" a cada una de ellas.

 

          La oración dominical, en el contexto de la Eucaristía, ve reforzado su significado eclesial y eucarístico, sin perder nada de su sentido trinitario y pneumatológico4. Los Santos Padres y numerosos autores espirituales compusieron tratados y comentarios al Padrenuestro, que es preciso tener presente para la catequesis y la espiritualidad de la más importante plegaria recibida en los Evangelios5. Tampoco se deben olvidar las explicaciones exegéticas del Padrenuestro. Precisamente estas explicaciones están en el origen del cambio de la versión castellana de la oración dominical.

          A raíz de la introducción de las lenguas modernas en la liturgia6, y sobre todo a raíz de la promulgación del Orden de lecturas de la Misa (primera edición típica en 1969), numerosos países americanos de habla castellana adoptaron en los catecismos y en la liturgia la versión del Padrenuestro conocida como hispanoamericana. Esta versión es muy próxima a la que se encontraba ya en el Leccionario de la Misa, en la lectura evangélica de Mt 6,9-13. Véanse los textos paralelos, tanto de la versión del Leccionario, como de las versiones hispanoamericana y española:

 

 

 

 

Leccionario

( Mt 6, 9-13)

Versión Hispanoamericana

Versión de España, de

 Argentina y de Perú

Padre nuestro

del cielo,

 

santificado

sea tu nombre,

venga tu reino,

 

hágase tu voluntad

en la tierra

como en el cielo,

danos hoy

el pan nuestro

de cada día,

perdónanos

nuestras ofensas,

pues nosotros

hemos

perdonado

a los que

nos han ofendido,

no nos dejes caer

en la tentación,

sino líbranos

del Maligno

Padre nuestro

que estás

en el cielo,

santificado

sea un nombre,

venga tu reino;

 

hágase tu voluntad

en la tierra

como en el cielo.

Danos hoy

nuestro pan

de cada día;

perdona

nuestras ofensas,

como también

nosotros

perdonamos

a los que

nos ofenden;

no nos dejes caer

en la tentación,

y líbranos

del mal

Padre nuestro

que estás

en los cielos

santificado

sea tu nombre,

venga a nosotros

tu reino,

hágase tu voluntad

así en la tierra

como en el cielo;

el pan nuestro

de cada día,

dánosle hoy

y perdónanos

nuestras deudas,

así como

nosotros

perdonamos

a nuestros deudores

 

y no nos dejes caer

en la tentación,

más líbranos

del mal

 

En cursiva aparecen las diferencias entre las tres versiones Algunas son insignificantes, afectando a artículos, preposiciones y otras partículas. Otras son de más envergadura y ponen de manifiesto diferencias de interpretación. a) Decir en el cielo o en los cielos es indiferente, pues “cielos", en plural, en un semitismo, ya que la astronomía hebraica distinguía varios cielos. San Pablo fue elevado al tercer cielo (cf. 2 Co 12,2).

b) así en la tierra como en el cielo: el adverbio "así" traduce bien el original, pero en ésta hay una inversión de los términos: "como en el cielo así en la tierra". La nueva versión omite el así.

           c) venga tu Reino: la expresión está más de acuerdo con el primer momento redaccional del Padrenuestro, cuando lo enseñó Jesús. El Reino todavía no se había manifestado y se pedía simplemente que viniera. Pero después de Jesús parece que no tiene sentido pedir que venga, si ya ha venido y se ha manifestado en él. No obstante, el Reino sigue viniendo y va creciendo progresivamente. Se debe pedir que llegue "a nosotros", con más intensidad. Así se ha conservado el texto. Además, tal como suena la expresión hispanoamericana ("venga tu Reino"), el "venga" no parece del verbo venir, sino del verbo vengar. En la reunión ya aludida de febrero de 1986, en Roma, se votó la formulación española y fue aceptada por 14 votos a favor y 4 en contra7. Por cierto, cuando a finales de los años 50 aparecieron los catecismos nacionales, se produjo ya una modificación en esta petición del Padrenuestro: hasta entonces se decía "venga a nos el tu Reino" (también se decía: "santificado sea el tu Nombre").

 

           d) la petición del pan de cada día dice lo mismo en la versión española que en la hispanoamericana.

 

           e) perdona nuestras ofensas: "ofensas" parece más actual; si bien "deudas" es un semitismo que designa los pecados.

 

            f) así como nosotros o como también nosotros perdonamos: es indiferente. El Leccionario mantiene el "pues" explicativo.

 

g) a los que nos ofenden: esta opción depende de la hecha ya en favor de "ofensas".

 

            h) no nos dejes caer en la tentación: la supresión del artículo en la versión hispanoamericana podría ir contra el sentido original del texto, que alude a "la tentación" como la gran prueba antes de la venida del Reino. De hecho, en la reunión citada antes se estudió la posibilidad de mantener el artículo, decidiéndose así por 16 votos a favor y 2 en contra8

 

                     Consideradas las ventajas y los inconvenientes de la adopción de una versión u otra, en la reunión de Roma, en la votación a favor de la versión única, el resultado fue el siguiente: versión de España, Argentina y Perú: 2 votos (Argentina y España); versión de los países hispanoamericanos: 16 votos (el resto). Se aceptó, por tanto, como versión única la de los países hispanoamericanos, pero con las enmiendas, votadas después, del "venga a nosotros tu Reino" y "no nos dejes caer en la tentación". Por consiguiente, el texto unificado

quedó así:

 

 

         Padre nuestro, que estás en el cielo,

                   santificado sea tu nombre;

                   venga a nosotros tu reino;

                   hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

 

         Danos hoy nuestro pan de cada día;

                   perdona nuestras ofensas,

                   como también nosotros perdonamos

                   a los que nos ofenden;

                   no nos dejes caer en la tentación,

                   y líbranos del mal.

 

 

                   Cuando llegue 1992, la celebración del V Centenario del descubrimiento y de la Evangelización de América, los católicos españoles e hispanoamericanos nos encontraremos en la plegaria común y única, aun en su versión material de la lengua que compartimos, para invocar juntos al Padre común y único, y expresar de este modo el misterio profundo de la unidad de la Iglesia de Cristo: "Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo”9.

 

                      La oración del Padrenuestro, recitada o cantada por la asamblea que celebra la Eucaristía, inmediatamente antes de recibir el Cuerpo del Señor, es la mejor preparación para que se haga realidad lo que ya ha pedido el sacerdote, en la segunda epíclesis de la Plegaria eucarística: “Para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”10.

 

 

 

 

CAPITULO IV

 

El Ordinario de la Misa

Líneas para mejorar la celebración

 

 

Introducción: Una renovación que hay que perfeccionar

 

 

                      La publicación y entrada en vigor del texto castellano unificado del Ordinario de la Misa y de las Plegarias eucarísticas, junto con algunos textos nuevos, ofrece a los pastores y a los responsables de la vida litúrgica una nueva oportunidad para reemprender y perfeccionar la renovación iniciada por el Concilio Vaticano II, precisamente en la celebración que constituye el centro y el culmen de la función santificadora de la Iglesia.

 

Oportunidades semejantes se presentaron en 1965, cuando se hizo la primera revisión del Ordo missae y se introdujeron las primeras modificaciones; en 1968, con la entrada de las tres Plegarias eucarísticas actuales del Misal; en 1969, cuando se publicó el Ordo missae reformado según los decretos del Concilio Vaticano II, en 1970, cuando apareció la primera edición típica del Missale romanum (la segunda aparece en 1975); y, finalmente, cuando se publicaron las ediciones oficiales en las diversas lenguas.

 

Si en aquellos años de cambios sucesivos y generalizados no fue posible una labor de catequesis y de profundización en la reforma litúrgica, como habría sido deseable, ahora se puede y se debe consolidar una renovación que consiste, ante todo, en conducir a los fieles hacia una participación consciente, plena y fructuosa en los misterios que se celebran. El Sínodo extraordinario de los obispos, de 1985, a los veinte años de la clausura del Concilio Vaticano II, recordó que "la innovación litúrgica no puede restringirse a las ceremonias, ritos, textos, etc., y la participación activa, tan felizmente aumentada después del Concilio, no consiste sólo en la actividad externa, sino, en primer lugar, en la participación viva y fructuosa del misterio pascual de Jesucristo. Precisamente la liturgia debe fomentar el sentido de lo sagrado y hacerlo resplandecer. Debe estar imbuida del espíritu de reverencia y de glorificación de Dios"1.

 

          Por tanto, estamos en un momento especialmente interesante para volver a tomar en las manos la Ordenación general del Misal romano (OGMR), el documento que ilustra y ayuda a interpretar y a usar correctamente el Ordinario de la Misa, y tratar de asimilar los ideales teológicos y pastorales que presidieron su reforma, según el espíritu y la letra de los decretos del último Concilio.

 

Esta lectura, reflexiva y en profundidad, ayudará en primer lugar a examinar nuestra manera de celebrar la Santa Misa, para consolidar los aciertos y para corregir, si es necesario, las corruptelas que se han introducido o aquello que no se comprendió bien al principio y que nunca se ha hecho correctamente. En segundo lugar, esta lectura clarificadora permitirá descubrir las enormes posibilidades, todavía sin explotar, que encierra la celebración de la Eucaristía según el Misal Romano de 1970.

 

Se trata, pues, de llegar a comprender el porqué de los ritos y de las propuestas que ofrece el Ordinario de la Misa, para explicárselas a los fieles y ayudarles también a ellos a penetrar en el corazón mismo del misterio eucarístico, para que éste sea verdaderamente la fuente y el culmen de la vida cristiana2.

 

 

 

1. HISTORIA DEL ORDINARIO DE LA MISA

 

a) ¿Qué es el Ordinario de la Misa?

 

El Ordo missae u Ordinario de la Misa es la parte central del Misal romano que contiene la estructura fundamental, siempre igual, de la celebración de la Eucaristía. Ordo quiere decir “rito”,y es un término técnico que aparece en el lenguaje litúrgico relativamente tarde -en el siglo VII- para referirse al ordenamiento o estructuración de las acciones y de los gestos que integran una celebración. Junto a la palabra ordo se emplea también, a partir del siglo XI, el término ordinarium con idéntico significado.

 

       Actualmente la palabra ordo encabeza los títulos de la mayor parte de los

rituales de sacramentos y sacramentales (Ordo Baptismi Parvulorum, Ordo Confirmationis, Ordo Poenitentiae, etc.). La palabra ordinarium, en cambio, se encuentra en el título de la parte de la Liturgia de las Horas que describe la estructura de las distintas horas del Oficio y contiene los textos comunes de cada una. El Ordinario de la Liturgia de las Horas ocupa el mismo lugar y tiene la misma función que el Ordinario de la Misa.

 

En castellano, la palabra "ordinario", con la que se ha traducido el término ordo en el caso del Ordo missae, designa lo que es común, o lo que acontece a menudo, y también lo que es conforme a una regla u orden determinado. La expresión Ordo missae como título de la parte central del Misal aparece ya en el Missale Romanum promulgado en 1570 por el papa Pío V. El Ordo missae de este Misal era tributario, a su vez, del Ordo missae secundum consuetudinem Romanae Curiae del siglo XIII.

 

 

b) ¿Para qué nacieron los ordines?

 

Es interesante profundizar un poco el sentido de la palabra ordo y de su versión castellana "ordinario".

 

En efecto, los ordines nacieron como un complemento de los primeros libros litúrgicos, los leccionarios, sacramentarios y antifonales, para ofrecer a los celebrantes y a los ministros de las celebraciones litúrgicas unas normas que les orientasen en el desarrollo de los ritos. Hasta la aparición de los ordines, los libros litúrgicos se limitaban a contener las lecturas, las oraciones y los cantos, con algunas indicaciones rituales mínimas. Por tanto, los ordines han sido, sobre todo al principio, los ceremoniales de los distintos actos litúrgicos.

 

          Los ordines han prestado también otro gran servicio a la liturgia, al. asegurar la unidad de unos gestos y de unas acciones que tienen valor simbólico y producen una eficacia salvífica desde el punto de vista de la finalidad santificadora y cultural de las celebraciones. En este sentido el Ordo missae y los restantes ordines que han existido y existen para los distintos ritos de los sacramentos representan el resultado de una tarea de fijación y de determinación que a veces ha durado siglos. Por eso su estudio resulta decisivo para conocer la evolución y la adaptación de la liturgia a los tiempos y a los lugares.

                      Pero, además, los ordines son el resultado también de un acto positivo, de naturaleza jurídica, de quien tiene en la Iglesia la competencia de ordenar la sagrada liturgia, es decir, de la autoridad de la Iglesia, que reside en la Sede Apostólica y, según las normas del derecho, en el obispo diocesano3. La promulgación de un ordo es garantía de la unidad en el culto y de la pureza de un ritual que debe expresar la fe de la Iglesia (lex orandi-lex credendi); como lo es también de la continuidad en el ordenamiento fundamental de unos ritos que forman parte de la tradición eclesial. En efecto, desde los primeros tiempos de la liturgia cristiana, existe un cierto ordenamiento de algunas celebraciones, que en el caso de la Eucaristía se remonta al mismo Señor4. Algunos aspectos proceden de los apóstoles5 o de las Iglesias más antiguas.

 

 

c) Historia del Ordo missae

 

La primera descripción de la estructura de la celebración eucarística es el conocido texto de San Justino, hacia la mitad del siglo II6. El ordenamiento de la Eucaristía es muy elemental todavía: todos se reúnen el domingo; se hacen las lecturas de los profetas y de los apóstoles; el que preside hace la homilía, a la que sigue la intercesión universal; se presentan el pan y el vino mezclado con un poco de agua; sobre ellos el celebrante pronuncia la Plegaria eucarística, a la que todos se asocian respondiendo "Amén"; finalmente, se distribuyen los dones eucarísticos y se llevan también a los ausentes.

 

De la primera mitad del siglo VII es el famoso Ordo romanus I, que describe con toda riqueza de detalles la misa papal de entonces y que se ajusta perfectamente a la estructura de la celebración cuyos elementos eucológicos se encuentran en el Sacramentario gregoriano, sobre todo al ejemplar enviado por el papa Adriano a Carlornagno: ya se han añadido la procesión de entrada acompañada por el canto (Introito), el Kyrie y el Gloria, la colecta antes de las lecturas, el canto gradual y el Aleluya, la procesión de ofrendas con su canto (ofertorio), el Padrenuestro con su embolismo, el rito de la paz, el canto del Agnus Dei que acompaña a la fracción del pan, el canto de comunión con su salmo, la oración final (poscomunión) y la despedida.

 

A partir del siglo XI, los ordines de la Misa empiezan a introducir elementos de piedad personal del sacerdote, relegando poco a poco a los fieles, de los que ya ni siquiera se habla. Entran en el rito de la Misa las oraciones preparatorias (entre ellas el salmo 42 con su antífona Introibo ad altare Dei), la confesión general, el lavabo, e innumerables oraciones llamadas "apologías" antes y durante determinados ritos como la incensación, el beso del Evangeliario, la presentación de dones, etc. Estos ordines medievales de la Misa dejan una huella definitiva en la estructura de la celebración eucarística.

