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115ª Comisión Permanente / 30 de julio - 1 de agosto de 1996

 

Declaración

 

 

1.      Siguiendo con atención y preocupación pastoral el momento que vive nuestro país, luego de escuchar y evaluar los informes correspondientes de nuestros hermanos Obispos de varias regiones, con quienes nos solidarizamos, queremos expresar nuestra palabra y reflexión sobre algunos temas actuales que hacen al respeto de la vida y a la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, fuente de toda razón y justicia.

 

2.      Nuestro pueblo siempre ha valorado la vida como un don y la ha conservado con el cuidado de sus leyes y la delicadeza de su mejor atención. Sin embargo, advertimos con preocupación que, bajo el pretexto de una legítima paternidad responsable, se introducen en diversas sedes legislativas planteos y técnicas antinatalistas, e incluso abortivas, que destruyen el don de la vida y ofenden la dignidad e intimidad de las personas. Asimismo, queremos denunciar enérgicamente la profanación de la persona humana por la manipulación genética y, aunque se trata de un hecho ocurrido fuera de nuestra patria, repudiamos también el reciente exterminio de miles de embriones congelados, ordenado por una ley injusta.

 

 

3.      Respecto a la grave situación que se vive en el país, especialmente la desocupación y la pobreza, causa de marginación y elocuente reclamo de justicia social, nadie puede sentirse libre de responsabilidad. Reconocemos la urgencia de asistir a las necesidades imperiosas de muchos hermanos nuestros, sobre todo de los niños; pero, sin embargo, advertimos que la prolongación indefinida de programas asistenciales va creando un acostumbramiento y una dependencia social humillante que debilitan la cultura del trabajo. Por ello, exhortamos a todos, particularmente a los sectores dirigentes, a asumir una renovada actitud de solidaridad y creatividad, que llegue a las causas más profundas y permita dar una respuesta más digna y justa a estas realidades.

 

4.      La sociedad necesita que el noble ejercicio de la política, como arte del servicio al bien común, adquiera un rol protagónico y ejemplar en la defensa y promoción de los valores morales fundamentales. Ningún plan o modelo económico o social puede tener éxito, si no está integrado a una gestión política que se desarrolle en un marco ético y jurídico que la sostenga y la controle. Esta exigencia moral va a robustecer la credibilidad de nuestro régimen democrático.

 

 

5.      Como hombres de fe renovamos nuestra esperanza en el Señor, y renovamos también nuestra confianza en e1 buen sentido de nuestro pueblo que, apoyado en la Providencia, quiere abrirse a la solidaridad, aun desde su propia pobreza. Recordemos que el olvido de Dios es causa del oscurecimiento de la dignidad del hombre y del respeto por la vida.

 

 

115ª Comisión Permanente

 1° de agosto de 1996

Memoria de San Alfonso María de Ligorio