Volverå

 

COMUNICADO DE LA COMISION PERMANENTE

DEL EPISCOPADO ARGENTINO ACERCA DEL

TRABAJOSO CAMINO HACIA UNA VERDADERA

DEMOCRACIA

 

 

5      El 3 de diciembre, impulsado por un reducido sector del ejército identificado bajo la denominación  «carapintadas» y de ex integrantes de la disuelta agrupación «Albatros», de la Prefectura Naval Argentina, estalla un motín militar en la ciudad de Buenos Aires y en algunas unidades de la provincia de Buenos Aires y Entre Ríos. El Poder Ejecutivo declara de inmediato al estado de sitio, que luego aprueba el Congreso, en tanto las fuerzas militares fieles a la Constitución entran rápidamente a reprimir a los rebeldes. Todas las expresiones de la opinión pública, los sectores de la producción y los partidos políticos, se pronuncian condenando el alzamiento. El Coronel (R) Mohamed Alí Seineldín asume la responsabilidad del estallido militar de los rebeldes, los que, tras un breve y sangriento combate, se rinden al día siguiente, dejando un saldo de veinte muertos y numerosos heridos. Este triste acontecimiento fratricida, induce a la Comisión Permanente del Episcopado a pronunciarse para hacer oír su voz reclamando la cordura necesaria para restablecer la unidad nacional y reemprender el camino de la esperanza. Deplora, sin embargo, la acción irresponsable, la violencia desencadenada, la invocación a Dios y la Santísima Virgen para encubrir acciones temerarias, a la vez que advierte que existen síntomas que deben ser atendidos por quienes corresponde y evitar enfrentamientos inútiles.

 

 

 

 

 

Otra vez hemos sido perturbados, en nuestro trabajoso camino hacia una verdadera democracia, por una acción irresponsable. La violencia, lejos de aportar soluciones, agudiza la difícil y dolorosa situación de nuestro pueblo destruyendo vidas humanas, sembrando angustia y desaliento, dañando la credibilidad de nuestro país en el orden internacional. Este acontecimiento nos impulsa no sólo a acompañar a quienes lloran las muertes y deploran perjuicios en personas y bienes, sino también a ofrecer a nuestro pueblo una palabra desde la fe y contribuir así a curar las heridas, restablecer la unidad y reemprender un camino de esperanza.

No es bueno negar lo evidente o dejar de condenar lo condenable. Una sociedad sólo se puede construir sobre proyectos claros y coherentes con su tradición, sobre una voluntad constante y compartida de afianzar la justicia aún con el propio sacrificio, y sobre la capacidad y honestidad de gobernantes y gobernados. Acontecimientos como el que deploramos manifiestan que no todos los sectores de nuestro pueblo concuerdan en esas bases elementales.

Hay además otros síntomas, recientemente agudizados, que denotan fallas graves en el comportamiento de personas y grupos. Son conductas que no sólo van contra las leyes humanas sino abiertamente contra los mandamientos de la ley de Dios. Una sociedad se construye sobre la verdad, la solidaridad, el trabajo honesto, las buenas costumbres y el desempeño fiel de los propios deberes.

«Si el Señor no edifica la casa en vano trabajan los albañiles», dice la Escritura (Salmo 127). La mayoría de nuestro pueblo ama a Dios y a la Santísima Virgen y cuenta con su ayuda; pero no los invoca temerariamente para amparar acciones injustificables como se ha hecho en estas circunstancias. Quién debe iluminar el camino para que la Argentina encuentre su lugar y pueda llegar a ser una comunidad justa y fraterna es Jesucristo.

Pedimos a nuestros hermanos conciudadanos más unión para una tarea cotidiana que requerirá todo nuestro esfuerzo y deberá superar diferencias alejando definitivamente enfrentamientos inútiles. Sobre todo exhortamos a la oración confiada dirigida a Dios, Padre de Todos que, en Jesucristo, nos constituyó hermanos.

Nos encomendamos a la Virgen María que, bajo distintas advocaciones, es honrada en nuestra Patria como Madre de Dios y Madre nuestra.

 

 

Buenos Aires, 4 de diciembre de 1990.