 

El Ordo missae del Misal de San Pío V supuso una revisión crítica de las innovaciones introducidas en la Edad Media, pero sobre todo fijó la estructura de la Eucaristía que ha caracterizado la liturgia romana durante cuatro siglos y que la expansión misionera extendió por todos los continentes. Sin embargo, la característica principal de este Ordo missae es su carácter de fruto de un Concilio que tuvo que hacer frente a la más grave crisis de la historia de la Iglesia en Occidente, la reforma protestante, que puso en duda aspectos esenciales del misterio eucarístico. En este sentido el Ordo missae de 1570, claramente innovador en muchos puntos, sobre todo de cara a las adiciones devocionalistas de la Edad Media, lograba una uniformidad total en la celebración de la Eucaristía. De velar por esa uniformidad se encargó la Congregaci6n de Ritos creada por el papa Sixto V en 1588.

 

 

2. EL ORDO MISSAE DEL MISAL DE 1970

 

a) Retoques en el Ordo Missae de 1570

 

La estabilidad y la uniformidad en el ordenamiento de la celebración eucarística, lograda por el Ordo missae del Misal de San Pío V, no impidieron reformas posteriores, como las que tuvieron lugar en 1604 bajo Clemente VIII, en 1634 bajo Urbano VIII y en 1914 bajo San Pío X. Anunciado ya el Concilio Vaticano II, el papa Juan XXIII mandó publicar en 1960

el Código de rúbricas, que incorporaba las modificaciones introducidas en las normas de la celebración y añadía algunos cambios nuevos, como la supresión del acto penitencial antes de la comunión y de la obligación de leer las lecturas por el celebrante principal en la Misa cantada cuando otro ministro las proclamaba, etc. El retoque más audaz en el Ordinario de la Misa se produjo el 13 de noviembre de 1962, poco después de iniciado el Concilio. Consistió en la introducción del nombre de San José en el Communicantes del Canon romano, la Plegaria eucarística única, hasta entonces, de la liturgia romana y que no había sido tocada jamás desde hacía catorce siglos.

 

 

b) Las disposiciones del Concilio Vaticano II

 

El Concilio Vaticano II, convocado y celebrado en unas circunstancias muy diferentes de aquellas en las que tuvo que desarrollarse el Concilio de Trento, dispuso la revisión del Ordinario de la Misa. El movimiento litúrgico, aceptado y bendecido por los papas San Pío X, Pío XI y Pío XII, había preparado el camino mediante la restauración del canto gregoriano, las misas dialogadas y un eficacísimo trabajo de estudio de las fuentes de la liturgia, unido a una catequesis popular de la Misa por medio de misales de los fieles y la insistencia en la participación sacramental en la Eucaristía como cumbre de la santificación del día del Señor.

 

He aquí la disposición del Concilio VaticanoII que se refiere a la reforma del Ordinario de la Misa:

 

“Para que el sacrificio de la Misa, aun por la forma de los ritos, alcance plena eficacia pastoral, el Sacrosanto Concilio, teniendo en cuenta las misas que se celebran con asistencia del pueblo, especialmente los domingos y fiestas de precepto, decreta lo siguiente: Revísese el Ordinario de la Misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión, y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles. En consecuencia, simplifíquense los ritos, conservando con cuidado la sustancia; suprímanse aquellas cosas menos útiles que con el correr del tiempo se han duplicado o añadido; restablézcanse, en cambio, de acuerdo con la primitiva norma de los Santos Padres, algunas cosas que han desaparecido a causa del tiempo, según se estime conveniente o necesario”7.

 

El Concilio, sin entrar en los detalles concretos de la revisión, dejaba muy claras algunas cosas: en primer lugar, la finalidad pastoral del Ordinario de la Misa (plena eficacia pastoral.. . atender sobre todo a las misas que se celebran con asistencia del pueblo, especialmente los domingos y fiestas de precepto, y hacer más fácil la participación de los fieles); en segundo lugar, realizar una tarea equilibrada de simplificación o supresión de lo que fuera necesario, pero conservando con cuidado la sustancia de los ritos; por último, restablecer de acuerdo con la primitiva norma de los Santos Padres algunas cosas desaparecidas.

 

Obviamente los encargados de llevar a cabo la revisión del Ordinario de la Misa deberían tener en cuenta también los principios generales de la reforma litúrgica, en particular estos:

 

                      - “Para conservar la sana tradición y abrir el camino a un progreso legítimo, debe preceder siempre una concienzuda investigación teológica, histórica y pastoral... No se introduzcan innovaciones si no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia, y sólo después de haber tenido la precaución de que las nuevas formas se desarrollen, por decirlo así, orgánicamente, a partir de las ya existentes”8.

 

                      - “Los ritos deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones”9

 

          - “La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia"10. "Al revisar los libros litúrgicos, salvada la unidad substancial del Rito Romano, se admitirán variaciones y adaptaciones legítimas”11. “Las adaptaciones que se consideren útiles y necesarias se propondrán a la Sede Apostólica para introducirlas con su consentimiento”12.

 

Sobre el Ordinario de la Misa versaban también otras disposiciones Conciliares más concretas, acerca de la mayor riqueza bíblica en el Misal13, la obligatoriedad de la homilía14 , el restablecimiento de la oración universal de los fieles15, el uso de las lenguas modernas16, la comunión bajo las dos especies17 y la concelebración18.

 

 

c) La publicación del Ordo missae renovado

 

El 3 de abril de 1969, Jueves Santo, el Papa Pablo VI firmaba la Constitución Apostólica Missale romanum por la que promulgaba el Misal romano reformado por mandato del Concilio Vaticano II y, por consiguiente, el nuevo Ordo missae. Con él se hacía pública también la Ordenación general del Misal romano (OGMR), documento de presentación de la estructura u ordenamiento actual de la celebración eucarística. En efecto, la OGMR, a medida que describe los elementos y las partes de la Misa, los oficios y ministerios, las formas de celebrarla, los requisitos y otras normas, va explicando con la más exquisita pedagogía los aspectos catequéticos y pastorales de todo el Ordinario de la Misa. En 1970, al aparecer la edición completa y típica del Misal romano, esta OGMR fue precedida de una introducción de naturaleza teológica, para salir al paso de algunas críticas que se habían hecho al Ordo missae y reafirmar la continuidad no interrumpida de este rito respecto a toda la tradición precedente, y de modo particular respecto de la doctrina del Concilio de Trento.

 

3. VALORES DEL ACTUAL ORDINARIO DE LA MISA

 

a) Ventajas del Ordo missae de 1969 respecto del de 1570

 

El Concilio Vaticano II ya señaló algunos inconvenientes del antiguo Ordo, y dispuso la simplificación y supresión de elementos innecesarios, a la vez que mandaba el restablecimiento de algunos ritos de acuerdo con la primitiva norma de los Santos Padres19. El resultado de la amplia y profunda obra de restauración del Ordo missae llevada a cabo por el Coetus 10 del Consilium permitió apreciar los valores siguientes del Ordinario de la Misa del Misal de Pablo VI:

 

                      - La Eucaristía, como quiso el Concilio, está en el vértice y en el centro de toda la vida litúrgica y sacramental, de manera que la actual estructura de la celebración eucarística hace posible la inclusión en ella de algunos sacramentos y sacramentales20.

 

                     - La Eucaristía aparece como un solo acto de culto, pero con las partes fundamentales, liturgia de la Palabra y liturgia de la Eucaristía, perfectamente diferenciadas, debiendo desarrollarse en lugares distintos: sede, ambón y altar.

 

                     - La estructura básica de la celebración eucarística, o sea, la celebración normal y típica es la Misa en la que el pueblo está presente y en la que intervienen los diversos ministerios litúrgicos. La Misa sin el pueblo tiene también su razón de ser y para regularla se confeccionó el Ordo missae sine populo, con las oportunas adaptaciones.

 

                      - El Ordinario de la Misa celebrada con participación del pueblo facilita una celebración plena e integradora del conjunto de ritos y de textos (lecturas, preces, oraciones presidenciales, cantos), sin duplicados ni repeticiones. Así, por ejemplo, lo normal es que se cante en determinados momentos, uniéndose los ministros al canto de la asamblea.

 

          - El ordenamiento actual de la Misa facilita el ejercicio de la función litúrgica de la asamblea y de su presidente. Los fieles ya no son meros asistentes o espectadores sino que son, de algún modo, "con-celebrantes", pues participan de acuerdo con su misión de pueblo sacerdotal. Los ministros no sólo están al servicio de la palabra de Dios o del altar, sino también al servicio de la asamblea.

 

                      - El rito actual de la Misa ha facilitado también unas celebraciones diferenciadas, por ejemplo, para grupos especiales, y de modo particular para introducir a los niños en la participación en la Eucaristía.

 

          - La concelebración y la comunión bajo las dos especies, en las circunstancias previstas por las normas litúrgicas, no suponen alteración alguna en la estructura y en el ritmo de la celebración.

 

b) Examen del Ordo missae renovado

 

                     Además de estos valores de tipo general, que se aprecian en el conjunto de la celebración, la revisión del Ordinario de la Misa ha puesto de relieve aspectos y ritos concretos, recuperando unos, instaurando o creando otros, y ajustando también alguno. En concreto:

 

1) En los ritos iniciales (cf. OGMR 24-32):

 

          - Se ha revalorizado el canto (procesional) de entrada.

 

- Se ha introducido el saludo litúrgico del celebrante al pueblo, a continuación de la señal de la cruz.

 

- El saludo puede prolongarse con una breve monición que introduzca en la liturgia del día.

 

- Se ha instaurado, convirtiéndolo en comunitario, el acto penitencial, para el que se proponen tres tipos.

 

- Las invocaciones Kyrie y Christe se reducen en número, y pueden formar parte del acto penitencial.

 

- El rito de la aspersión puede sustituir el acto penitencial.

 

- El Gloria es más claramente un elemento festivo.

 

           - La colecta ha recuperado su verdadero nombre y es única en cada Misa. El Misal romano contiene un riquísimo caudal de colectas, tomadas del antiguo patrimonio eucológico romano y de otras liturgias, o creadas recientemente.

 

2) En la liturgia de la Palabra (cf. OGMR 33-47):

 

          - Se ha revalorizado esta parte de la Misa y se ha estructurado de manera que tiene su momento cumbre en la proclamación del Evangelio. El Leccionario de la Misa es uno de los mayores aciertos de la reforma litúrgica, al haber puesto a disposici6n de todos los fieles los tesoros bíblicos de la Iglesia21.

 

          - Los domingos y las solemnidades tienen dos lecturas antes del Evangelio (Antiguo Testamento o profecía -en el tiempo pascual, el libro de los Hechos de los Apóstoles-, y las cartas del Nuevo Testamento o apóstol).

 

- Se ha instaurado el Salmo responsorial, cantado por un salmista o recitado por un lector. El pueblo participa en el salmo por medio de un estribillo o lo escucha en silencio.

 

- El Aleluya se mantiene, ante todo para ser cantado.

 

- El Evangelio es proclamado por el diácono preferentemente, con toda solemnidad.

 

- Subsisten dos breves oraciones privadas antes del Evangelio y después de su proclamación.

 

- La homilía aparece como "parte integrante" de la liturgia, y es obligatoria los domingos y fiestas.

 

- El Símbolo ha sido revalorizado como expresión de la fe bautismal al quedar ligado sobre todo a los domingos.

 

- Después de casi catorce siglos, se ha recuperado la Oración universal de los fieles en la Misa ordinaria.

 

3) En la liturgia eucarística (cf. OGMR 48-56):

 

- La preparación de los dones ya no se llama "ofertorio" (en realidad este nombre correspondía solamente al canto que acompañaba la procesión de ofrendas).

 

- Se recupera la procesión de ofrendas, pero se simplifican los gestos de colocación sobre el altar del pan y del vino. Se introducen unas bendiciones de corte berakático, que pueden decirse en voz alta.

 

- El gesto del lavabo se relaciona con la purificación interior, con un versículo del salmo 50, en lugar de todo el salmo 25.

 

- Se mantienen dos breves oraciones privadas, al echar el agua en el vino y al terminar la preparación de los dones.

 

- El "Orad, hermanos' se dirige ahora a todo el pueblo, y no sólo a los ministros.

 

-La oración sobre las ofrendas clausura la preparación de los dones y concluye con la conclusión breve. Ya no es "secreta", de manera que la conclusión ya no pertenece al diálogo del prefacio.

 

- La Plegaria eucarística debe decirse con voz inteligible. Ha sido revalorizada como momento cumbre de esta parte de la Misa. Se han simplificado los gestos que tienen lugar dentro de ella y se ha ampliado la participación del pueblo mediante la aclamación que sigue al relato de la Institución. El Canon romano puede abreviarse en las listas de los santos, se ha aumentado considerablemente el número de prefacios, se tiene en cuenta la concelebración, y puede elegirse entre cuatro Plegarias eucarísticas oficiales y varias autorizadas. Algunas partes de la Plegaria eucarística pueden cantarse.

 

- Se ha revalorizado el Amén final de la Plegaria eucarística.

 

- Los ritos de preparación de la comunión forman ahora una secuencia ordenada.

 

- El Padrenuestro es cantado o recitado por toda la asamblea. Se ha abreviado el embolismo que lo cierra y se ha introducido una aclamación doxológica al final.

 

- Se ha instaurado el rito de la paz, transformando en pública una de las oraciones privadas del sacerdote e invitando a los fieles a darse la paz después de haberla manifestado el celebrante principal.

 

- El rito de la fracción se ha revalorizado como gesto que evoca el nombre más antiguo de la Eucaristía. Se acompaña con el canto o la recitación del "Cordero de Dios", que ha vuelto a su función primitiva de canto de la fracción del pan.

 

- Se mantiene una oración privada, a elegir entre las dos propuestas.

 

-Se ha simplificado la ostensión del pan eucarístico, añadiéndose también una alusión al sentido escatológico de la Eucaristía.

 

- La forma de dar la comunión a los fieles ha recuperado (ya antes de la proclamación del Ordo missae de 1969) el antiguo diálogo entre el ministro y el fiel: "El Cuerpo de Cristo", "Amén", que profesa la fe en el misterio eucarístico.

 

- Se ha revalorizado el canto de comunión, que se puede ejecutar con salmo o sin él. El Misal propone, en las misas dominicales, hasta dos antífonas de la comunión. Estas antífonas, bíblicas siempre y a menudo evangélicas, constituyen una riqueza todavía desconocida del Misal romano.

 

- La purificación de los vasos sagrados no es un gesto significativo, sino funcional. Puede hacerse a un lado del altar o en la credencia, incluso después de la Misa. Subsiste, no obstante, la última de las oraciones privadas.

 

- Se ha introducido el recogimiento silencioso después de la comunión, pero puede también cantarse un himno o un salmo de alabanza.

 

- La oración después de la comunión se termina también con la conclusión breve.

 

4) En los ritos de conclusión (cf. OGMR 57):

 

- Se ha previsto la supresión de estos ritos cuando sigue otra acción litúrgica.

 

- Antes del saludo, se pueden dar los avisos oportunos.

 

- La bendición sacerdotal puede hacerse con fórmula solemne, habiéndose introducido para ello una serie de textos de origen hispano-galicano.

 

- La despedida invita a volver a los quehaceres de cada uno.

 

- El Ordo missae y la OGMR no mencionan el canto final.

