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En 1984 se cumplirán cincuenta años de un acontecimiento religioso de fuerte influencia en la cultura del país: el XXXII Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Buenos Aires en 1934. Por la evidente gravitación que aquél Congreso ejerció sobre la vida espiritual del pueblo Argentino, cree el Episcopado oportuno recordarlo, pero considera necesario precederlo de un año de preparación eucarística dirigida al renacimiento de la vida espiritual del pueblo Argentino, a su reconciliación ya resolver las múltiples cuestiones de su vida social y económica.

 

 

UN AÑO EUCARISTICO

 

EXHORTACIÓN PASTORAL DE LA COMISION PERMANENTE

DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA

 

 

El año próximo, 1984, se cumplen cincuenta años del Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, siempre inolvidable para nosotros, los argentinos. ¿Cómo no recordar un acontecimiento de salvación que marcó ciertamente un hito en la historia religiosa del país e inició una etapa de verdadera renovación en su vida cristiana?

 

La memoria nos remonta a hechos que concretaron este paso tan marcado de Jesús entre nosotros: La figura del Legado Papal, el Cardenal Eugenio Pacelli luego Pío XII -que presidía todo un pueblo, llevando en actitud recogida la custodia de la procesión de clausura; los hombres que llenaron la plaza de Mayo, muchos de ellos llegados de la lejanía del error y del pecado y recibieron la reconciliación y la vida; los ciento siete mil niños de la comunión de Palermo.

 

Alguien habló de "una Argentina en estado de gracia". Pero también el orden temporal sintió de alguna manera el fruto de la inspiración evangélica que tendía a "restaurar todas las cosas en Cristo".

 

No podemos dejar de recordarlo, convencidos de que esta celebración eucarística traerá aparejada una gracia especial para nuestra patria. El año próximo se realizará el Congreso Eucarístico Nacional en conmemoración del cincuentenario de este acontecimiento.

 

Pero queremos que sea precedido de un año de preparación en que la Eucaristía crezca en la conciencia cristiana como signo y causa de salvación, de fraternidad, de rejuvenecimiento espiritual para el pueblo argentino.

 

Los últimos documentos del Episcopado han tratado de describir la situación del país, desde la óptica de la moral. Entre otras cosas han destacado la falta de unidad con respecto a los grandes objetivos de la nación, sustentados en los reales valores humanos y cristianos que fueron arrasando su cultura a través de la historia; las tensiones, acusantes de desarmonías y discordias en el cuerpo social, la inseguridad y la inestabilidad en la vida del país, no sólo en su realidad política, sino también las que afectan a personas y familias en las bases más elementales de su existencia, y el deterioro que significan los falsos ídolos con pie de barro, que el hombre fabrica con sus propias manos y carcomen su vida moral.

 

Esta realidad nacional ha movido al Episcopado, especialmente en los últimos años, en diversos momentos e instancias, a hacer un llamado a los ciudadanos, para una sincera actitud de reconciliación, Que fuera capaz de superar por el amor, odios y enfrentamientos; a una justicia restaurada con grandeza y sin ánimos de venganza; a un esfuerzo de unirse, sobre pretensiones pequeñas y egoístas, en la búsqueda del bien común de la nación para el logro de una auténtica concordia ciudadana; y como base de todo esto, un sentido de lo Absoluto de la vida Que lleva al reconocimiento de un Dios trascendente, con una fe que sea capaz de destruir los ídolos con la sumisión a la Tabla de la Ley de las Bienaventuranzas evangélicas.

 

¿Dónde encontrar la sabiduría y la fuerza para esta casi sobre -humana transformación? .El Año Eucarístico vendrá, en este contexto, a hacer presente de una manera viva y concreta a nuestro pueblo cristiano, una especie de síntesis profunda y vital de solución espiritual para los problemas del país. La respuesta supera la imaginación y la fuerza del hombre: es la Palabra de Dios la que nos devela el secreto del misterio.

 

¿Dónde encontrar la raíz y la causa de nuestra reconciliación?

