Dentro de las líneas de evangelización especializada el Episcopado
dedica este documento colectivo al cuidado pastoral de los enfermos, para
quienes recomienda la más asidua y esmerada atención espiritual y caritativa.
Por su naturaleza es el primero que, en forma tan específica, dedican los
obispos al tema. Los destinatarios del mismo son los sacerdotes y a ellos, de
manera especial, aunque no excluyente, le están dedicadas las recomendaciones
pastorales.
CARTA A LOS SACERDOTES
SOBRE EL CUIDADO
PASTORAL DE LOS ENFERMOS
Venerados y queridos sacerdotes:
Los obispos de la Argentina nos dirigimos a nuestros más íntimos colaboradores, para referirnos a un tema de excepcional importancia, en el ministerio pastoral que nos es común, y es la atención espiritual y caritativa de nuestros hermanos enfermos, que Dios mediante, habremos de tratar más extensamente en otro documento dirigido a todo el Pueblo de Dios, cuya redacción estamos preparando.
Predilección de Cristo por los enfermos
Nuestro Señor Jesucristo, que vino a salvar a todos los hombres, mostró una particular preferencia por los enfermos. Su fidelísimo imitador S.S. Juan Pablo II, así nos lo decía el año pasado en Nigeria con estas palabras: “Cristo dedicó una gran parte de su ministerio a curar a los enfermos y a confortar a los afligidos”. (13-II-82).
Jesús presenta la asistencia a los enfermos como uno de los “signos de su misión mesiánica” (Mt. 11,4-5); quiso, incluso, identificarse con los enfermos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt. 25,36).
También nos manifestó que nuestra atención a los enfermos sería una de las actividades que debía acompañarnos en nuestra misión de enviados suyos:
“Los envío a predicar el Reino de Dios y a sanar enfermos” (Lc. 9,2) “y saliendo predicaron que hiciesen penitencia y lanzaban muchos demonios y ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban” (Mc. 6,12-13).
La Iglesia y los enfermos
Para la Iglesia, sacramento de Cristo, el estar junto al mundo del dolor, junto a quienes sufren por la carencia de la salud, es una delas manifestaciones más expresivas de su caridad y un signo patente que la acredita ante los hombres como Iglesia de Cristo (cf. Apostolicam Actuositatem, No. 8).
El Concilio Vaticano II recomienda a los presbíteros que “tengan la mayor solicitud por los enfermos y moribundos, visitándolos y confortándolos en el Señor” (Presbyterorum Ordinis, No. 6).
En la misma recomendación insiste el nuevo ritual para la Unción de los Enfermos cuando dice: “Tengan en cuenta los sacerdotes... que es deber propio suyo tener un cuidado especial por los enfermos, visitarlos personalmente y ayudarlos con toda caridad” (No. 35).
Pablo VI, por su parte, afirma que “son muchos los motivos que invitan a amar y a servir al que sufre, pero que uno los supera a todos y es la base de todos: debemos amarlos porque el enfermo es la imagen y la presencia mística de Cristo; así pues el estímulo no es nuestro, es de aquel Jesús que desea que seamos sus representantes, el eco de sus palabras y el instrumento de su perenne ministerio en la humanidad”. (9-5-70).
Nuestro actual Pontífice Juan Pablo II que, tanto en sus habituales audiencias públicas semanales, como en todas sus visitas apostólicas a las Iglesias particulares, muestra siempre una delicadísima sensibilidad ante el dolor de quienes sufren y una particularísima predilección por los enfermos, afirmó en Zaragoza que, en sus viajes apostólicos, el encuentro con los enfermos es uno de los más importantes para él (6-11-82) y, en Nigeria, señaló que Jesús quiere ser consuelo y fortaleza de quienes están enfermos, por medios del ministerio de sus sacerdotes. (13-2-82).
Por todo esto los Obispos de la Argentina queremos recomendar muy especialmente, a nuestros amados sacerdotes, la más asidua y esmerada atención espiritual y caritativa a nuestros hermanos enfermos.
Para ello creemos oportuno ofrecerles las siguientes recomendaciones pastorales:
1. Las enseñanzas de la Iglesia referentes al cuidado y asistencia de los enfermos deben incluirse, y de manera destacada, en el plan general de la catequesis, a fin de que nuestros niños, jóvenes y adultos, tengan una visión cristiana no sólo de la vida, sino también del sufrimiento y de la muerte.
2. Este adoctrinamiento especial debe ser continuo y permanente de modo que les ayude a nuestros cristianos, cuando les llegue la enfermedad o la ancianidad, a superar las crisis espirituales que pueden presentárseles y, sobre todo, a sentirse miembros activos de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, en orden a la salvación de los hombres, ya sea compartiendo el misterio de la Cruz de Jesús, ya sea dando testimonio de aceptación, paciencia y cristiana valoración del sufrimiento.
3. Dado el escaso número de sacerdotes con que cuenta hoy la Iglesia, para la debida atención pastoral de nuestras comunidades parroquiales, además de recurrir a la valiosísima ayuda de los diáconos permanentes y de los ministros extraordinarios de la Eucaristía, es necesario establecer equipos de seglares, que debidamente preparados para tan importante y delicada misión, se dediquen a visitar constante y asiduamente a los enfermos en sus respectivas comunidades.
4. Recomendamos también vivamente releer las preciosas enseñanzas y utilísimas normas que el Nuevo Ritual para la Unción de los Enfermos nos ofrece en el capítulo titulado “Nociones generales”. Allí se nos dice expresamente que “esta Sagrada Unción ha de administrarse con toda diligencia a los cristianos que ven en peligro su vida por la enfermedad o la vejez” (No. 8). Con respecto a los ancianos conviene hacer notar que el nuevo Ritual no habla de número de años, sino de “ancianos cuyas fuerzas se han debilitado mucho, aunque no exista una enfermedad peligrosa”. (No. 11).
5. Convendrá también celebrar periódicamente, en forma comunitaria, el sacramento de la Unción de los Enfermos, con al activa participación de los restantes miembros de la comunidad parroquial, con ocasión de las fiestas patronales u otras fechas apropiadas (ver Ritual, Celebración de la Unción con gran concurrencia de fieles, No. 83-92).
Al respecto conviene tener muy presente lo que nos dice el Ritual en el No. 85: “Es muy conveniente que la celebración de la Santa Unción esté precedida de una cuidadosa preparación pastoral, no sólo de los enfermos que han de ser ungidos, sino también de los otros enfermos que estarán presentes y de los demás fieles que van a participar de la celebración”.
6. Dado que, dentro de la jurisdicción parroquial, suelen estar ubicados uno o más centros asistenciales (hospitales, clínicas, sanatorios, hogares de ancianos, etc.) deberá cada párroco, de acuerdo con las autoridades de dichos establecimientos, buscar los medios más aptos y adecuados para proporcionar la debida asistencia espiritual de los interesados.
Hemos querido recordar estas instrucciones, sin duda conocidas por todos, para que con ocasión de esta solemnidad de la pascua, sepamos ofrecer al Señor, como signo de gratitud en el Año Santo de la Redención una renovada y siempre más cuidadosa atención de nuestros hermanos dolientes.
Que al ejercer este Santo Ministerio sepan todos y cada uno de los sacerdotes que cuentan con el reconocimiento y la bendición de sus pastores.
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA
Buenos Aires, Jueves Santo de 1983