 

 

4. EL ORDO MISSAE EN LA PRÁCTICA DE

NUESTRAS CELEBRACIONES

 

Después de este repaso de la historia antigua y reciente del Ordinario de la Misa, cabe preguntarse si se ha llevado a cabo más que un mero cambio de ritos y gestos. El gran objetivo

del Ordo missae no lo constituían los cambios, sino el que los fieles, incluyendo también a los propios ministros celebrantes, "no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada22

 

                   Por eso es bueno detenerse a examinar la celebración de la Eucaristía, el acto central de la liturgia cristiana, para consolidar los aciertos de la reforma y enmendar los fallos y las corruptelas que se han podido introducir en la aplicación de ésta. La unificación del texto castellano del Ordinario de la Misa y de las Plegarias eucarísticas es una buena ocasión, como se dice al principio de este capítulo.

 

 

a) Fallos que es preciso corregir

 

Hay que reconocer que existen algunos defectos bastante generalizados en nuestras celebraciones. Por eso, es bueno preguntarse: ¿Se está utilizando bien el Ordinario de la Misa? ¿Se extraen todas las riquezas y posibilidades? ¿A qué se debe el que todavía muchas celebraciones, a pesar de su evidente mejora, son frías, rutinarias, llenas de verbalismo?

 

Sin duda, hoy no se puede presidir una celebración litúrgica o ejercer una función ministerial cualquiera como se hacía hace veinticinco o treinta años, en que bastaba haber leído las rúbricas con un poco de atención. Hoy, cuando ni siquiera esto se hace muchas veces, la tarea de presidir la celebraci6n y de realizar unos gestos litúrgicos y de proclamar unos textos se ha hecho más difícil porque vivimos en un mundo dominado por los grandes medios audiovisuales. A los celebrantes se les pide un esfuerzo mayor, no para llegar a ser expertos en comunicación, capaces de dominar todos los recursos de la comparencia en público y de dar imagen para vender un mensaje o un programa, pero sí para actuar con el mínimo de dignidad y compostura litúrgica que requieren la celebración del misterio de la fe y la actuación ante una asamblea.

 

Todo esto no es más que un medio al servicio de la participación interior y fructuosa de los fieles en la Santa Misa, pero, sin embargo, es del todo necesario.

 

Por tanto, ¿qué conviene mejorar o corregir en la actuación o puesta en práctica del actual ordenamiento de la celebración eucarística? Sin tratar de ser exhaustivos, se podrían señalar algunos de los fallos más frecuentes, para que cada lector realice su propio examen como celebrante o participante en la Eucaristía:

 

- No se conoce suficientemente el Ordinario de la Misa, y la OGMR no ha sido apenas estudiada. ¿Quién ha leído las rúbricas -la letra pequeña y en rojo- del Ordinario de la Misa y las ha contrastado con lo que dice la OGMR?

 

- Hay demasiada improvisación. Se sale a presidir la Eucaristía sin preparación espiritual previa, o sin haber cuidado o revisado algunos detalles, como por ejemplo, el registro de los libros, etc. ¿El equipo litúrgico está sólo para las celebraciones extraordinarias? ¿Y dónde no hay equipo litúrgico?

 

- Muchos celebrantes se sitúan frente a la asamblea, no dentro de ella, naturalmente con el talante y el modo de hablar y actuar. ¿Son conscientes los celebrantes de que son signos vivos de Cristo cabeza y buen Pastor de la Iglesia? ¿Saben ser guías y hermanos, a la vez?

 

- Las formas de recitar las oraciones, de dirigirse a los fieles en los saludos, de hacer la homilía, de dar los avisos oportunos, etc., denota ausencia y lejanía muchas veces. ¿Saben los que presiden la celebración que oran en nombre de una comunidad que tiene que asociarse a esta plegaria? ¿Caen en la cuenta de que a menudo no funciona la comunicación entre la sede o el ambón y la nave?

 

- Hay celebrantes esclavos del reloj, pero sin conciencia de que toda la celebración tiene un ritmo y cada parte requiere su tiempo. ¿A qué se debe alargarse tanto en la homilía, y acelerar después, para acabar en el tiempo previsto?

 

- A menudo faltan colaboradores en la liturgia, especialmente en las comunidades rurales. El presbítero tiene que hacerlo todo, y se siente solo y desalentado. ¿Cómo despertar la corresponsabilidad entre los fieles, laicos y religiosos.?

 

- Las celebraciones son demasiado idénticas a sí mismas, demasiado rutinarias, no ya en la estructura fundamental, sino también en aquellas partes o elementos que el Ordinario de la Misa deja a la elección y a la adaptación del presidente de la celebración. ¿Por qué no se practica esta sana creatividad permitida y hasta estimulada en los libros lítúrgicos?

 

- A veces una celebración resulta fría porque el presidente no ha sabido presentarse con rostro sereno y palabras amables al principio, sobre todo si ha faltado el canto de entrada adecuado. ¿Se es consciente del valor de los momentos iniciales de la Misa? ¿Por qué no se empieza a preparar a la asamblea creando un espacio de silencio, por ejemplo, con música ambiental, o con un breve ensayo?

 

- Los lectores no siempre leen con la pausa, claridad y tono adecuados. No han preparado las lecturas. ¿Por qué todavía se invita a leer a personas voluntarias?

 

- El salmo responsorial sigue siendo la cenicienta de la liturgia de la palabra. ¿Cómo convencer a tantos directores del canto o a pequeños y grandes coros que la palabra de Dios de este salmo no puede ser sustituida por cualquier cosa? ¿Los presidentes han desertado de la función de elegir también los cantos y la han puesto en manos del grupo de cantores? ¿Está preparado este grupo?

 

- Las homilías son muchas veces divagaciones o variaciones de un tema ya conocido, que no explican la palabra de Dios ni la aplican a la vida, ni introducen en el misterio. Simplemente salen del paso.

 

- No pocos celebrantes compiten durante la preparación de los dones con el órgano o los cantores, esforzándose en que se oigan las fórmulas que acompañan la presentación del pan y del cáliz. ¿Han leído lo que dice el Ordinario de la Misa acerca de estas fórmulas?

 

- El lavabo es omitido con cierta frecuencia. ¿Es porque no se le encuentra sentido o porque, al realizarlo de manera insignificante -mojando la punta de los dedos-, se le ha despojado de sentido?

 

- La Plegaria eucarística II va camino de convertirse en la única de la liturgia romana, tan  solitario como el Canon romano durante catorce siglos, aunque esta soledad era explicable. ¿Cuál es la causa del uso casi exclusivo de la Plegaria eucarística II: la pereza, la ignorancia del valor de cada Plegaria eucarística, la apatía? ¿Por que no se cantan las partes que pueden cantarse, ni siquiera en las concelebraciones?

 

- El Padrenuestro no parece merecer mayor respeto en  algunas comunidades. ¿A qué obedecen los cantos introductorios o consiguiente, y las variaciones en el texto litúrgico de la oración del Señor?

 

-En algunas celebraciones se hace tan largo y tan efusivo el rito de la paz -con o sin canto- que se rompe la secuencia de la preparación de la comunión y se oscurece el gesto

-fundamental- de la fracción del pan. ¿Falta sentido de la proporción o se debe a que hay que potenciar el gesto de darse la paz? ¿Quién ha leído lo que dice el Ordinario de la Misa sobre este rito?

 

- El silencio es el gran ausente de muchas celebraciones. No sólo en el acto penitencial y después de la invitación a orar, o después de las lecturas o la homilía, también después de la comunión. ¿Es prisa, el deseo de concluir la celebración, o el temor espiritual, lo que motiva el que apenas se observe este silencio sagrado?

 

- Las fórmulas de bendición más solemnes, como la oración sobre el pueblo y las bendiciones tripartitas que tiene el Misal en el apéndice del Ordinario de la Misa se usan muy poco. ¿No se las conoce o da igual usarlas que no usarlas?

 

Esta serie puede ayudar a tomar conciencia de unos fallos que hay que corregir en sus causas. No se dan todos a la vez ni, por supuesto, en todas partes, pero es bueno que se detecten y se corrijan donde sea necesario.

 

 

b) Aspectos en los que es necesario insistir de nuevo

 

Aún es más importante aprovechar la publicación y puesta en práctica del texto castellano unificado del Ordinario de la Misa para completar la reforma que se llevó a cabo en el rito de la Eucaristía. Ahora no se trata de introducir nuevos cambios rituales, sino algunas variaciones en fórmulas y aclaraciones, en el Credo, en el Padrenuestro y en algunas Plegarias

eucarísticas. Pero, como se dice al comienzo de este trabajo, la unificación del texto del Ordinario y de las Plegarias eucarísticas aprobadas es una buena oportunidad para conocer y dar a conocer aquellos cambios u opciones que, introducidos a su debido tiempo, son de trascendencia para los fines de la celebración eucarística.

 

Lo que sigue pretende poner de relieve aquellos elementos del Ordinario de la Misa en los que ahora se produce alguna variación en los textos, o la posibilidad de emplear otras alternativas, en orden a una explicación catequética para los fieles y de cara a mejorar también la celebración.

 

 

1. El saludo inicial

 

La introducción de nuevas fórmulas de saludo para el momento inicial de la celebración invita a reflexionar sobre el valor de este primer contacto del presidente con la comunidad para la que va a actuar como signo visible de Cristo y en nombre de la cual va a dirigir la Plegaria eucarística23.

 

La asamblea que se reúne no es una asamblea cualquiera. Es una asamblea de fe, de cristianos en torno al altar del Señor, que se han congregado en su nombre24. El signo de la cruz y la invocación trinitaria, con los que se ha abierto la celebración, son una referencia al carácter bautismal de los miembros de esta asamblea de fe.

 

En esta perspectiva, el saludo dirigido a los fieles por el celebrante principal no es sólo una palabra de bienvenida o de encuentro personal, sino un saludo religioso, marcado por una común vocación y gracia divina. Lo expresan muy bien todas las fórmulas de saludos, tomadas más o menos directamente del Nuevo Testamento. El saludo es un augurio de bendición de parte de Dios, que ha convocado a su pueblo y le ofrece su paz y su misericordia25.

 

A las palabras de saludo corresponde la respuesta de la asamblea de los fieles, en la misma línea religiosa y bíblica, poniendo de relieve la naturaleza dialógica de toda la celebración eucarística. En el saludo y en la respuesta se condensa todo el misterio de la Iglesia congregada para celebrar el misterio de la fe.

 

Es fundamental realizar bien este saludo con el gesto que lo acompaña. La mirada y el tono cordial son decisivos para la verdad del signo y para la eficacia de la comunicación interpersonal y religiosa entre el sacerdote y el pueblo. Especialmente los domingos y en los días de convocatoria no habitual, este saludo puede ser cantado.

 

 

2. El acto penitencial

 

 

            El Ordinario de la Misa se enriquece con nuevas fórmulas para invitar al acto penitencial y con varias series de invocaciones para el tercer modo de hacerlo.

 

Este es uno de los ritos que con el tiempo habían caído en desuso y ahora han sido instaurarlos según la primitiva concepción de los Padres. Es un rito "de reconciliación con Dios y con los hermanos", como lo define la Constitución Apostólica Missale romanum. Mediante este acto, el celebrante que preside y todos los fieles se reconocen pecadores delante de Dios y del prójimo y piden perdón. De este modo la asamblea se prepara para escuchar la palabra de Dios y celebrar los divinos misterios.

 

Los tres modos de realizar el acto penitencial tienen una misma estructura que facilita la participación de los fieles:

 

- invitación a reconocerse pecadores;

 

- breve silencio para el examen interior;

 

- confesión o petición de perdón;

 

- plegaria sacerdotal que invoca la misericordia divina.

 

                      No obstante, cada modo tiene también su peculiaridad propia: reconociendo el pecado, se pide la ayuda de la intercesión de toda la Iglesia (primer modo); conscientes de haber pecado se manifiesta la esperanza en la salvación de Dios (segundo modo) confiando en Jesucristo, el Señor, se invoca su misericordia (tercer modo). La plegaria sacerdotal no tiene valor absolutorio ni el rito tiene carácter sacramental, pero no se le puede negar una cierta eficacia purificadora en virtud de la oración de la Iglesia.

 

          Los tres modos deben usarse alternativamente, pero el tercero parece más adaptado para el canto, especialmente según los tiempos litúrgicos y las fiestas. Si se canta, las innovaciones son pronunciadas o cantadas por el sacerdote o por un ministro o por el coro; la respuesta la canta toda la asamblea.

 

 

3. La aspersión con el agua bendita

 

          La edición típica del Misal romano contenía en un Apéndice el "Rito para la bendición del agua y aspersión con el agua bendita", para los domingos, en lugar del acto penitencial. Sin embargo, en el Ordinario de la Misa no se decía nada al respecto. Esto ha hecho que no se haya tenido en cuenta este rito que recuerda la purificación bautismal que nos abrió el acceso a la Eucaristía.

 

          Para que todos tengan en cuenta esta posibilidad, que se da también en las misas vespertinas de los sábados, el Ordinario de la Misa contiene ahora una rúbrica en la que recomienda la bendición y aspersión del agua los domingos, especialmente durante el tiempo de Pascua. En el Apéndice figuran, además de las dos fórmulas de bendición del agua que contenía el Misal romano, otras dos nuevas.

 

Es de esperar que se restaure la práctica de este rito tan significativo, ligado de alguna manera con el acto penitencial del comienzo de la Misa, cuyo puesto ocupa cuando se realiza.

 

 

4. La aclamación después del Evangelio

 

La versión castellana del Ordo missae publicado en 1969 había traducido la aclamación Laus tibi, Christe, del final del Evangelio, de la misma manera que la aclamación Deo gratias de las lecturas anteriores: "Te alabamos, Señor", sin duda para facilitar la respuesta de los fieles. Ahora se corrige la anomalía, y la aclamación al texto evangélico sonará así: "Gloria a ti, Señor Jesús". Además, se introducen otras respuestas de alabanza a Jesucristo, si la aclamación es cantada.

 

          La aclamación después del Evangelio viene a ser de hecho un complemento del canto del Aleluya y de su versículo o del canto que precede al Evangelio, si se ha hecho éste. En todo caso la aclamación contribuye a que los fieles tomen conciencia de la proclamación del Evangelio que tiene una dignidad especial dentro de la liturgia de la palabra, precisamente porque es la palabra del Señor, de manera que, a través de la acción del diácono que la proclama, "Cristo sigue anunciando el Evangelio”26.

 

 

5. El Credo

 

Tanto en la Argentina, como en otros países de América, se podía usar tanto el Símbolo niceno-constantinopolitano como el llamado Símbolo apostólico. En algunos sitios, es probable que éste último sea el único conocido por la mayoría de los fieles. Sin embargo, es útil recordar la existencia de los dos Símbolos, y la conveniencia de que ambos sean conocidos por todos.

 

Respecto del Símbolo niceno-constantinopolitano, la versión publicada en España había traducido Credo in unum Deum, confiteor unum baptisma, y expecto resurrectionem mortuorum ("Creemos en un solo Dios, reconocemos un solo Bautismo, esperamos la resurrección de los muertos"), queriendo recordar la formulación de la liturgia hispano-mozárabe, redactada precisamente en plural: Credimus in unum Deum. ..

 

Sin embargo, en aras de la unificación del texto castellano del Ordo missae y ajustándose más al sentido personal-individual de la profesión de fe bautismal, de la que el símbolo es prolongación litúrgica y dogmática, la versión unificada actual ha confirmado el singular. Esta modificación sólo afecta a  España y a los países que utilizaban esta fórmula.

