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En ocasión de desarrollarse una evidente propaganda a favor de la
modificación de la ley que regula el funcionamiento del ente de calificación
moral de las películas y ante el desarrollo alcanzado por el criterio de
permisivismo moral en sus manifestaciones públicas –películas, televisión,
publicaciones, carteles–, el Episcopado hace llegar su voz de alerta
dirigida a fieles, gobierno, empresarios, agentes educadores, comunicadores
sociales, a fin de advertirles su responsabilidad en el logro de una sana moral
y elevación de la dignidad humana. Esta intervención tiene el carácter de una
grave advertencia y se fundamenta en la misma “realidad alarmante” que ofrece
la sociedad y que pretende justificarse por quienes manipulan la moral, recurriendo
al argumento de la libertad de expresión.
medios de
comunicación
1. En este momento en que diversos sectores buscan la reconstrucción de país desde sus “propios cimientos, integrados por los valores morales y espirituales” y se anhela una renovación profunda y positiva; asistimos con inquietud al avance mencionado y progresivo de la inmoralidad en el campo de los medios de comunicación social. La exaltación de la violencia; la obsesiva presentación de un sexualismo morboso; la invasión cultural extranjerizante y deformante, son algunos de los hechos que vienen preocupando desde hace tiempo a padres, educadores y a toda persona de sano criterio. En octubre de 1981 en carta dirigida al Señor Presidente, la Comisión Ejecutiva del Episcopado aludía al “permisivismo moral y pornografía que invade y corrompe las bases mismas del pudor, en revistas, telenovelas, películas y espectáculos teatrales, sin que aparezca o se haga posible un sano y prudente control por parte de la autoridad”; una advertencia similar se reiteraba en la Asamblea de noviembre de ese mismo año.
2. Esta corriente de violencia y sexualismo ya no se queda aislada en las salas de espectáculos, sin que penetra en la intimidad doméstica a través de la televisión; salta a la calle desde las revistas y las carteleras y tiende inclusive a una total expansión. Lo afirmamos, porque de acuerdo a versiones, se pretendería obtener la sanción de un Decreto Ley sobre calificación de películas que equivaldría a institucionalizar las expresiones más degradantes de la pornografía y la violencia. La crueldad refinada, el erotismo gratuito, la perversión en todas sus formas, serían algunos de los temas para los que se reclamaría una amplia “libertad de expresión”.
3. Ante esta realidad
alarmante, la Iglesia, fiel a su misión, no puede permanecer pasiva e
indiferente.
La actuación del Episcopado ha demostrado siempre un claro interés por todos los problemas que afectan a la comunidad, especialmente, en lo que hace a una convivencia ciudadana basada en la verdad, la justicia, la solidaridad y la paz. Pero estas prioridades sociales no la eximen de tener una seria preocupación por hechos que atacan otros aspectos de la moral y afectan profundamente al desarrollo de la personalidad, a la defensa de la vida y a la madurez del amor.
La Iglesia alza su voz fundada en un esencial respeto hacia el hombre. Sabe que todo hombre y toda mujer tienen en sí una nobleza inviolable. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, ha sido redimido por Cristo y participa de la filiación divina; el hombre, superior a toda la creación visible, es persona llamada a un destino trascendente. Esta es la verdad sobre el hombre. Por eso toda explotación explícita o sutil de las pasiones con fines consumistas constituye una flagrante violación de la dignidad del hombre; implica un menosprecio a lo mejor que hay en el hombre.
4. Se menciona con frecuencia
a la libertad de expresión como una de las razones para el permisivismo moral.
Aquí conviene hacer algunas aclaraciones: en primer lugar que la Iglesia afirma la necesidad de la libertad de expresión, tanto para los individuos como para la colectividad, dentro de los límites de la honestidad y del bien común. Esta libertad de expresión es necesaria para la formación recta y exacta de la opinión pública.
La libertad de opinión y el derecho a informarse y a informar son inseparables y se relacionan con la misma libertad de comunicación.
Debe observarse la regla de la entera libertad, que no debe restringirse, sino cuando sea necesario y en la medida en que sea necesario.
Pero no se puede aceptar la teoría de los que sostienen la libertad de expresión como libertad para difundir sin ningún control todo lo que a uno se le antoje, aunque atente contra la verdad, la justicia y la honestidad. La verdadera libertad de expresión se orienta a la difusión de los valores que contribuyen al perfeccionamiento humano.
Afirmamos por lo tanto una libertad responsable.
Muchas veces sucede que, bajo la apariencia de libertad de expresión, se está atentando contra la misma libertad de los individuos y de los pueblos. Esto ocurre cuando se manipula la información o cuando ésta es monopolizada, no sólo por los gobiernos, sino también por parte de los intereses privados políticos y económicos; cuando la programación extranjera se convierte en una invasión y ocupación del territorio cultural; o cuando los medios de comunicación social “actúan como vehículos de propaganda del materialismo reinante, pragmático y consumista” (Puebla, 1073).
5. Hay otra cuestión que es preciso dilucidar: la relación del arte con la moral. “Es verdad que a las Artes por ser tales no se les exige una explícita visión ética o religiosa” (Pio XII). Pero de ninguna manera puede desvincularse el Arte de la moral. “La primacía absoluta del orden moral y objetivo ha de ser aceptada por todos, puesto que es el único que supera y congruentemente ordena las realidades humanas sin excluir el mismo Arte “ (Concilio – Inter. Mirifica, 6).