 

El sacrificio de la Nueva Alianza reconcilia al hombre con el Padre en la Sangre de Jesús. Cristo, que es la Vida, la entrega voluntariamente como ofrenda a la voluntad del Padre por amor y obediencia para obtener su perdón sobre el pecado del mundo. Así reconcilia al hombre con Dios. Es como si llegara al misterioso fondo de pecado de todos los abismos de la tierra para rescatar desde allí la existencia del hombre. Lo reconcilia también consigo mismo devolviendo su auténtica identidad, que había perdido por la alienación en que lo sume el pecado. Lo reconcilia con "el otro" que es su prójimo, del que lo había separado el odio y la incomprensión y la Eucaristía hace presente permanentemente en el mundo el sacrificio redentor de Jesús. En ese pan y ese vino que se ofrece, asume toda la realidad del mundo para ser transformada por la reconciliación de Jesús. "Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros" -"Esta es mi Sangre que será derramada por vosotros ...".

 

Dentro de este Año Santo de la Redención la Eucaristía no es un añadido, sino la presencia viva de la Redención. y "la reconciliación no es otra cosa que la redención ofrecida por el Padre a todo hombre en la muerte y la resurrección de su Hijo y que aún hoy sigue ofreciendo a todo pecador ..." (Carta a los Obispos en el Año Santo de Juan Pablo II, No.2).

 

La reconciliación nos lleva a la unidad. Comunión y participación, grandes temas de Puebla, se hacen realidad, de modo especial, en la Eucaristía, alimento del alma cristiana. "Confortados con el Cuerpo de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, muestran de un modo concreto la unidad del Pueblo de Dios, significada con propiedad y maravillosamente realizada por este augustísimo sacramento" (Lumen Gentium No. II ).

 

La Eucaristía es el banquete de la pascua que el Padre ofrece a todos sus hijos, donde se participa del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El hombre que se sienta a la misma mesa paterna se siente hermano y amigo del otro hombre. Mesa de la fraternidad y de la amistad, es también fuerza de Dios para poder amar contra todos los egoísmos y pasiones humanas. La unidad que la Eucaristía realiza en el Pueblo de Dios es un modelo, aliciente y fuerza moral para que los pueblos vivan unidos en sus hondas razones de vivir. y la Iglesia tiene la responsabilidad de ese mensaje, de ese testimonio.

 

Por fin, la Eucaristía es la presencia del Señor en la historia de ese Pueblo que peregrina hacia la casa definitiva del Padre. Es Dios con nosotros; es el Dios que entra en la historia del hombre para hacer juntos el camino, y se hace presente en el signo del pan; es el báculo del caminante siempre fatigado; es el alimento de la vida de hijos de Dios. Este trozo de pan convertido en el Cuerpo de Cristo, es como el comienzo de la transfiguración de toda la realidad terrestre. "De verdad os aseguro que Moisés no os ha dado el pan del cielo; sino que mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo" {Jn. 6,32-33).

 

"Entonces los judíos se pusieron a murmurar de él... y decían: " Acaso no es éste Jesús el hijo de José, de quien nosotros conocemos el padre y la madre?" Toda esta inmensa y misteriosa realidad es ofrecida al hombre bajo los signos humildes y sencillos del pan y del vino. Quizás esperábamos cosas más importantes. Jesús nos dice también a nosotros: "No andéis murmurando entre vosotros ...Escrito está en los profetas: Todos seréis instruidos por Dios. Todo el que oye y aprende la enseñanza del Padre viene a Mí" (Jn. 6,43-45). El alma de pobre y el corazón de niño son indispensables para escuchar a Dios y entrar en el Reino.

 

Siguiendo el mandato del Señor ("Haced esto en conmemoración mía"), la Iglesia celebra todos lo días la Eucaristía, redención, reconciliación, unidad, vida, paz del Pueblo de Dios y del mundo entero. Y lo que hace cotidianamente en el reducido recinto de sus templos, lo quiere manifestar y proclamar solemnemente al mundo, en algunas circunstancias especiales; Una de ellas es el Congreso Eucarístico.

 

En esta exhortación queremos anunciarles para el 2 de octubre la apertura del Año Eucarístico; Que para todas las comunidades cristianas, para todos los argentinos, tenga la fecundidad de la palabra del Señor, escuchada en el fe, reflexionada y asimilada en la oración y fructificada en el Sacramento.

 

Que Nuestra Señora de Luján, que fue patrona del Congreso del año 1934, haga nacer y crecer en nuestra patria los frutos que están significados y realizados por la Eucaristía y bendiga desde ya los trabajos preparatorios del Congreso Eucarístico Nacional que tendrá lugar en el mes de octubre de 1984.

 

Buenos Aires, 29 de septiembre de 1983