 

La profesión de fe en el contexto de la celebración eucarística expresa el asentimiento de cada uno y la respuesta personal a la palabra de Dios escuchada en las lecturas y por medio de la homilía, y recuerda la regla común de la fe antes de comenzar la acción eucarística27.

 

          El Símbolo se recita o se canta estando de pie28. Sería oportuno que los fieles supiesen cantar el Símbolo nicenoconstantinopolitano en latín29.  Para facilitar este canto, el Ordinario de la Misa ha incorporado el texto latino, como ha hecho también con el Gloria y otros cánticos invariables.

 

 

6. La Plegaria eucarística

 

De acuerdo con la finalidad de este estudio recordatorio de algunos aspectos del Ordinario de la Misa, conviene decir algo acerca del modo de recitar la Plegaria eucarística y sobre las aclamaciones que siguen a la consagración30.

 

          Acerca del modo de recitar la Plegaria eucarística conviene recordar, en primer lugar, que es una plegaria presidencial, es decir, que corresponde al sacerdote que preside la celebración -y a los que concelebran con él en las partes que se han de decir en común-. El celebrante principal actúa, por tanto, como ministro de Cristo en su nombre (in persona Christi) y como intérprete y portavoz de la oración del pueblo santo y de todos los circunstantes31. Esto exige que la pronuncie con voz alta y clara, para que todos la escuchen atentamente; y que durante la Plegaria el órgano y otros instrumentos guarden silencio32. La asamblea no está en actitud pasiva, sino en sintonía con el celebrante, interviniendo únicamente en las aclamaciones con las que a su debido tiempo expresa su adhesión a la Plegaria del que preside haciendo las veces de Cristo. Intervenir fuera del modo previsto, como ocurre cuando toda la asamblea dice la doxología, desfigura la función del ministerio sacerdotal y distorsiona la imagen de la misma asamblea que representa a la Iglesia.

La Plegaria eucarística, por otra parte, posee tal dignidad entre todas las oraciones presidenciales, que a nadie le está permitido alterar el texto formulado, el cual tiene estructura y contenidos peculiares y propios, Y menos aun sustituirlo por otro no aprobado por la autoridad competente o de creatividad privada. "El sentido de esta oración es que toda la congregación se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio”33. Con razón se considera a la Plegaria eucarística como una ampliación de la fórmula sacerdotal de la Eucaristía, pues en toda ella se expresa la acción de gracias, el memorial, la epíclesis y la ofrenda del sacrificio.

 

En cuanto a las aclamaciones después de la consagración y al “Amén” es conveniente que se cante. Para el canto y la variedad de las respuestas previstas, el texto unificado del Ordinario de la Misa que se publica ahora ha hecho preceder a cada aclamación de una o dos invitaciones distintas del celebrante principal. De este modo el pueblo se une con una u otra aclamación. Desde el punto de vista musical, la invitación del sacerdote facilitará también la respuesta de la asamblea.

 

          Estas aclamaciones tienen un valor diferente a las otras que hay en la Plegaria Eucarística (diálogo del prefacio, santo y amén final). En primer lugar acompañan la proclamación del mysteirum fidei, hecha por el sacerdote . En segundo lugar constituyen un breve desarrollo y anuncio de la anámnesis que el celebrante se dispone a realizar. La riqueza de la expresión mysterium fidei, que estuvo entre las palabras de la consagraci6n del cáliz hasta la promulgación del Ordo missae en 1969, es tan grande que al preparar el texto unificado castellano del Ordinario de la Misa se ha preferido no optar por una sola versión y ofrecer tres en cambio: "Este es el sacramento de nuestra fe" , "Este es el misterio de la fe" y "Aclamad el misterio de la redención".

 

          El Misterio de la fe, que se nos da en el Sacramento de la fe (los dones eucarísticos), es la muerte y resurrección del Señor con la donación del Espíritu Santo, o sea nuestra redención. Dicho de otro modo, es el misterio pascual proclamado, cumplido y actualizado en la celebración eucarística.

 

 

CAPITULO V

 

Catequesis litúrgicas sobre las Plegarias

eucarísticas autorizadas

 

I. LAS RAÍCES DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

 

             1. La plegaria de bendición judía

 

El estudio sobre las fuentes tradicionales de la Plegaria eucarística, que exigió la aplicación de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, llevó a constatar sus raíces fundamentales en la berakáh o gran oración de bendición y acción de gracias judía. Esta oración estaba constituida, sobre todo, por una invocación de alabanza del nombre de Dios, recordando y dándole gracias por sus maravillas realizadas en la creación y en su intervención salvífica en la historia de su pueblo -anámnesis o memorial-. Le seguía una oración de súplica o intercesión para que manifestase en el presente su acción beneficiosa, porque los hechos anunciados y recordados son garantía de la fidelidad de su amor. Y terminaba con una doxología solemne o invocación glorificante del nombre de Dios.

 

Se trataba de una expresión coral y solemne del singular coloquio que nace entre el Dios de la Alianza y el hombre salvado. Una plegaria centrada en la historia del amor de Dios y que giraba en torno a dos ejes: el recuerdo de los beneficios de Dios, testimoniados por su palabra -la creación, la ley y la elección de Israel-, y la súplica para que se acuerde de su pueblo estableciendo su reinado.

 

Tal plegaria aparece, pues, como el lugar de la memoria del amor de Dios, radicalizada en la acción de gracias y abierta a la intercesión fraterna.

 

2.La gran plegaria de acción de gracias en memoria de Cristo

 

Inspirada en esta plegaria judía, los gestos de Jesús en su Cena y los acontecimientos de su Pascua la planificarán y transformarán en la Plegaria eucarística de su Iglesia.

 

          La bendición del pan por parte de Jesús lo significará no ya como recuerdo de la liberación  antigua, sino de la liberación redentora por su pasión y muerte, estableciendo una relación  entre el pan partido y su cuerpo sacrificado. La acción de gracias sobre el cáliz evocará la nueva Alianza sellada con su sangre.

 

          La Pascua de Jesús será la nueva maravilla obrada por el amor de Dios, en cuyo recuerdo toda la historia salvífica es recapitulada: Cristo es contemplado y celebrado como la Palabra del Padre que crea, anuncia, prepara y realiza la salvación.

 

          El don del Espíritu, fruto de la Pascua del Señor, introducirá un elemento nuevo: la epíclesis o invocación de su presencia para que transforme el pan en el Cuerpo de Cristo y a la propia Iglesia reunida en Cuerpo del Señor.

 

Las intercesiones serán por la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios que sucede a Israel, y

que se constituye como local, en torno a su Obispo con los presbíteros, y como católica, en torno al Papa con el colegio episcopal, a fin de que, siendo ofrenda agradable a Dios y fiel testimonio en el mundo del amor del Señor, llegue al reino definitivo, donde esperan ya otros hermanos.

 

 

3. El desarrollo en el caminar creyente de la Iglesia

 

Así, pues, una comprensión, cada vez más lúcida, de la novedad definitiva del

misterio pascual de Cristo irá distinguiendo la celebración de la nueva Alianza en la memoria litúrgica. En ella viene continuamente actualizado el don del Espíritu a la Iglesia,

convocada como signo de fraternidad y esperanza.

 

          La exigencia de confesar la fe en lo que Dios ha realizado por nosotros en Cristo Jesús conducirá, por una progresiva experiencia de la palabra y desde una reflexión dogmática más matizada, a una mayor comprensión de la fe. La liturgia será motivo y ocasión para proclamarla con expresión auténtica.

 

 

II. LA ESTRUCTURA FUNDAMENTAL DE LA

PLEGARIA EUCARÍSTICA

 

1. Sus elementos esenciales

 

                       La Ordenación general del Misal romano define la naturaleza de la Plegaria eucarística afirmando: "Ahora comienza el centro y cumbre de toda la celebración: la Plegaria  eucarística, es decir, la plegaria de acción de gracias y de consagración... El significado de esta oración es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en alabanza de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio”1.

 

A continuación, la misma Ordenación general enumera los elementos que constituyen la Plegaria eucarística:

 

                      a) la acción de gracias cantada en el prefacio, "en la que el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, fiesta o tiempo litúrgico";

 

          b) la aclamación del Sanctus y eventual prolongación del prefacio;

 

          c) la epíclesis o invocación del Espíritu sobre los dones;

 

          d) el relato de la institución y consagración del pan y del vino;

 

          e) la anámnesis o memorial de Cristo, recordándolo en su Pascua;

 

          f) la oblación, en la que la Iglesia reunida ofrece y se ofrece con Cristo al Padre;

 

          g) la invocación del Espíritu sobre los oferentes;

 

                      h) las intercesiones -en comunión con toda la Iglesia, -celeste y terrena- por todos los miembros vivos y difuntos, que han sido llamados a participar de la salvación y redención adquiridas por el Cuerpo de Cristo;

 

          i) la doxología final y la respuesta del “Amén”2.

 

 

2. Su cometido en el seno de la acción litúrgica

 

                      La Plegaria eucarística no es sólo narración o proclamación, enseñanza o edificación, exposición catequética o tratado teológico -aunque sean aspectos que están presentes en ella-. Es, ante todo y sobre todo, oración, prex por excelencia. Plegaria que pretende cumplir lo que Cristo ha instituido como memorial y expresar el significado del mandato del Señor. Oración que intenta conducir a los participantes al grado más alto de implicación existencial en el misterio eucarístico.

 

Dada la riqueza de su contenido, no se puede agotar doctrinalmente toda la grandeza de este "misterio de la fe"3,  y se ha de conformar con presentar algunos aspectos oportunos y fundamentales contenidos en él. Dada la plenitud existencial de su significado, ha de conformar y apremiar la sensibilidad creativa y la disponibilidad de los celebrantes, a fin de hacer posible la adhesión de la comunidad a la acción eucarística. Permanece, pues, siempre un espacio para multitud de plegarias, dada la multiplicidad de aspectos y situaciones que abarca, pues es lógico que un solo "canon" o plegaria no agote todos los aspectos del misterio que celebra, o que exprese, con suficiente nitidez, aquellos que aquí y hoy cobran especial significación.

 

 

 

III. EL ENRIQUECIMIENTO ANAFÓRICO DEL MISAL ROMANO

 

       1.  Recuperación de la tradición

          El intenso trabajo de renovación de la celebración litúrgica, acometido por la reforma del Vaticano II, tenía que desembocar en el problema del "canon romano". Texto venerado y  precioso por doctrina y espiritualidad, pero algo deficiente en cuanto a una claridad de  expresión y a un desarrollo congruente, que facilite una participación activa y comprensible por parte de la asamblea.

 

          Ya el Sínodo de Obispos de 1967 se había hecho eco del deseo manifestado por fieles, sacerdotes y liturgistas de una reforma al respecto. Pero, no admitiendo el texto una corrección plena sin deteriorarlo fundamentalmente, prevaleció la tesis de recuperar la tradición y facilitar el significado del memorial eucarístico, enriqueciendo el Misal con tres nuevas plegarias.

 

 

2. Tres nuevas Plegarias junto al “Canon romano”

 

a) Planteamientos previos y notas relevantes pretendidas en su composición

 

Ante las delicadas dificultades que ofrecía el Canon romano para su eventual retoque, Pablo VI acogió la petición que e1 cardenal Lercaro, presidente del Consilium, le propuso en la audiencia del día 20 de junio de 1966: 'Parece más conveniente conservar el texto tradicional del Canon en su integridad y crear una o más fórmulas nuevas de Plegaria eucarística, inspiradas en la tradición y destinadas a ser usadas alternativamente, a fin de favorecer una mayor variedad de textos”4.

 

El grupo de trabajo al que se confió la preparación de las nuevas anáforas procuró aplicar los criterios bajo los que tenía que elaborar los nuevos textos, según las indicaciones del Papa: adoptar textos anafóricos del patrimonio eucológico tradicional (entre los que se contaba la plegaria eucarística testimoniada por Hipólito -siglo III- y la anáfora alejandrina de San Basilio, que se armonizaba bien con otros textos de la liturgia latina); conservar el genio romano y fijar los elementos esenciales de una plegaria eucarística en general y según el estilo romano.

 

            De ahí que las nuevas anáforas tengan una estructura substancialmente idéntica, diferenciándose de la mantenida en el Canon romano por el hecho de reagrupar la conmemoración de los santos y las intercesiones por vivos y difuntos en la segunda parte, entre la plegaria por la aceptación de la ofrenda sacrificial y la doxología final -mientras que en el Canon romano algunas se encontraban antes del relato y otras, después-. De esta forma, las nuevas composiciones presentaban un desarrollo lineal más nítido, conservando, no obstante, un carácter típicamente romano en su estructura, al mantener la única epíclesis consecratoria antes de la narración de la institución  eucarística.

 

                       Parecía necesaria la elaboración de una anáfora más breve, de trazos simples y claros. En su composición se tendría como modelo la anáfora de San Hipólito, que es la más antigua que nos ha llegado. El resultado sería la Plegaria eucarística II.

 

                       Se creyó también necesaria la confección de una anáfora de mediana extensión, con una estructura diáfana por la nítida perfección del paso de un elemento al otro, y que pudiese utilizarse con cualquier prefacio romano tradicional o de nueva creación, expresándola en un estilo congruente con ellos que no acarrease una combinación forzada. Se trata de la Plegaria eucarística III.

 

Por último, se juzgaba oportuna y conveniente la composición de una plegaria, en la que, antes del relato, se pudiese proclamar y exponer, en síntesis, toda la economía de la salvación, según el ejemplar talante de la tradición anafórica antioquena. En tal caso, era indispensable que el prefacio alabase sólo a Dios en sí mismo y por la creación de "todo lo visible y lo invisible" y que, tras el Sanctus y antes de la epíclesis consecratoria, desplegase expresivamente esa economía salvífica, desde la creación del hombre hasta su redención por la muerte y resurrección de Cristo y la donación del Espíritu en Pentecostés. Consecuentemente, el prefacio sería ya fijo y no podría variarse según las fiestas o conmemoraciones. Tal es la Plegaria eucarística IV.

 

Por otra parte, y con respecto a la narración de la institución, se decidió completar la fórmula del Canon romano para la consagración del pan ("esto es mi Cuerpo"), añadiendo:“que será entregado por vosotros". A ello llevó, por un lado, la constatación de que, siendo múltiples las fórmulas que nos atestigua el nuevo Testamento5, la tradición litúrgica, desde el principio, intentó siempre componer su formulación completándola con los rasgos particulares que se encuentran en estos autores neotestamentarios y tratando de formular la consagración del pan en paralelismo con los rasgos particulares expresados en las palabras con las que se consagraría el vino. Por otro lado, y desde el punto de vista de la teología eucarística, la fórmula del Canon romano, considerada en sí misma, expresa sólo la presencia real, sin mencionar también el valor sacrificial de esa presencia y de tal rito. A instancia, pues, de muchos obispos y pastores de todo el mundo -junto a multitud de liturgistas y teólogos- y a ejemplo y semejanza de lo que siempre hicieron todas las demás tradiciones litúrgicas se optó por completar la fórmula de la Misa romana con la adición "que será entregado por vosotros", como testimoniaba la versión de la Vulgata en la primera carta a los Corintios (11,24).