6. Lamentablemente no siempre hay sinceridad cuando se habla de derechos del Arte o de la libertad de expresión. Muchas veces se ocultan detrás de estas palabras un deshonesto afán de lucro, la presión de una poderosa industria pornográfica o tal vez, oscuras razones políticas.
7. La Comisión Episcopal para los Medios de Comunicación Social preocupada por la sana formación de los jóvenes, la defensa de la familia y la vigencia de los valores de nuestra cultura, ha juzgado necesario poner a consideración de todos los ciudadanos esta realidad y estos principios y hacer en consecuencia un llamado a su responsabilidad.
8. Nos dirigimos en primer lugar a nuestros Gobernantes, porque la autoridad civil, así como legítimamente se ocupa de la salud de los ciudadanos, tiene también el grave deber de salvaguardar la moralidad pública. Tal es, por otra parte, la mentalidad implícita en la legislación argentina.
Conviene recordar lo que dice la Instrucción Pastoral para los Medios de Comunicación Social “Communio et Progressio”: “La función de los Gobernantes debe ejercerse de manera más positiva que negativa: su acción no ha de concebirse como exclusivamente prohibitiva o represiva, aunque su intervención a veces, sea necesaria para corregir y enmendar. El Concilio Vaticano II enseña que la libertad humana, mientras sea posible, ha de ser fomentada y protegida y sólo puede ser restringida en cuanto lo exija el bien común; la censura, por lo tanto, se reducirá sólo a los casos extremos. La misma autoridad pública debe someterse al principio de subsidiariedad, tantas veces expuesto por el Magisterio de la Iglesia” (86). Por otra parte, no es oportuno que en este momento se produzcan fricciones o se creen nuevos focos de tensión y de conflicto, lo que podría ocurrir si se intentase modificar la legislación vigente. Podemos preguntarnos también cuál es la urgencia para modificar ahora una ley existente desde 1968. Tratándose de una Ley de tal proyección en el orden social, cultural y moral, y estando el país sobre el umbral de la institucionalización, consideramos que su tratamiento corresponde al Congreso.
9. Nos dirigimos también a los agentes de la educación, especialmente a los padres de familia, los cuales no aceptarían para sus hijos un porvenir moralmente deteriorado. Nunca será demasiado pronto para inculcar en los jóvenes el criterio y sentido artístico y la conciencia de la propia responsabilidad moral en la selección de las publicaciones, películas y audiciones de televisión. Los padres y educadores deberán promover la educación del sentido crítico frente a los medios de comunicación, con el fin de contrarrestar los efectos negativos de la manipulación y masificación, así como apreciar los aspectos positivos de estos modernos instrumentos de la técnica.
10. Hacemos un llamado especial a los comunicadores: les pedimos que pongan su talento y empleen las maravillosas posibilidades de los Medios para servir a la verdad, al bien y a la belleza. La Iglesia siempre ha estado junto a las nobles realizaciones del espíritu humano y hoy también está junto a todas las expresiones de los medios de comunicación social; las valora y promueve. Reiteramos lo afirmado en nuestra Asamblea de noviembre de 1981: “Contribuyen a edificar la nación los propietarios, administradores, periodistas y anunciantes que quieren ser instrumentos de la verdad, del bien y de la belleza. La destruyen quienes utilizan medios tan valiosos para deformar y deshacer conciencias y vidas”. También es necesario tener en cuenta que “la Iglesia, profunda conocedora de las flaquezas del alma humana como de sus grandezas, exige en nombre de la dignidad del alma la presentación del mal moral, que mancha a la humanidad, no deforme la visión exacta de la vida humana y de su real circunstancia; no se convierta en apología y apoteosis, sino que, al servicio del hombre, sirva para elevarlo y dignificarlo” (Pio XII).
Decía Juan Pablo II en el encuentro con los representantes de los medios de comunicación social en España: “Pensad en vuestras familias, en vuestros hijos, receptores asimismo de un gran número de mensajes, algunos de los cuales no edifican, no construyen, sino que transmiten una idea degradada del hombre y de su dignidad en aras quizás, del permisivismo sexual, de la ideología de moda, de una crítica antirreligiosa de viejos resabios o de una cierta condescendencia ante fenómenos como la violencia. No olvidéis nunca que de vuestra actuación depende a veces, al menos en buena parte, la conducta moral de muchos hombres y mujeres”.
11. Convocamos, finalmente, a todos los fieles católicos, para que tomando conciencia de la gravedad del problema, lo encaren responsablemente y busquen los medios legítimos y eficaces para enfrentar la prepotencia del mal. Es necesario formarse para lograr la capacidad selectiva y una actitud activa para usar los medios de comunicación social. Es preciso también actuar asociados y coordinados en acciones de conjunto. Recordamos además que sólo en Dios está nuestra fuerza y nuestra confianza y por eso les pedimos perseverancia en la oración.
12. “El pueblo de Dios, tanto los Pastores como los fieles, únanse animosamente a los intentos y esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad, para que los instrumentos de comunicación social sirvan eficazmente a la justicia, la paz, la libertad y el progreso humano” (Communio et Progressio, 100).
Presidente: HECTOR GABINO ROMERO
VICENTE FAUSTINO ZAZPE
OSCAR FELIZ VILLENA
Buenos Aires, 26 de diciembre de 1982
Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José