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Carta pastoral del Episcopado Argentino,

con motivo del 50 aniversario de la Acción Católica Argentina

 

1. Introducción

         Los pastores de la Iglesia de Dios que peregrina en la Argentina, nos dirigimos a nuestros queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos y en particular a los dirigentes y militantes de la Acción Católica Argentina, al cumplir ésta cincuenta años de fecunda labor apostólica en nuestra patria.

         El día 5 de abril de 1931, festividad de pascua de resurrección, los obispos argentinos, respondiendo al pensamiento y al deseo de Su Santidad Pío XI fundaron la Acción Católica y promulgaron su primer estatuto.

         Al celebrar ahora sus bodas de oro, los obispos de hoy queremos destacar, con alegría y complacencia, los copiosos frutos que proporcionó esta benemérita institución, cuyo laicado ha dado reiteradas muestras de su profundo sentido eclesial y de su compromiso con las realidades temporales a la luz del evangelio. Ella brindó a sus miembros una escuela de formación sólida y una organización eficaz que les permitió llevar a cabo su misión bautismal y su deber apostólico.

         Nuestro gozoso reconocimiento y nuestras esperanzas de pastores ante este acontecimiento eclesial, nos sugieren algunas reflexiones que, en fraterna comunión, queremos participar con nuestro pueblo.

 

2. Homenaje de gratitud

         Lo primero es, sin duda, elevar los corazones a Dios para expresarle nuestra reconocida acción de gracias por haber suscitado en su Iglesia esta institución laical que, por su estrecha vinculación con la jerarquía resulta un instrumento fecundo para la evangelización de los hombres y de los ambientes.

         También queremos elevar nuestra profunda gratitud al Señor porque la Iglesia en la Argentina, en sus últimos cincuenta años, ha podido contar con una Acción Católica que, siendo fiel a su vocación y a su secularidad, contribuyó a la expansión del mensaje evangélico en las realidades cotidianas de los hombres.

         Queremos manifestar, igualmente, nuestro reconocimiento a toda la Acción Católica Argentina, pues siendo coherente con su propia identidad y sus objetivos, ha ido formando durante estos cincuenta años hombres y mujeres, niños y jóvenes que, asumiendo su responsabilidad como hijos de Dios, crearon familias cristianas, poblaron nuestros seminarios y casas religiosas y han contribuido en la construcción del país a través de su inserción en las múltiples actividades humanas, desde la óptica del evangelio.

         Nuestro cordial reconocimiento va dirigido también a quienes, convencidos de la utilidad de la Acción Católica, desde su puesto de asesor, de dirigente o de militante, le entregaron lo mejor de sí con encomiable generosidad. Para incluir en un solo nombre nuestro deber de gratitud recordamos con hondo afecto al Eminentísimo señor Cardenal Antonio Caggiano, su primer asesor general, quien desde su fundación la iluminó magistralmente y la impulsó con todas sus fuerzas.

 

3. Lo específico de la Acción Católica

         La Acción Católica Argentina ha sido a lo largo de sus cincuenta años, una realidad eclesial concreta y operante, con características propias y bien definidas.

         Conviene recordar aquí que, si bien todos los bautizados participamos del único sacerdocio de Cristo, no todos participamos de la misma manera y en el mismo grado. Todos realizamos la misión salvadora de la Iglesia, pero no todos ejercemos la misma actividad en esa realización. Todos –sacerdotes y laicos- “han de buscar la santificación de los hombres con la fe en Cristo y con su gracia [...] es obligación de toda la Iglesia trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de restablecer rectamente el orden de los bienes temporales y ordenarlos hacia Dios por Jesucristo.”1

         Pero dentro de la actividad propia de los laicos en la Iglesia, caben diversas formas de apostolado que se caracterizan por su mayor o menor vinculación con la jerarquía, fuente y origen de todo legítimo apostolado.

         El apostolado de los laicos se hace más eficaz y fecundo, en la medida en que éstos, permaneciendo laicos y sin perder su propia identidad, se nuclean organizadamente para llevar a cabo el fin apostólico de la Iglesia, en estrecha vinculación con la jerarquía y con una total disponibilidad para acudir a las necesidades pastorales que la misma jerarquía les señale.

         Precisamente, en esta estrecha comunión con los pastores radica el distintivo específico y por consiguiente, la importancia de la Acción Católica, cuya misión se enriquece aún más con un mandato explícito de la jerarquía, como sucede entre nosotros.

         De allí que el Papa Pablo VI enseña que en la Iglesia no puede concebirse la pastoral de conjunto sin la Acción Católica, y que es engañoso tenerla en mediocre consideración pues ella es un órgano integrante de la estructura eclesial. Por eso agrega a continuación que sí bien los laicos tienen libertad para pertenecer a ella, los pastores, en cambio tienen obligación de promoverla y conservarla.2

         El Concilio Vaticano II, al precisar las cuatro notas características que, dadas conjuntamente, hacen que una institución sea realmente Acción Católica, también la ha recomendado de manera especial.3

 

4. Fecundidad de la Acción Católica

         La gravitación que la Acción Católica Argentina ha tenido en nuestra iglesia y en nuestra patria no necesita ser ponderada aquí. Pero es evidente que ella influyó decididamente en la promoción eclesial del laicado y en su responsabilidad para actuar en el corazón del mundo. Son muchos los laicos comprometidos con el evangelio que reconocen haber sido formados en su seno. Lo mismo cabría decir de no pocos obispos y de muchos sacerdotes y religiosos, cuya vocación nació en las filas de la Acción Católica. Miles de familias y matrimonios cristianos se originaron en los innumerables centros y círculos diseminados por todo el país.