 

           Asimismo, muchos obispos y pastores instaban, además, a suprimir el inciso Mysterium fidei, exclusivo del Canon romano, en la fórmula para la consagración del vino. Dicho inciso, de origen incierto y significado ambiguo, interrumpía la frase, dificultando su sentido y su traducción convenientes. Por eso, se decidió trasladarlo, para constituir, tras la consagración y elevación del cáliz, la fórmula con la que se invitaría al pueblo a una aclamación, según el uso oriental. Admitir también en la liturgia romana esta aclamación parecía oportuno en orden a favorecer, precisamente en este momento, la participación activa del pueblo, tan requerida por el espíritu de la reforma conciliar.

 

Siguiendo la tradición romana (por ejemplo, en el Hanc igitur), se insieren fórmulas especiales en las Plegarias II y III para cuando éstas se usen en misas por los difuntos, por los bautizados, por los esposos, etc. Son fórmulas que pueden utilizarse sólo en esas circunstancias particulares. Mediante esta inserción, estas plegarias adquieren una tonalidad propia y oportuna para tales ocasiones: así, por ejemplo, se le da mayor relieve a la visión cristiana de la muerte, encomendando también, de un modo más explícito, a las personas concretas por las que se ofrece el sacrificio. La Plegaria IV y las demás aprobadas posteriormente, que tienen prefacio propio fijo y no pueden utilizarse con otros (por ejemplo, el propio de difuntos) no admiten, consiguientemente, tales fórmulas particulares.

 

            En estas nuevas plegarias, en definitiva, se procuró aplicar lo recomendado en la Constitución Sacrosanctun Concilium: “Conservar la sana tradición y abrir, con todo, el camino a un progreso legítimo”6.  Así, la estructura común de estas anáforas conserva substancialmente la misma estructura del Canon romano, salvo la disposición de las intercesiones-conmemoraciones de los santos, que tienen, por lo demás, un puesto muy variable en la tradición anafórica de la Iglesia universal: la solución escogida es lo que más contribuye a su pretendida diafanidad; la tradicionalidad de sus conceptos e imágenes está garantizada por el carácter bíblico, litúrgico y patrístico de su inspiración: se les ha dado tono de modernidad poniendo de relieve aquellos que responden mejor a las preocupaciones actuales de los hombres y les son más fácilmente comprensibles.

 

b) La Plegaria eucarística II

 

             Es una plegaria de breve extensión y conceptos esencialmente formulados. Inspirada en la anáfora de San Hipólito, se le han introducido los demás elementos, no contenidos en la tradición original por pertenecer al desarrollo posterior de la plegaria (Sanctus, epíclesis consecratoria, conmemoración de los santos e intercesiones), expresándolos en el mismo estilo claro y sencillo que la caracteriza y con un escueto sabor romano.

 

            Aunque admite cualquier prefacio variable, incluye también un prefacio propio, inspirado en el texto de Hipólito, previamente purificado de algunos conceptos arcaicos.

 

           El carácter breve, sencillo y variable de esta plegaria la hacen adecuada y oportuna para ser utilizada en días feriales y en las conmemoraciones que no revistan especial festividad, sobre todo en las de los santos. Dada su escueta esencialidad y la densa simplicidad lineal de su carácter romano, es aconsejable recitarla pausada y solemnemente, distinguiendo expresivamente cada una de sus partes.

 

c) La Plegaria eucarístíca III

 

            Es una plegaria de clara estructura, donde se percibe inmediatamente el paso de uno a otro elemento. Adaptable a cualquier prefacio, se ha procurado no explicitar después del Sanctus ningún motivo especial de alabanza y agradecimiento por las maravillas operadas por Dios en su economía salvífica: ello queda reservado al prefacio móvil. Se centra expresivamente en el valor sacrificial de la celebración eucarísticas que, por la fuerza del Espíritu, reúne a la Iglesia y la transforma a ella misma en Cuerpo de Cristo y ofrenda agradable al Padre.

 

            Es una plegaria que define relevantemente el carácter sacrificial de la celebración eucarística de la Iglesia y sus frutos en ésta, transformándola en ofrenda agradable al Señor. Esta dimensión, junto al talante universal y solemne de su expresión, la recomiendan para misas dominicales o de fiestas de especial y oportuno relieve eclesial o eucarístico.

 

d) La Plegaria eucarística IV

 

La particularidad de esta plegaria es la consecuencia de querer enriquecer la celebración eucarística con una anáfora que, permaneciendo en la tradición romana, desplegase más ampliamente y con más realce lo que todas proclaman: una síntesis total de la economía salvífica. Por eso, narra esta economía no sólo en el prefacio, sino que prolonga notablemente su consideración en la oración del post-Sanctus.

 

            Por su tono y contenido, se trata de una plegaria muy oportuna para conmemoraciones afines con algún acontecimiento salvífico que no exija prefacio propio y para aquellas otras que la aconsejan por su afinidad con la temática "evangelizadora" de las lecturas del día o con la circunstancia en que se celebra (“evangelización de los pueblos", reuniones con agentes de evangelización, etc.).

 

 

IV. LA CARTA "EUCHARISTICAM PARTICIPATIONEM”

Y EL AUMENTO DE LAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

 

            Las tres nuevas Plegarias que se añadieron al Canon romano tienen una característica propia y exclusiva: son las primeras en toda la tradición cristiana que han sido compuestas para ser utilizadas en la Iglesia universal. Las demás anáforas de la tradición latina habían nacido en una Iglesia particular. Su uso se extendía después con el paso del tiempo.

 

            De ahí que también recupere Roma el uso antiguo al autorizar ahora a los episcopados locales plegarias eucarísticas nuevas, previa petición oportuna: son concebidas primeramente ad experimentum y para un uso determinado y circunstancial. La unidad eclesial es así salvada por el reconocimiento oficial de estas plegarias por parte de la Sede Apostólica. Pero se reconoce así también el fundamento de una sana diversidad; y, por eso, no son de momento incluidas en el Misal. De este modo, dichos textos mantienen su valor propio son fruto de una necesidad particular y nacen para una situaci6n ocasional. Con su autorización, son considerados conformes con la fe católica; con su no inclusión momentánea en el Ordinario de la Misa, su provisionalidad particular, hasta evaluar su extensión y frutos con el paso del tiempo.

 

 

1. Motivo pastoral de la variedad de textos

 

Ya la Constitución sobre la sagrada liturgia del Vaticano II había fundamentado y urgido el principio pastoral de la participación consciente y activa de los fieles en la acción litúrgica7. Se tomaba conciencia de que el celebrante no "dice", sino que "celebra" con su pueblo. Ello le exigía hacer comunidad con los fieles, hablando un lenguaje inteligible para ellos y sintonizando con sus situaciones y deseos. La decisión, pues, de 1968 de retornar a la pluralidad de anáforas obedece, de hecho, a unos criterios y preocupaciones pastorales derivados de esta exigencia de participación por parte de la comunidad concreta que celebra la Eucaristía. Tales criterios se irían clarificando y explicitando a lo largo del proceso posterior, en torno a la adaptación de la anáfora.

 

            Tras varias fases de indagación, reflexión y estudios competentes y, siguiendo siempre las directrices del Papa, la Sagrada Congregación para el Culto Divino llegó a poder publicar, el 27 de abril de 1973, la Carta circular Eucharisticam participationem sobre las Plegarias eucarísticas, que envió a los Presidentes de las Conferencias episcopales de todo el mundo8. En ella, reconociendo la motivación pastoral de la variedad de textos, se fijaban las condiciones y los criterios9 para la composición de nuevos textos de Plegaria eucarística:

 

            a) Por un lado, la necesidad de conservar el sentido de la unidad eclesial en la oración  litúrgica por excelencia y la preocupación por garantizar su naturaleza de acción de gracias, sobre todo, y de oración presidencial, hace que la Sede Apostólica considere oportuno "actualmente"10 reservarse el derecho de decidir en este capítulo de la praxis litúrgica: “La Sede Apostólica, impulsada por el amor pastoral hacia la unidad, se reserva el derecho de pronunciarse sobre un asunto de tanta importancia como es justamente la disciplina de las oraciones eucarísticas. Respetando la unidad del rito romano, no rehusará considerar las peticiones legítimas, y juzgará con benevolencia las solicitudes que le dirijan las Conferencias episcopales para la eventual composición e introducción en el uso litúrgico, en circunstancias particulares, de una nueva Plegaria eucarística; y propondrá las normas a seguir en cada uno de los casos”11.

 

            En concreto, pues, las Iglesias locales aportarán la formulación adaptada a sus circunstancias, bajo la orientación de la Santa Sede, que ha de juzgar, en definitiva, la identidad entre tal formulación y el sentido de la acción en la que la Iglesia celebra el don recibido de su Señor.

 

           b) Por otra parte, la variedad de textos ha de responder al deseo de adaptar todavía más la celebración a la comunidad concreta que la participa; de manera que la posibilidad de anunciar bajo muchas formas el idéntico misterio de Cristo ayude a que todos lo experimenten mejor12 .

 

            Dada, pues, la posibilidad de introducir ulteriores ángulos de visión para expresar y realizar la obra de la Redención, de la que la Eucaristía es memorial, dos criterios de fondo conducen la formulación de nuevas plegarias:

 

                      1) La estrecha relación que debe darse entre el texto de la anáfora y las condiciones de la asamblea reunida para la eucaristía. De forma que incluso el formulario quede sintonizado con el contexto cultural que se celebra.

 

          2) La oportunidad de conectar el texto de la anáfora con acontecimientos eclesiales particularmente significativos. De forma que, tematizando la Eucaristía con contenidos cuya percepción esté facilitada y sensibilizada por las circunstancias en las que se celebra, favorezca una participación más intensa. Es decir, una acción de gracias apropiada a la asamblea en aquel momento, de suerte que la comunidad pueda sentir su propia vida íntimamente enmarcada en la historia de la salvación y pueda obtener mayores frutos de la celebración eucarística13.

 

            Desde estos criterios, y teniendo en cuenta algo que es típico del rito romano, se invita también explícitamente a la introducción de oportunas variantes o fórmulas infra actionem en el texto de las Plegarias del Misal. Tales variantes "destacarían mejor el recuerdo del misterio del Señor en las principales solemnidades del tiempo litúrgico" y "serían útiles para suscitar la atención y la piedad con un matiz particular que resaltaría el contexto eclesial en que se celebra”14 Añadir estas variantes -normalmente en el post-sanctus y en las "intercesiones"- sería facultad de las Conferencias Episcopales o del propio Obispo, con aprobación de la Sede Apostólica. Es decir, tendrían una función similar y complementaria de la que desempeña el "prefacio" variable de la Misa romana: podrían ser como su eco posterior. Pero, eso sí, discreto y en el seno de aquellos elementos estructurales, donde no suponga romper la trama singular de la plegaria en cuestión.

 

En definitiva, la carta Eucharisticam participationem, al propio tiempo que prohíbe la utilización de textos no aprobados, invita explícitamente a unos espacios de creatividad al servicio de la participación más consciente y activa e intenta crear las condiciones para un paso ulterior de la reforma.

 

 

2. Necesidad de la catequesis sobre la Plegaria eucarística

 

            Frente al desmesurado deseo de multiplicar, sin discriminación ni motivación suficiente, las Plegarias eucarísticas, el mismo documento nos señala la clave y el criterio que fundamenta la auténtica eficacia en la participación consciente y provechosa de los fieles: la catequesis sobre la Plegaria litúrgica.

 

            Por eso, advierte a los pastores a "que, más que introducir novedad en las acciones sagradas, en cuanto a los textos y a los ritos, se dediquen con celo esmerado a instruir a los fieles para que comprendan mejor el carácter, la estructura y los elementos de la celebración -sobre todo, de la Plegaria eucarística-, y para que tomen parte en la misma celebración de forma cada vez más plena y consciente. Pues la firmeza y eficacia de la sagrada liturgia no consiste únicamente en la novedad y variedad de elementos, sino más bien en una participación más profunda en el Misterio de la salvación, presente y operante en la acción litúrgica. Sólo así, los fieles profesan la misma fe y, elevando a Dios la misma plegaria, pueden conseguir la propia salvación y transmitirla a sus hermanos15". Y asimismo, advierte a los que presiden la liturgia que, en la misma celebración, lo importante no es sólo el decir, sino también el hacer expresivamente y el callar oportunamente, ayudando a interiorizar16.

 

 

 

 

V. LA COMPOSICION Y AUTORIZACION

DE NUEVAS ANÁFORAS

 

            La propia Santa Sede no tardó en ejemplificar la aplicación de los criterio expuestos en la carta Eucharisticam participationem con la publicación y ofrecimiento a toda la Iglesia de tres modelos de Plegaria eucarística "para las Misas con niños", donde se pretende una adaptación a las condiciones de la asamblea; y de dos Plegarias eucarísticas "sobre la Reconciliación", con motivo del Año Santo, donde se pretende sintonizar la Eucaristía con un acontecimiento eclesial significativo.

 

            Al mismo tiempo, ha ido aprobando nuevas anáforas para diversos países y para determinadas circunstancias o grupos particulares de fieles. En todas ellas, late el deber de conectar litúrgicamente, de un modo más adecuado, la riqueza mistérica del. memorial eucarístico con la vida de la Iglesia.

 

            Veamos en concreto el contenido de las nuevas Plegarias eucarísticas que se incluyen, a modo de Apéndice, junto con el nuevo Ordinario de la Misa.

 

1. La Plegaria eucarística del Sínodo suizo

 

a) La composición del texto y su difusión

 

A finales de 1973 los liturgistas suizos son los primeros en solicitar una nueva plegaria eucarística y dirigen a la Sagrada Congregación para el Culto Divino su instancia de que a los obispos de su nación les parecía adecuado calificar el Sínodo de los católicos de su país de "circunstancia peculiar" para poder componer una plegaria apropiada al efecto según la carta Eucharisticam participationem,

        

La Congregación responde pronto, y el 14 de febrero de 1974 les da el Papa la facultad de preparar una anáfora especial para el Sínodo. La composición del nuevo texto se ultimó a mediados de dicho año. Examinado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue aprobado, con algunas observaciones, el 25 de julio de ese mismo año, y por el Santo Padre el día 5 del mes siguiente. Tres días después, por un decreto de la Congregación para el Culto Divino, fue declarado idóneo para ser impreso.

 

                        La nueva Plegaria atrajo pronto hacia sí el interés de otras Iglesias europeas: Luxemburgo, Austria, Estrasburgo, Francia e Italia solicitaron su utilización, que les fue siempre concedida por la Sede Apostólica.

 

b) Su lenguaje y estructura

 

Con un lenguaje de talante actual, poético y evocativo, apropiado a la dimensión del misterio que se celebra, expresa el memorial eucarístico con una sensibilidad cristológica, eclesiológica y antropológica. En él se funden admirablemente un lenguaje bíblico-existencial y el de la doctrina conciliar del Vaticano II en su consideración de la relación de la Iglesia con el mundo -en especial, las Constituciones Lumen gentium y Gaudium et spes-.

