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LA VISITA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

 

Mensaje de la Comisión Permanente de la Conferencia
Episcopal Argentina

                    

           Antes de viajar a Gran Bretaña el Santo Padre hizo pública declaración que, al regreso de aquel país, realizaría un visita a la Argentina para rogar por “la victoria de la paz sobre la guerra”. El Santo Padre hizo saber al Episcopado Argentino esa decisión comunicando que su visita tendría lugar los días 11 y 12 de junio. Al recibo de la comunicación la Comisión Permanente la puso en conocimiento del país a través del siguiente

Mensaje.

 

 

                     

En medio de las vicisitudes y dolores del momento presente, queremos dirigirnos a los fieles católicos del País y a todos los hombres de buena voluntad de la Argentina, para hacernos eco del llamado de amor paterno que significa la hermosa carta del Santo Padre Juan Pablo II anunciándonos humilde y afectuosamente su visita a nuestra tierra.

¡Llega el Papa a la Argentina! Y si bien por poco tiempo, su presencia en medio de nosotros es una gracia de Dios, un don del Señor. Y tanto más cuanto que el Santo Padre nos dice que viene para elevar, entre nosotros y con nosotros, “la misma plegaria de la victoria de la paz sobre la guerra”.

Bien es verdad que estamos, como comunidad nacional, marcados por las dolorosas circunstancias de un conflicto bélico y, tanto por su cruenta realidad presente como por sus posibles consecuencias de futuro, necesitamos pedir con perseverancia y humildad el auxilio de la Divina Providencia para obtener la paz, “deber imperioso”, como la llama el mismo Sumo Pontífice.

Recordando siempre la palabra de Jesús: “Bienaventurados los que buscan la paz porque serán llamados hijos de Dios”, pongámonos todos en actitud de ser merecedores de tal bienaventuranza y para ello colaboremos con la acción de la gracia y preparémonos a recoger frutos abundantes de la visita del papa, procurando unirnos con él para que tanto en Luján como en Buenos Aires, la oración del Vicario de Cristo en la tierra sea también nuestra oración.

Todos juntos, a una con el Santo Padre, pidamos por la ansiada paz para nuestra patria, por el triunfo del amor sobre la discordia en nuestros corazones y en el mundo entero.

En efecto, la paz es fruto de la justicia que reside en el alma de aquellos “que ama el Señor”. Por tanto, para poder ser digno de ella debemos tratar de abarcar a todos en nuestro amor fraterno. Por eso, aún “dentro de las justas exigencias del patriotismo”, como dice S.S. Juan Pablo II, debemos ser, como cristianos, heraldos de la unidad en Cristo, que abraza a todos los pueblos y naciones.

Es a través de la siembra del Evangelio cómo los valores de universalidad, de justicia, de paz, que los argentinos queremos defender, se han encarnado en la concepción de la civilización y cultura occidentales, no obstante inadmisibles fracturas de hecho que todos lamentamos.

El amor a la patria nos hace desear el mayor bien para la comunidad que formamos los argentinos. Bien en la tutela de los propios legítimos derechos y de los grandes valores de nuestro ser nacional. Pero ese bien no lo proyectamos como detrimento de nadie ni contra nadie. Por lo mismo, la mejor demostración de la pureza de nuestras intenciones será, al par que sentirnos muy unidos para el logro y consolidación de los ideales argentinos, rezar fervorosamente por la Paz con el Papa, Padre común de los católicos.

Repetimos por ello nuestras palabras del 20 de abril pasado:

“Seguimos alentando esta plegaria, que también debe estar acompañada de penitencia y conversión, libre de todo odio, aún hacia aquellos que hoy aparecen como adversarios, pero que son nuestros amigos y hermanos porque son hijos del mismo Padre Dios.

Esta oración ayudará a plasmar la unión fuerte y permanente que necesitamos, y ayudará también a rescatar valores muy nuestros que tal vez perdimos en parte a lo largo del camino, como la fraternidad, la austeridad, la esperanza”.

 

Exhortamos a todos los fieles y hombres de buena voluntad que por una u otra causa no podrán estar presentes personalmente en Luján o Buenos Aires durante la visita del Papa, a que se unan espiritualmente a su plegaria por la paz, con la segura esperanza de que pronto lo tendremos nuevamente entre nosotros en una más prolongada estadía.

Con la presencia, la oración y la bendición del Santo Padre en medio de nosotros, todas esas intenciones brillarán más ante el trono de Dios.

María Santísima en su imagen de Luján, al ver a sus pies por primera vez al Sucesor de Pedro, a aquel que se ha querido proclamar ante el mundo entero todo suyo, nos hará una vez más de fiel abogada e intercesora ante Su Divino Hijo.

Con estos sentimientos recibamos a Juan Pablo II con afecto y gratitud exclamando de todo corazón ¡Bienvenido, Padre Santo, a la querida Patria Argentina!

 

 

Buenos Aires, 2 de junio de 1982