         Así mismo, ella contribuyó a reactivar el apostolado parroquial y ambiental, y al abrir nuevas perspectivas en la promoción del laicado, fue madre fecunda de diversas organizaciones apostólicas y de movimientos temporales de inspiración cristiana.

         Aunque su finalidad, como la de la iglesia es de orden espiritual y religioso, no por eso l Acción Católica Argentina ha ignorado las dificultades y fatigas de la vida cotidiana y las difíciles opciones frente a las cuales cada hombre se encuentra todos los días. Ella, en efecto, no ha permanecido extraña ni indiferente ante los problemas concretos del hombre, de la familia y de la sociedad, sino que ha contribuido, con su aporte específico, a solucionarlos evangélicamente.

         Y en los momentos de oscuridad, de desconcierto y de crisis, por los que también pasó la Acción Católica, supo permanecer fiel a la Iglesia y obediente a sus pastores, lo que le significó el dinámico y progresivo reflorecimiento que hoy palpamos y que auguramos cada vez mayor.

         Al evaluar el largo y no siempre fácil camino recorrido por la Acción Católica en la Argentina constatamos con satisfacción que el lema elegido para celebrar sus bodas de oro y sus próximas asambleas federales en Rosario, es adecuado y exacto: Con la verdad de Cristo al servicio del hombre.

         Las finalidades específicas, en efecto, de esta asociación: evangelizar, santificar y formar la recta conciencia en orden a impregnar del evangelio las distintas comunidades y los diversos ambientes, se concretan con la oración, el sacrificio, el estudio y la acción. Ciertamente que la oración constante, junto a una intensa vida sacramental y de gracia, el sacrificio que templa voluntades fuertes y el estudio sistemático, es lo que hace que el militante de la Acción Católica se identifique con Cristo y su verdad, para poder comunicarla fielmente al hombre en su acción evangelizadora. Este es el gran servicio, impostergable y necesario por otra parte, que esta benemérita asociación ha brindado, y anhelamos que continúe brindando, a la causa del evangelio y a la construcción del reino.

5. Exhortación y llamado de los pastores

         Finalmente una última reflexión y nuestra ardiente y esperanzada exhortación.

         El Concilio Vaticano II se ha ocupado específicamente de la Acción Católica. El Papa Pablo VI ha enseñado que ella pertenece al diseño constitucional de la Iglesia, que ocupa un lugar no históricamente contingente, sino teológicamente motivado en la estructura eclesial y que constituye una forma singular de ministerialidad laical. Su Santidad Juan Pablo II, en nuestra última visita ad limina, nos decía que más allá de las actividades de índole temporal, la Acción Católica lleva a sus asociados a una conciencia profunda de su vocación apostólica en la propia condición laical y que, por eso, deseaba que los sacerdotes vieran en la Acción Católica una colaboradora indispensable de su ministerio, signo y prenda de la presencia viva del laicado en la comunicación de la gracia redentora del salvador.

         Recorriendo estas expresiones del Santo Padre, fundamentados en las enseñanzas del concilio y del magisterio pontificio y movidos por l incontrastable experiencia de sus cincuenta años de vida, afirmamos que la Acción Católica Argentina es una institución apta y eficaz para la pastoral y el cumplimiento de la misión evangelizadora de la Iglesia.

         Ella ofrece cuadros para la acción, estructura nacional, diocesana y parroquial, estabilidad y continuidad. Ella forma integralmente al cristiano y lo impregna de un profundo sentido eclesial. Con su metodología contribuye a que el laico viva en el mundo, pero animado de celo apostólico, comprometido en la evangelización de todas las realidades temporales y portador del mensaje de Cristo para transformar la familia, el trabajo, la profesión y las estructuras de la sociedad.

         Por todo ello nos sentimos reconfortados y nos complacemos en manifestar a los dirigentes, militantes y asesores de la Acción Católica Argentina nuestro afecto paternal, nuestro estímulo y nuestra esperanza para que, en la etapa que se inicia, contribuyan cada día más a construir en el mundo la nueva “civilización del amor”.

         Como pastores, queremos aprovechar esta propicia ocasión para exhortar, de manera clara y confiada, a nuestros queridos sacerdotes, religiosos y religiosas que no se ahorren esfuerzos para afianzar la Acción Católica Argentina en sus diversas ramas donde ya existe y para crearla con empeño pastoral donde todavía no está establecida. A los laicos, miembros del pueblo de Dios, les sugerimos que se pregunten si el Señor no los llama a las filas de la Acción Católica Argentina en esta hora providencial que nos toca vivir.

         Imploramos a la Santísima Virgen María, estrella de la Evangelización y Madre de la Iglesia, que suscite vocaciones para la Acción Católica y obtenga del Señor la gracia de la fidelidad para todos los miembros de esta querida institución, a la que bendecimos y felicitamos con afecto pastoral en sus bodas de oro al servicio de Dios, de la Iglesia y de la patria.

 

Buenos Aires, 1° de abril de 1981.

 



1 Decreto sobre el apostolado de los seglares, N°6

2 Pablo VI, Discurso a la Acción Católica, 1968

3 Decreto sobre el apostolado de los seglares, N° 20 y decreto sobre el oficio pastoral de los obispos, N° 17