 

Siguiendo de cerca el esquema de la Plegaria eucarística II del Misal, conserva la estructura tradicional con los elementos específicos de la Plegaria eucarística definidos en la Ordenación general del Misal romano17 y, sobre el soporte de una sola plegaria con un motivo central de fondo, se establecen cuatro variantes significativas en el prefacio que inicia la Plegaria y en las intercesiones que aplican a la situación actual de la Iglesia ese motivo peculiar aclamado en el prefacio. Son simples acentos, discretos y de feliz expresión, que, manteniendo sin ruptura la dinámica evocativa de esta Plegaria, la diversifican en cuatro aspectos o variantes que matizan y completan el tema peculiar desde el que esta Plegaria proclama el memorial del Señor.

 

c)El tema y sus variantes: la Plegaria eucarística para un "sínodo"

 

No se puede olvidar la circunstancia para la que se compuso esta Plegaria: "un sínodo" (ho synodos= caminar juntos, acompañar). La imagen del camino, como categoría de interpretación de la historia de la salvación, prevalece en las insinuaciones bíblicas en las que es contemplada la obra y persona de Cristo. Esta anáfora pretende proclamar como el Señor "acompaña a su Iglesia peregrina y nos abre el camino a través de este mundo". La celebración eucarística es presentada, así, como momento especial del encuentro y compañía del Señor en nuestro camino.

 

En la formulación de los elementos fijos, ya el post-Sanctus presenta la reunión eucarística como un encuentro provocado por Cristo. El excelente recurso al pasaje de Emaús18 en la introducción al relato ayuda a comprender la Misa, por el modo mismo de referirlo, en la línea de la doctrina conciliar sobre la celebración eucarística, como acción centrada en torno a dos mesas: ambón y altar. Es el Señor el que da sentido y sostén a nuestro caminar con su Palabra y con su Pan. Se trata, por otra parte, de una evocación interesante de la primera comida de los discípulos con el Resucitado: tipo de la comida eucarística. La epíclesis es invocación de la presencia del Espíritu para hacer presente a Cristo junto a nosotros y en nosotros. El memorial y la oblación hacen patente la Pascua de Cristo y los efectos de su sacrificio con una expresión sugerente y nueva del tránsito, "a través del sufrimiento y de la muerte en Cruz", a la glorificación. Así, es, precisamente, con su sacrificio con el que Cristo "nos abre (en presente actualización sacramental) el camino hacia el Padre". Y, por fin, la plenitud de la vida en la resurrección, en la conclusión escatológica, es considerada como acogida de Dios en su Reino al final de nuestra peregrinación por este mundo.

 

                   Las variantes desarrollan el tema central de la compañía de Dios en nuestro camino en sus cuatro aspectos comprehensivos: la llamada y presencia providente de Dios en nuestro caminar (variante "A"); Cristo, como camino y compañero (variante "B"); el amor desinteresado, como ley del camino en seguimiento de Cristo (variante "C"); y la reunión de todos en la perfecta unidad del Reino de Dios, como término de nuestra peregrinación (variante "D").

 

En resumen, pues, se trata de celebrar el memorial del Señor en el contexto de esa compañía poderosa ("A"), luminosa ("B"), amorosa ("C") y acogedora ("D"), con la que Dios conduce a su Iglesia hacia sí.

 

Dado el contenido de esta Plegaria, parece oportuna en aquellas celebraciones eucarísticas que se realicen con ocasión de algún tipo de reunión pastoral o de especial significación eclesial: por ejemplo, aniversario de la dedicación, la cátedra de San Pedro, aniversario de la ordenación episcopal, órdenes sagradas.. . Así también parece indicada en las jornadas de oración por la Evangelización de los pueblos o por la unidad de los cristianos. Aparte de esto, el tema homilético del día o alguna otra circunstancia particular pueden sugerir la conveniencia de utilizarla en alguna de sus variantes que sean significativas al respecto: por ejemplo, la variante "C" en las celebraciones con enfermos.

 

 

2. Las dos Plegarias eucarísticas “sobre la reconciliación”:  dos tematizaciones del memorial

 

Si con la formulación de las tres Plegarias "para las Misas con niños" se pretendía una adaptación a las condiciones de la Asamblea, con estas dos Plegarias eucarísticas "sobre la reconciliación", que se publicaron junto a aquellas, se pretendía sintonizar la Eucaristía con un acontecimiento eclesial significativo: el Año Santo de 1975. En las mismas condiciones que aquellas de los niños, fueron aprobadas estas dos Plegarias, tematizadas desde la perspectiva que ofrecía el tema de la "reconciliación", que conformaba doctrinal y espiritualmente la celebración del Año Santo. Pero, de tal modo, que se pudiese extender su uso también a todas las celebraciones donde el rasgo de la reconciliación o la penitencia fuese particularmente significativo19

 

Dentro, pues, de la substancial unidad temática y de estructura, ambos textos sostienen tono y colorido diverso. El primero impacta los elementos peculiares de la anáfora eucarística con oportunos reflejos de la doctrina bíblica sobre la reconciliación; en ellos es contemplado el proyecto de reconciliación que Dios ha desarrollado en la historia salvífica. El segundo expresa el memorial eucarístico en el lenguaje de las experiencias concretas de división y reconciliación en las que se comprueban los hombres de nuestro mundo; en ellas es reconocida y celebrada la actuación reconciliadora de Dios.

 

Como notas ejemplares de estas Plegarias podemos resaltar:

 

1. Manteniendo una estructura fiel a la sancionada por la reforma conciliar, el tránsito de un elemento a otro sostiene un desarrollo lineal y, de tal congruencia, que no da nunca la impresión de un conjunto de oraciones yuxtapuestas, sino de una sola prex, donde se van explicitando paulatinamente los cuatro componentes esenciales de la Plegaria eucarística: alabanza, memorial, acción del Espíritu y súplica. Estas substanciales formas de oración corren a lo largo de toda la Plegaria, entrelazándose sin cesar, como las diferentes voces de una partitura: cada una toma oportunamente la voz cantante, mientras las demás siguen modulando el acompañamiento y permitiendo, a su tiempo, la entrada dominante de otra voz.

 

2. Utilizando el tema de la reconciliación-paz-unidad, como motivo central de la historia salvífica y como clave hermenéutica donde se contempla la obra y persona de Cristo, configura la Plegaria, sin dañar el contenido específico de ella, en cada uno de sus elementos. Con ella, presenta la perspectiva de la reconciliación como capaz de dar vida a una anáfora, iluminando así, con singulares y nuevos acentos, algunos aspectos de la insondable riqueza del misterio, del cual la Eucaristía es memorial.

 

            3. Teniendo presente el drama humano de la división y la discordia, lo mantiene sólo como  telón de fondo, para poder resaltar mejor los rasgos del amor de Dios por nosotros. Deja así espacio a una celebración entusiasta y sugestiva de la obra divina, de tono “ideal". Y la inspiración "eucarística" y “festiva" constituyen siempre el alma más profunda de la anáfora, porque ello es lo que le permite penetrar en la contemplación del plano del amor gratuito de Dios por nosotros.

 

 

a) La Plegaria eucarística I “sobre la reconciliación”

 

            Con un sabio lenguaje bíblico, esta Plegaria gira en torno a la Alianza nueva, establecida definitivamente por Jesucristo, como fuente de reconciliación con Dios y con los hermanos.

 

b) La Plegaria eucarística II “sobre la reconciliación”

 

Con un lenguaje existencial y descriptivo de las situaciones que conforman nuestra

experiencia actual en el mundo, esta Plegaria quiere celebrar "el camino" que Dios nos ha

abierto en la entrega de Jesucristo "que nos conduce a la paz”.

 

 

3. Las tres Plegarias eucarísticas “ para las Misas con niños”

 

A) Las primeras adaptaciones de la anáfora a los niños

 

Ya la Constitución Sacrosanctum Concilium insistía en varias exigencias para que la celebración litúrgica fuese activa y provechosamente participada20: tener en consideración la edad, la condición, género de vida y grado de cultura religiosa21; ordenar los textos y los ritos de modo que puedan ser fácilmente comprendidos y participados22, adaptando incluso las plegarias que el sacerdote dice en nombre de todos los fieles a la capacidad de éstos23; dejar así lugar a legítimas diversidades, según las diferentes comunidades24.

 

            En el Sínodo de los Obispos de 1967 se detectó el deseo de muchas Conferencias episcopales de unas adaptaciones especiales para la Misa con niños. Se dieron entonces unas directrices en este sentido, sin tratar de formar un rito peculiar, sino más bien, determinar los elementos a retener, abreviar, omitir o escoger para una mejor adaptación25.

 

Por su parte, la Ordenación general del Misal romano preveía que las Conferencias episcopales estableciesen las normas para la adaptación de la Misa a las diversas tradiciones e índoles de fieles26.

 

                        La importancia de la formaci6n litúrgica de los niños y, en particular, su iniciación a la Misa como momento fundamental de toda la educación cristiana27 va creciendo en interés central en las publicaciones y en la preocupación pastoral. Se insiste, cada vez con más convicción, en el principio de que la liturgia es la mejor pedagogía para la participación de los fieles en la liturgia misma; y que, por tanto y en el fondo, los niños no pueden ser iniciados en la liturgia sin liturgias de iniciación28. Por ello, se reclama una mayor posibilidad de adaptación de la Misa a los niños. Algunos Episcopados, como el alemán, publican orientaciones aprobadas ad experimentun para Misas con niños, con adaptaciones incluso de la Plegaria eucarística. Y, ante la petición de algunos Episcopados, la propia Santa Sede aprobó algunas Plegarias eucarísticas para estas Misas, aún antes de publicar la carta Eucharisticam participationem: a Alemania, "para Misas con niños sordomudos", el 26 de junio de 1970; a Filipinas, "para la Misa de primera comunión", el 16 de marzo de 1971; a Suiza, una abreviación del Canon romano y de la Plegaria eucarística IV  “para Misas con niños", el 6 de diciembre de 1971; a Australia, "para Misas con niños durante

            el Congreso Internacional Eucarístico de Melbourne de l973" (y otra "para la población aborigen"). Sólo fueron autorizadas ad interim y cesaron con la publicación de las tres Plegarias "para las Misas con niños" en 1974.

 

            De los estudios y documentos que abordaban el problema se podían deducir los siguientes principios: en general, una celebración más breve y con un ritmo adaptado a su psicología; en un clima gozoso y fraternal; de ritos y lenguaje más simples; y con más intervenciones. En concreto, y con respecto a la Plegaria eucarística, se afirmaba que los textos actuales hacían difícil la participación de los niños en la parte central de la Misa. Eran, pues, necesarios nuevos textos que conservando la estructura fundamental y su forma presidencial, tuviesen estas características: brevedad y sencillez de lenguaje, aunque conservando los necesarios términos técnicos; flexibilidad y adaptabilidad a las circunstancias ocasionales de la vida de los niños (por ejemplo, motivos de acción de gracias en los prefacios), y más facilidad para una participación activa por parte de los niños29.

 

B) El “Directorio para las Misas con niños"

 

                         El 10 de marzo de 1971 la Congregación para el Culto Divino decide enviar una circular a más de cien de las Comisiones Nacionales de Liturgia, preguntándoles su parecer acerca de la adaptación de la Misa a los niños. Se les rogaba que informasen también acerca de las iniciativas eventuales en su país y de las propuestas y publicaciones que en el mismo hubiesen aparecido.

 

                        En la respuesta, las Comisiones de Liturgia pedían en general una estructura más simple de los tres elementos fundamentales: Liturgia de la Palabra, Plegaria eucarística y Comunión. En particular, y con referencia a la Plegaria eucarística, se insinuaba que pudiese prepararse una especial o un esquema fundamental y que el sacerdote presidente la desarrollase, adaptándola a los niños concretos con los que celebre. Se insistía en que se previesen más intervenciones de los niños en la plegaria. De las propuestas conclusivas de la encuesta, la Congregación para el Culto Divino constataba que la Iglesia esperaba un “Directorio", que indicase las posibilidades concretas de adaptación, sobre las que pudiesen apoyarse las Conferencias episcopales. Se formó una Comisión Internacional; se fijaron unos puntos concretos y, a mediados de marzo de 1972, se hizo la segunda encuesta a peritos de todo el mundo. En junio del mismo año pudieron discutirse en el grupo de estudio los resultados obtenidos. Entre las cuestiones que surgían se comprobaba que la simple adaptación de las plegarias actuales no resolvía el problema: era necesaria la composición de nuevas plegarias eucarísticas.

 

                        Se acometió enseguida la preparación del “Directorio". El esquema definitivo fue presentado al Papa en mayo de 1973. Varios puntos no fueron aceptados: que los niños expresasen los motivos de acción de gracias tras el diálogo del prefacio; que se utilizasen diapositivas en la celebración; que el acto penitencial se situase tras la homilía; y que se compusiesen plegarias eucarísticas particulares. La Sagrada Congregación presentó entonces al Papa un elenco de los requerimientos de los Obispos y Conferencias episcopales que los solicitaban, insistiendo en la petición de poder crear una o dos fórmulas de Plegarias eucarísticas para Misas con niños; y de poder proponerlas a toda la Iglesia. Se acogerían así los requerimientos de los Episcopados y se resolvería una problemática generalmente sentida.

 

              El 23 de octubre el Santo Padre aprobaba el “Directorio para las Misas con niños"30 y daba permiso para componer dos o tres anáforas para tales Misas.

 

                 Es interesante resumir brevemente cómo concibe el "Directorio" la educación e iniciación eucarística de los niños: considera la iniciación a la Eucaristía dentro del conjunto de la vida cristiana y, por eso, ayuda con sus adaptaciones a acercar la Eucaristía a los niños y anima a saberlos acercar a la Eucaristía; concibe esta educación eucarística como una iniciación a la celebración, que debe hacerse precisamente en la experiencia litúrgica vivida (mistagogia gradual); y tal iniciación supone la introducción en las grandes actitudes que forman el contenido de la Eucaristía; nos reunimos31, escuchamos32, damos gracias33 -que es la actitud básica de la Plegaria eucarística-, recordamos y ofrecemos34, comemos y bebemos35 y nos despedimos36.

 

 

 

C)      Los tres modelos de Plegaria eucarística para la Misa con niños: talante y contenido

 

                        El grupo de estudio formado para el caso examinó treinta y ocho textos de Plegarias para niños, redactadas y aparecidas en diversas lenguas. En la primera reunión de la Comisión, en noviembre de 1973 se seleccionaron sólo tres textos: Plegaria eucarística I, un texto belga en francés; Plegaria eucarística II, una de las preparadas por la Comisión para textos litúrgicos en lengua francesa; y la Plegaria eucarística III, un texto litúrgico preparado por los alemanes. Se enviaron a cuarenta y nueve especialistas de todo el mundo. Con sus respuestas se redactaron definitivamente en enero de 1974 y fueron traducidas al latín para ser enviadas a las diversas Congregaciones implicadas. Tras diversas observaciones -y no sin previas vacilaciones-, fueron al fin publicados estos textos el día 1 de noviembre de 1974 (en el original francés y su traducción latina), y enviados a las Conferencias episcopales de todo el mundo con algunas restricciones: cada Episcopado podría solicitar para su uso sólo un modelo de los tres propuestos; se concedería sólo ad experimentum por tres años, y, por lo tanto, no podían incluirse en el Misal. Ambas condiciones fueron desapareciendo posteriormente: en enero de 1975, se concedió que pudiesen ser solicitados por cada Episcopado todos los textos; en 1977, se concedió otra prórroga por tres años37; y en 1980 se concedía sine die hasta ser, de hecho, incluidas ya en las ediciones del Misal.

 

En los Praenotanda que introducen estas Plegarias38 se describen sus características desde la finalidad que pretenden:

 

1. Son textos "adaptados a los niños", pero para "ayudarlos a participar con mayor fruto en la Misa de los adultos”39. Por eso, conservan con fidelidad la estructura fundamental y los elementos tradicionales de toda plegarla eucarística. "Desde pequeños, se acostumbran, así, a una Plegaria en la que no falta ni la bendición agradecida al Padre, ni el memorial de Cristo, ni la invocación sobre las ofrendas, ni el lazo de comunión con toda la Iglesia: las cuatro partes principales de toda Plegaria eucarística"40.

 

2. No se han de considerar como texto "típicos", sino como esquemas o modelos fundamentales que deben servir de base para composiciones originales en lengua viva. Por eso, reservándose Roma la confirmación definitiva, la traducción quedaba a cargo de cada Conferencia episcopal, con la indicación expresa de que se hiciese con cierta libertad, pensando en la índole peculiar de su propia lengua y cultura.

 

3. Intentan un lenguaje concreto accesible al mundo del niño y a su experiencia religiosa,

pero conservando la dignidad de la Plegaria y evitando, por tanto, un lenguaje infantil en la parte reservada al celebrante principal. Se evita así también que exista demasiada diferencia entre estas Plegarias y las de los adultos y se favorece, en cambio, una participación activa que respete el carácter presidencial de esta oración.

 

           4. Se ha preferido publicar tres para impedir monotonía y repetición y presentar, así, composiciones en armonía diferente, adaptadas a diversas condiciones de niños41. Sin embargo, cada una ofrece el mérito de una gran unidad de composición: los elementos no están yuxtapuestos, sino fundidos en un mismo movimiento de acción de gracias que expresa y provoca una atmósfera familiar y gozosa -aún en la aspiración escatológica-. Se procura, de este modo, que la parte central de la Misa sea “festiva, fraternal y meditativa", como requiere el "Directorio"42.

 

5. Ofrecen un aumento del número de aclamaciones que favorecen la participación

intensa y activa de los niños y que invitan al canto.

 

6. El verdadero problema al que intentan responder es hacer capaz "la participación interna" de los niños en la celebración eucarística; y para reavivarla es necesario hacerla “preceder y seguir de una diligente instrucción catequética". Especialmente para textos como éstos, puestos, como están, “en el punto culminante de las mismas celebraciones eucarísticas”43.

 

Así, pues, esta renovación eucológica de la Misa de los niños, vista en el horizonte más amplio de la iniciación y educación litúrgica, tiene, como se ve el mismo objetivo por el que fue preparado el "Directorio"44.

 

a) La Plegaria eucarística I "para las Misas con niños"

 

Es una Plegaria sencilla, positiva, que pone el acento sobre, la acción de gracias a partir de los sentimientos de admiración y reconocimiento en un clima de alegría y de fiesta, alabando a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros. Tal acción de gracias entrelaza las maravillas de la naturaleza y las de la gracia, que culminan en la obra de la salvación realizada por Jesucristo.

 

            Por sus peculiares características, es ésta una Plegaria apta para niños que inician su experiencia en la vida eucarístíca.

 

b) La Plegaria eucarística II "para las Misas con niños"

 

La idea central de esta Plegaria es celebrar el amor que el Padre nos ha manifestado a lo largo de la Historia de la salvaci6n (prefacio), que Jesucristo nos ha enseñado con su vida y con su entrega (post-Sanctus, relato y memorial), y que el Espíritu derrama en nuestros corazones, construyendo la Iglesia (epíclesis de comunión e intercesiones).

 

Es una Plegaria adecuada para niños de confirmación y niños que ya tienen una cierta práctica de celebración.

 

c) La Plegaria eucarística III "para las Misas con niños"

 

En cuanto al contenido característico de esta Plegaria se da ya una progresión respecto a las anteriores: no se proclama sólo la historia de la salvación o el amor de Dios, sino que se incluyen también continuas referencias a nuestra misión dentro de esa historia; y a nuestras actitudes concretas ante el amor de Dios -o sea, nuestras respuestas de fe a la acción de Dios, que han de conformar nuestras relaciones con el mundo y con los demás-.

 

El contenido de esta tercera Plegaria supone ya unos niños acostumbrados a la celebración y capaces de opciones responsables. Es, en particular, recomendable su utilización en los tiempos fuertes del año litúrgico, dada su posibilidad de variantes oportunas.

 

***

 

            Con estas Plegarias se pretende que los niños puedan llegar a la meta a que aspiran estas Misas con ellos: participar, de un modo pleno, en la celebración eucarística de toda la comunidad cristiana. Por ello, se aconsejan especialmente para los días feriales, más que domingos, donde la celebración pide que sea de toda la comunidad.

 

 

CONCLUSIÓN: PLEGARIAS PARA CELEBRAR

EN NUESTRO CAMINAR CREYENTE

 

            Todas  estas  Plegarias  eucarísticas,   que la  Iglesia  pone  hoy  a  nuestra  disposición, manifiestan su celo porque vayamos creciendo con ella en el sentido y a la medida del don de Cristo. Pero lo importante es que los responsables de la celebración eucarística se dispongan con interés a aprovechar oportunamente toda la riqueza eucológica que ella nos ofrece hoy y de la que no pueden ni deben privar a los fieles, pues tienen derecho a participarla. Siempre habrá peligro de rutina en la repetición sistemática y constantemente invariable del mismo formulario y se privará a los fieles de poder contemplar y vivenciar en mas profundidad las maravillas operadas por Dios en favor nuestro y de las que la Eucaristía, como memorial de la Pascua de Cristo, es resumen y plenitud.

 

            Por otra parte, es conveniente e ineludible que la catequesis recupere decididamente su dimensión mistagógica por la que los catequizandos sean capacitados a participar consciente y activamente en los misterios que, creídos en la fe, se actualizan en la liturgia de la Iglesia, como el mejor don del Señor a su Esposa por ser fuente y culmen de su vida en Él y con Él45.

 

 

CAPITULO VI

 

SUGERENCIAS PARA EL USO

DE LAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

 

Las sugerencias siguientes están tomadas o se inspiran en los siguientes documentos:

 

         - "Normas para usar las Plegarias eucarísticas", dadas por la Sagrada Congregación de Ritos el 2 de junio de 19681.

 

- Carta del Consilium del 2 de junio de 19682.

 

-  Ordenación general del Misal romano, núm. 322.

 

         - Carta de la Sagrada Congregación para el Culto Divino del 1 de noviembre de 1974 sobre las Plegarias eucarísticas para las Misas con niños" y "sobre la reconciliación”3.

 

- Praenotanda de las Plegarias eucarísticas "para las Misas con niños" y "sobre la reconciliación”4.

 

        -  Carta de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, del 10 de diciembre de 1977, sobre las Plegarias eucarísticas "para las Misas con niños" y "sobre la reconciliación”5.

 

-  Intrucción Inestimabile Donum, del 3 de abril de 19806.

 

-  Carta de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, del 15 de diciembre de 1980 , sobre las Plegarias eucarísticas "Para las Misas con niños' , y "sobre la reconciliación"7 .

 

 

VARIEDAD DE PLEGARIAS EUCARISTICAS

 

            La Plegaria eucarística constituye el centro de la celebraci6n de la Eucaristía. Desde 1968 la Liturgia romana cuenta con otras Plegarias eucarísticas, además del venerable Canon romano. Son cuatro Plegarias eucarísticas contenidas en el Misal, a las que hay que añadir las Plegarias del Sínodo suizo, las tres Plegarias eucarísticas "para las Misas con niños" y las dos "sobre la reconciliación".

 

Por consiguiente los celebrantes pueden elegir, entre las varias Plegarias eucarísticas, aquella que responda mejor a la liturgia del día y a la situación peculiar de la asamblea, dentro siempre de las modalidades propias de cada Plegaria y atendiendo también a las normas que orientan la elección de unas u otras.

 

La variedad de textos permite enriquecer la contemplación y la vivencia de una Comunidad sobre el misterio eucarístico, tan rico y tan denso que ninguna Plegaria litúrgica puede expresarlo por sí sola. Sin embargo, la reiteración de una misma Plegaria facilita su comprensión por los fieles y la posibilidad de retenerla en la memoria para reflexionar y orar sobre su contenido.

 

            Por otra parte, cada Plegaria eucarística tiene una estructura interna propia, aun dentro del esquema común de la oración eucarística romana. Este esquema se caracteriza, ante todo, por la variabilidad del prefacio, en el que se menciona el aspecto concreto del misterio de Cristo que se celebra o el contenido principal de la solemnidad, fiesta o memoria 8.

 

            También es característico de la Plegaria eucarística romana la inclusión de embolismos en  algunas solemnidades y en los domingos, además de las intercesiones especiales por los neófitos, por los recién confirmados, por los nuevos esposos y por los difuntos. Estos embolismos contribuyen notablemente a enriquecer la oración eucarística. .

 

 

CRITERIOS GENERALES PARA EL USO

DE LAS PLEGARIAS EUCARISTICAS

 

Como criterios generales para escoger la Plegaria eucarística, se pueden señalar los siguientes:

 

        1. La eficacia pastoral de la celebración aumentará si la elección se hace mirando más al bien espiritual común de la asamblea que a las preferencias personales del sacerdote9. No obstante, al sacerdote corresponde enseñar a los fieles e introducirlos lo más posible en la celebración litúrgica10. Por consiguiente, cuanto mejor conozca el sacerdote las Plegarias eucarísticas, más fácilmente sabrá elegir la que es más apta para el bien espiritual de los fieles.

 

        2. La mayor o menor extensión de la Plegaria eucarística, y por tanto su duración, no debe ser un criterio a la hora de elegir ésta o aquélla. Sí lo es, en cambio, la sencillez y coherencia interna de unas y la mayor densidad de contenido y de expresión de otras. Es preciso, pues, conjugar la riqueza pastoral, litúrgica y espiritual de todas las Plegarias eucarísticas, usándolas sin excepción y después de una. oportuna catequesis. El uso exclusivo de una sola Plegaria eucarística redundará en un empobrecimiento para la comunidad y aun para el mismo sacerdote.

 


 

       3. La mayor o menor importancia de las celebraciones, es decir, la jerarquía de los días litúrgicos, ayuda también a elegir la Plegaria eucarística más apropiada. En este sentido parece oportuno reservar para los domingos y solemnidades las Plegarias eucarísticas más densas y ricas, y dejar para los días entre semana las más sencillas. Lo mismo se puede decir para aquellas celebraciones que tienen un relieve especial, como las Misas rituales o aquellas en las que se celebra algún acontecimiento o aniversario que afecta a la comunidad, como, por ejemplo, la visita pastoral o el XXV o L aniversario de la ordenación sacerdotal del párroco, etc.

 

        4. El que los concelebrantes sepan de memoria las partes que corresponde recitar a todos en la Plegaria eucarística no debe ser motivo para elegir siempre la misma, excluyendo las demás. La dificultad desaparece facilitando el texto de la Plegaria eucarística, el cual no es ni siquiera necesario cuando todos los concelebrantes cumplen la disposición de recitar la parte común submissa voce, para que se pueda oír claramente la voz del celebrante principal11.

 

        5. También resulta un criterio orientador la existencia de prefacio propio en el formulario de la Misa. Por prefacio propio se entiende aquel que se debe recitar o cantar en el mismo día de una fiesta o en su octava. Otra cosa son los prefacios destinados a un tiempo litúrgico que, de suyo, se encuentran en el Ordinario de la Misa. En el primer caso, con el prefacio propio puede tomarse la Plegaria eucarística que se considere más oportuna, a excepción de la Plegaria eucarística IV, que es inseparable de su prefacio. Sin embargo, esta Plegaria se puede usar en todos los demás casos. El Calendario litúrgico pastoral indica cuándo no se puede emplear la Plegaria eucarística IV.

 

       6. Los presbíteros deben hacer uso de esta facultad de elegir la Plegaria eucarística más apropiada, introduciendo en ella las variantes y los embolismos previstos en el Misal para las diversas circunstancias. No hacerlo por rutina o por afán inmovilista, significa privar a los fieles de la posibilidad de conocer y de gustar todas las Plegarias eucarísticas que la Iglesia ha creado y ha autorizado con la finalidad de nutrir espiritualmente a las comunidades cristianas.

 

       7. Utilizar Plegarias eucarísticas no aprobadas por la Iglesia o alterar el contenido de las autorizadas, introduciendo textos compuestos previamente, además de constituir un gravísimo abuso que pone en peligro la eclesialidad de la celebración eucarística, constituye una nueva forma de arbitrariedad de despotismo clerical sobre los fieles.

 

CRITERIOS PARTICULARES

PARA EL USO DE CADA PLEGARIA EUCARISTICA

 

Además de los criterios generales que orientan en la elección de las Plegarias eucarísticas, existen también unos criterios particulares que brotan de las características de cada una de las Plegarias.

 

1. La Plegaria eucarística I o Canon romano

 

            Durante más de dieciséis siglos esta Plegaria ha sido la única oración eucarística de la Liturgia romana; es un texto denso en contenido y no muy ordenado en su desarrollo, de manera que no se percibe fácilmente su unidad interna. La variabilidad del prefacio compensaba esta dificultad. Su estilo solemne y redundante, dentro de la concisión y precisión de ideas, lo convierte en un documento teológico, litúrgico y espiritual singularísimo.

 

            Su uso no está excluido nunca, como sucede con otras Plegarias eucarísticas, y es conveniente utilizarla aquellos días que cuentan con "Reunidos en comunión" propios12, o para las Misas que tienen su propio "Acepta, Señor, en tu bondad”13. La Plegaria eucarística I es muy apropiada, es también muy oportuna en las fiestas de los apóstoles y de los santos que se mencionan en la misma Plegaria. Asimismo, en los domingos, a no ser que por motivos pastorales se prefiera otra Plegaria eucarística14.

 

Esta Plegaria eucarística es recomendable en las Misas por el Papa, por los sacerdotes, por el propio sacerdote celebrante, por la santificación del trabajo humano, y en otras Misas por diversas necesidades; asimismo en las Misas votivas del misterio de la Santa Cruz, de la Santísima Eucaristía y de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.

 


2. La Plegaria eucarística II

 

Creada a partir de la anáfora de la Tradición Apostólica de San Hipólito, en un texto sencillo y lineal, dotado de una estructura en la que se perciben con toda claridad los diferentes elementos de la oración eucarística. Su contenido y lenguaje facilitan la recitación y la comprensión directa por los fieles. Dispone de un prefacio propio, cristológico, pero puede usarse también con otros prefacios, especialmente con los que presentan en forma más resumida el misterio de la salvación, como, por ejemplo, los prefacios de los domingos del tiempo ordinario y los prefacios comunes.

 

                         Estas características la hacen especialmente apta para los días ordinarios entre semana, o en circunstancias particulares15. Se puede usar también los domingos del tiempo ordinario y en algunas solemnidades para las que cuenta con un embolismo propio16, así como en alguna Misas rituales dotadas de intercesiones particulares17.

 

 

 

3. La Plegaria eucarística III

 

Es una Plegaria más elaborada y compleja que la II, pero dispone de una estructura trinitaria en la que se desarrollan las obras divinas en la apenas esbozada historia de la salvación y, sobre todo, en la vida de la Iglesia. No cuenta con prefacio, de manera que puede usarse con cualquiera de los prefacios existentes en el Misal, tanto con aquellos que se refieren a la obra de la salvación de modo general como con aquellos que mencionan un aspecto particular.

 

            Se recomienda su uso en los domingos y en las fiestas18. La posibilidad de mencionar al santo del día o al patrono la hacen muy apta para las celebraciones en honor de los santos. Cuenta con embolismos propios para algunas solemnidades19 y con intercesiones para las Misas rituales20.

 

4. La Plegaria eucarística IV

 

            Esta Plegaria está inspirada en las anáforas orientales, especialmente en las de tipo alejandrino. Es la más original de las cuatro Plegarias eucarísticas oficiales de la Liturgia romana, tanto por el desarrollo que hace de la historia de la salvación como por su belleza lírica. Tiene un prefacio propio e inseparable en el que arranca la historia de la salvación con un fuerte tono cósmico de alabanza a Dios por su inmensa grandeza. La estructura peculiar del texto impide la introducción en él de embolismos o intercesiones por los vivos o por un difunto. Sin embargo, admite un breve desarrollo, en la intercesión por los presentes, en las Misas de la octava de Pascua y del Bautismo, de la Confirmación, de la Primera Comunión y del Matrimonio, además de las intercesiones que se hallan en el Propio de algunas Misas rituales.

 

             Esta Plegaria eucarística puede emplearse cuando la Misa no tiene prefacio propio del día21. Pero puede emplearse, con su prefacio propio, aun cuando en la Misa haya prefacio del tiempo22. Por eso la Plegaria eucarística IV es especialmente apta para los domingos de Adviento y de Pascua, a excepción de las solemnidades de Pascua y su octava, Ascensión y Pentecostés, y para los domingos de Cuaresma III, IV y V fuera del año A, es decir, en los años en que no se leen los evangelios de la Samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro, que van acompañados del prefacio propio.

 

 

5. La Plegaria eucarística del Sínodo suizo

 

            Esta Plegaria, con sus cuatro variantes, se puede emplear siempre que la liturgia del día no tenga prefacio propio. Sin embargo, se puede usar con su prefacio, aunque está prescripto un prefacio del tiempo. Cada variante, que comprende un prefacio distinto, guarda unidad con éste, por lo que no se puede cambiar de prefacio.

 

            La Plegaria es especialmente apta para las celebraciones de particular significación eclesial: aniversario del Papa o del Obispo, Misas de órdenes sagradas, Misas por la Iglesia, por la Evangelización de los pueblos y por la unidad de los cristianos, reuniones de pastoral y encuentros eclesiales.

 

 


6. Las Plegarias eucarísticas “Para las Misas con niños"

 

            Están reservadas exclusivamente para estas Misas. Sin embargo, donde lo permita el Obispo a tenor del núm. 19 del "Directorio para las Misas con niños", se podrán usar también en las Misas con adultos en las que participan niños. Tal es el caso, por ejemplo, de una de las Misas parroquiales del domingo, a la que acuden los niños, y aun de la Misa de la Primera Comunión cuando son varios los niños que van a participar en la Eucaristía.

 

Se puede elegir indistintamente cualquiera de las tres Plegarias eucarísticas, pero debe tenerse en cuenta la condición de la mayoría de los niños que toman parte en la celebración. La primera es la más sencilla, y es particularmente apta para niños que comienzan su itinerario de catequesis y de iniciación en la celebración eucarística (niños de 6 a 8 años). La segunda requiere una participación más abundante, y parece muy adecuada para la etapa más larga de la catequesis (niños de 9 años en adelante, con una mayor experiencia de la celebración). La tercera se caracteriza por las variantes que admite según los tiempos litúrgicos. Esta Plegaria es muy apta para la última etapa de la catequesis general y para la catequesis de la Confirmación, cuando son niños o preadolescentes los que se preparan para recibir este sacramento.

 

 

 

7. Las Plegarias eucarísticas “sobre la reconciliación"

 

            Estas Plegarias se pueden emplear en celebraciones especiales sobre el misterio de la reconciliación o sobre la penitencia, especialmente durante la Cuaresma, en las reuniones espirituales y en las peregrinaciones.

 

            Estas Plegarias forman un todo único con su prefacio. Por consiguiente no pueden decirse cuando está prescripto un prefacio propio del día. En todos los otros casos pueden decirse, aun cuando se prescriba un prefacio del tiempo, pero siempre con el prefacio de la Plegaria.

 

 

Cuadro esquemático sobre el uso de las Plegarias eucarísticas

 

 

                                 Iº Can r.                   IIº                         IIIº                        IVº                   Vº a.b.c.d.

 

 

USO

Se

Reco-

mienda

 

USO

Se

Reco-

mienda

 

USO

Se

Reco-

mienda

 

 USO

Se

Reco-

mienda

 

  USO

    Se

    Recomienda

 

Triduo Pascual

SI

X

SI

 

SI

 

NO

 

 NO

 

Solemnidades

SI

X

SI

 

SI

X

NO

 

 NO

 

Domingos con

Prefacio propio

SI

 

SI

X

SI

X

NO

 

 NO

 

Domingos con

Pref.. del tiempo

SI

 

SI

X

SI

X

SI

X

  SI

    X

Fiestas con pref..

Propio o mandado

SI

XX

SI

 

SI

X

NO

 

  NO

 

Memorias con

Pref. mandado

SI

 

SI

X

SI

X

NO

 

  NO

 

Memorias con

Pref. dl tiempo

SI

 

SI

X

SI

X

SI

 

  SI

 

Ferias de adviento,

Cuaresma y pascua

SI

 

SI

X

SI

 

SI

X

  SI

    X

Ferias de Navidad

Y. del t. Ordinario

SI

 

SI

X

SI

 

SI

X

  SI

    X

Misas por diversas

Necesidades

SI

 

SI

 

SI

X

SI

X

  SI

    X

Misas votivas con

Prefacio propio

SI

XX

SI

 

SI

X

NO

 

NO

 

Misas rituales y

d difuntos

SI

X

SI

X

SI

X

NO

 

NO

 

 

 

 

Observaciones:

 

           1. El cuadro no contempla todos los casos posibles, por ejemplo, el Miércoles de Ceniza. Para ello consúltese el Calendario Litúrgico.

 

           2. Las recomendaciones son a título indicativo o de sugerencia. Recuérdese que las Plegarias IV y V (ésta con sus variantes) son inseparables de sus respectivos prefacios. Los prefacios de la V no son intercambiables entre sí.

 

           3. Las Plegarias eucarísticas "sobre la reconciliación" y “para las Misas con niños" tienen normas propias. Véase la rúbrica que las encabeza.

 

           4. Prefacio propio es el que está señalado para el día; prefacio mandado quiere decir que ha de tomarse del común, por ejemplo, en las fiestas o memorias de la Virgen, o de algún santo que no tiene prefacio propio.

 

5. XX quiere decir especialmente recomendable, por ejemplo, por tratarse de la fiesta de un apóstol o del patrono del lugar.

 

NOTAS

 

PRESENTACION

 

    1      Coeditores Litúrgicos, Barcelona, 1988.

 

CAPITULO I

 

    1      Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 36,3.

 

CAPITULO II

 

1        Carta de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, 1 de julio de 1985.

 

2        CF. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanetum Concilium, sobre la sagrada Liturgia, número 54.

 

3          La edición argentina del nuevo Ordinario de la Misa incluye sólo los 16 prefacios nuevos. Los que se encuentran en la edición del Misal romano deben continuar usándose según corresponda.

 

4         Cf.  Capítulo V: Catequesis litúrgica sobre las Plegarias eucarístícas autorizadas en el Nuevo Ordinario de la Misa.

 

5.       Capítulo III: La nueva versión  Padrenuestro,

 

CAPITULO III

 

2          C:f. Didaché, VIII, 2-3: Pdres apostólicos, BAC 65, p.85.

2          Cf. Sacramentario gelasiano, ed. Mohlbcrg, números 319-328.

3          J.A. Jungmann, El sacrificio de la Misa, BAC 68, pp. 838-856.

4          Cf. Rom. 8,15-16; 8,26-27, etc.

5          Cf. Mt. 6,9-13; Lc. 11,24.

6          Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sa-

            grada liturgia, números 36,54,cte.

7          CF. Notitiae 236-237 (1986), p. 270.

8.        Ibid.

9         Ef 4,4-6.

10.      Plegaria eucarística III; cf. 1 Co. 10,16-17.

 

CAPITULO IV

 

1          Relación final, II, B, 6,1 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia , número 11.

2          CF.. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 10; Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, número 11.

3          CF. Código de Derecho Canónigo, can. 838.

4          Cf. 1 Co. 1,23.

5          Cf.. 1 Co. 11,34.

6          Apología 1,67: Padres apostólicos BAC 116, pp. 258-259.

7          Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, números 49-50.

 8        Cf. Concilio Vaticano II Constitución Sacrosanctum, Concilium, sobre la sagrada liturgia

           número 23

9          Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 34.

10 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 37.

11 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Saerosanetum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 38.

12 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 40.

13 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, números 24, 35, 51.

14 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 52.

15 Cf, Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 53.

16 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concitium, sobre la sagrada liturgia, número 54.

17 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 55.

18 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 57-58.

19 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosantum  Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 50.

20 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, números 71,18,80, etc

21 Cf. Concilio Vaticano 11, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia,         

            número 51

22 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 48.

23 Cf. Ordenación General del Misal Romano (OGMR), número 28.

24 Cf. Mt. 18,20,

25 Cf. Lc. 24,36.

26 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, , número 33; cf. también número 7.

27        Cf. OGMR, número 43.

28        Cf. OGMR, número 21.

29        Cf. OGMR, número 19.

30        Vid., Capítulo V y VI.

31        Cf. OGMR, número 10; Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 33.

32        Cf. OGMR, número 12,55.

33       Cf. OGMR, número 54;cf. también número 55.        

 

 

CAPITULO V

 

1         OGMR, número 54.

2          CF. OGMR, número 55.

3          Plegaria Eucarística, oración de aclamación después de la consagración.

4          A. Bugnini, La riforma liturgica (1948-1975), Roma 1983, p. 442.

5          CF.. 1 Co. 11,24s; Lc. 22,19ss.; Mc. 14,22ss.; Mt, 26,26ss.

6          Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Conciliurn, sobre la sagrada

            liturgia, número 23.

7          CF.. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 11.

8          AAS 65 (1973), pp. 340-347; Phase 13 (1973), pp. 521-529.

9          Eucharisticam participationem, número 2.

10        Eucharisticam participationem, número 5.

11       Eucharisticam participationem, número 6.

12        Eucharisticam participationem,, número 2.

13        Eucharisticam participationem, número 8.

14        Eucharisticam, participationem, número 10.

15        Eucharisticam participationern, número 19.

16        Eucharisticam participationem, número 17.

17        Cf. OGMR, número 45-55.

18        Lc. 24,30-32.

19        Notitiae 11 (1975), p.5.

20        Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 11.

21        Cf, Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 19.

22        Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum. Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 21.

23        Cf Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 33 y 34.

24        Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, números 37-40.

25        Cf.Notitiac3 (1967), p.368.

26        Cf OGMR, número 6.

27        Cf Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 19; Declaración Gravissimun educationis, sobre la educación cristiana de la juventud, número 2.

28        Cf. D. Borobio y V.M. Pedrosa, “Celebración de la Eucaristía con los niños",

            Phase 12 (1972), pp. 12-27; y J. Aldazábal, “Acoger a los niños en nuestra Eucaristía", en Phase 19 (1979), pp. 496-498.

29      Cf. D. Borobio y V. M. Pedrosa, art. cit.; J. Gomis, “Celebrar (siempre) con sencillez y alegría”, en Phase 67 (1972), pp. 81-85.

30              Directorio para las Misas con niños: AAS 66 (1974), pp. 30-46; texto y

31              Directorio para las Misas con niños, número 12.

32        Directorio para las Misas con niños, números 14,41-49.

33        Directorio para las Misas con niños, números 9,13 y 52.

34        Directorio para las Misas con niños, número 52.

35        Directorio para las Misas con niños, números 9 y 5 3-54.

36        Directorio para las Misas con niños, números 15 y 55; cf. números 9 y 13.

            J. Aldazábal, "Las ideas básicas del Directorio", en Celebrar la Eucaristia

            con niños, pp. 50-52.

37        Carta circular a los Presidentes de las Conferencias Episcopales sobre las Ple-

            garias eucarísticas para las Misas con niños y de la reconciliación, Roma, .10

            de diciembre de 1977: Notitiae 13 (1977), pp. 555-556.

38        Tres Plegarias eucarísticas para Misas con niños. Plegaria eucarística sobre la

            reconciliación, Secretariado Nacional de Liturgia (España), Madrid ("Subsi-

            dia Litúrgica", número 26), pp. 8-11; texto y comentario, en J. Aldazábal,

            Celebrar la Eucaristía con niños, pp. 56-66.

39        Praenotanda a las Plegarias eucarísticas para Misas con niños, número 1.

40        J. Aldazábal, Celebrar la Eucaristía con niños, p.58.

41        Praenotanda a las Plegarias cucarísticas para Misas con niños, número 15.

42        Directorio para las Misas con niños, número 23.

43        Praenotanda a las Plegarias cucarísticas para Misas con niños, número 21.

44        Cf. Directorio para las Misas con niños, número 55.

4.5       Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosantum Concilium, sobre la sagrada liturgia, número 10.

 

 

CAPITULO VI

 

1          Cf. Notitiae, 4 (1968), pp. 157-160.

2          Cf. Notitiae 4 (1968), pp. 146.155.

3          Cf. Subsidia litúrgica, 26, pp, 5-6.

4          Cf. Subsidia litúrgica, 26, pp.8-11.

5          Cf. Pastoral litúrgica, 97/99 (1978), pp. 15-16.

6          Cf. Pastoral litúrgica, 112/113 (1980), pp. 3-12.

7          Notitiae 17 (1981), p.23.

8          Cf. Ordenación general del Misal romano, número 55a.

9          Cf. Ordenación general del Misal romano, número 313.

10       Cf. Concilio Vaticano II, Decreto Presbyterorum ordinis, sobre el misterio y vida de los    presbíteros, número 5.

11        Cf. Ordenación general del Misal romano, número 170.

12      Natividad del Señor y su octava; Epifanía; Jueves Santo; Vigilia Pascual y octava de    Pascua; Ascensión del Señor y Pentecostés.

13     Jueves Santo,Vigilia Pascual y octava de Pascua; Misas del Bautismo, Confirmación, Primera Comunión, Matrimonio, Exequias, y otras que se hallan en el Propio de las Misas rituales.

14       Cf. Ordenación general del Misal romano, número 322a.

15       Cf. Ordenación general del Misal romano, número 322b.

16        Las Misas indicadas en la nota 5.

17        Las mismas  indicadas en la nota 6 excepto el jueves Santo.

18       Cf, Ordenación general del Misal romano, número 322c.

19       Las mismas indicadas en la nota 5

20        Las mismas indicadas en la nota 6, excepto el Jueves Santo.

21        Cf. Ordenación general del Misal Romano, número 322d.

22        Cf. Ordenación general del Misal romano, número 322c.