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CONSTRUYAMOS TODOS LA NACIÓN
En diciembre de 1984 se cumple un año del restablecimiento del
sistema constitucional y ese hecho permite al Episcopado dar a conocer, a la
luz de sus deberes pastorales, el juicio que le merece la ardua transición que
se produce en el país. Señala así ciertos aspectos vulnerables de la situación,
manifiesta su preocupación por algunas cuestiones de vital significación para
la vida cultural de la sociedad, advierte riesgos y expresa a la vez, los
temores que abriga dados los síntomas que percibe en el malestar social.
1. A UN AÑO DE LA
NORMALIZACION INSTITUCIONAL
Próximos a cumplir un año de la tan ansiada vuelta a la
Constitución, los Obispos de la Argentina queremos decir nuestra palabra a los
creyentes y a los demás hombres de buena voluntad, en cumplimiento de la misión
pastoral de acompañar a nuestro pueblo en su historia.
Ayer volcábamos nuestro esfuerzo en favor del
restablecimiento del estado de derecho. Lo saben los argentinos y lo han
reconocido sus gobernantes, y eso nos basta.
Hoy, ya en la normalización institucional, queremos
servir a su custodia, consolidación y acrecentamiento, puesto que la democracia
fue restablecida por el pueblo argentino, de acuerdo con su honrosa tradición
histórica, como un estilo de vida que le permite ejercer la dignidad humana con
mayor plenitud.
Damos gracias a Dios por haber retornado a la vida
democrática y por haberlo hecho en paz. Bendigamos al Señor por los logros
obtenidos en este lapso y muy especialmente por la firme voluntad de los
argentinos de continuar transitando por el camino elegido para una convivencia
política, justa, fraterna y libre.
Nuestra intervención es en el nivel de los valores
morales que son los más profundos y que orientan la vida y actuación de los
hombres. Así compartimos como pastores una tarea que es de todo el pueblo, y
que cada ciudadano debe asumir desde su propio puesto, pues con el régimen
democrático todos han de considerarse responsables del bien común.
2. ARDUA TRANSICIÓN
Tenemos conciencia de que, así como ha sido sumamente
arduo el tránsito a la nueva situación, la consolidación de la democracia está
exigiendo una mayor plenitud ética de las personas y grupos sociales.
Lo dijimos junto a muchos argentinos: La Nación padece
una profunda crisis moral, que requiere el cambio del hombre desde su interior.
No bastan remedios superficiales. Ni siquiera son
suficientes las más dignas instituciones. Es preciso el cambio del corazón
humano, de las actitudes hondas de la conducta, con un esfuerzo lúcido y
magnánimo, firme y esperanzado, sostenido con sincera humildad, para ser
capaces de corregir errores y orientaciones desacertadas, siempre dentro de la
verdad y animados por el amor.
Debemos lograr una normalidad ética junto a la normalidad
institucional, de la cual es fundamento. La auténtica honra y medida de un
pueblo es su grandeza moral.
Creemos, sin embargo, que es nuestro deber señalar
algunas desviaciones que conspiran en último término contra la vida en
democracia.
3. DIGNIDAD DE LA
LEY Y DE LA JUSTICIA
Valoramos los esfuerzos comprobados en orden a dar
vigencia efectiva a la ley dentro del estado de derecho para la defensa de la
justicia y castigo de los delitos. La ley justa, como norma de la vida en
sociedad, señala el camino de libertad de los ciudadanos, canaliza su responsabilidad,
y, al defender a los más débiles, desprovistos de otro poder, genera un clima
de serena seguridad y paz social. Es preciso custodiar la majestad de la ley,
especialmente por parte de quienes la hacen o la aplican.
En este ámbito, sin embargo, se han producido
acontecimientos que han creado un clima de perplejidad, desorientación e
inseguridad, por actitudes que no aparecen claramente encuadradas en los
límites de la ley.
Por último, cabe señalar la importancia de que aparezca
con nitidez la igualdad ante la ley, para que nadie tema ser tratado con
exclusión de algunos de sus derechos, ni nadie se considere arbitrariamente
exento de someterse a ella.
4. LA FAMA
LESIONADA
En el pasado reciente hemos sido testigos de dolorosas y
graves acciones contra la dignidad de la persona humana. Lamentablemente nos
encontrarnos en el presente con situaciones que, en otro nivel, también afectan
derechos inalienables de cada hombre.
Se quita la fama a muchas personas e instituciones,
algunas de ellas fundamentales para la nación. Hemos conocido públicas
acusaciones que han circulado por el mundo en una ola de calumnias que no se
podrán borrar con los desmentidos posteriores y que han manchado la fama de
muchos antes de ser debidamente probada su culpa.
Por lo que se refiere a la Iglesia, se ha tocado la
imagen de laicos, sacerdotes y Obispos, y hasta la de un representante de la
Santa Sede. Aún más, las de ilustres Obispos fallecidos, cuyas figuras son
honra de la Argentina.
La reiteración de esas injustas acusaciones pareciera
pretender a veces obscurecer o negar la presencia de la Iglesia en un campo
donde actuó con generosidad y firmeza y, en muchos casos, en silencioso y
arriesgado esfuerzo.
También manifestamos nuestra particular extrañeza y
preocupación por expresiones ofensivas vertidas por algunas autoridades, que
empañan la imagen verdadera de la Iglesia.
5. FUNDADOS TEMORES
EN LA EDUCACIÓN
La enseñanza en las escuelas, desde sus primeros niveles
hasta los superiores en todo el ámbito del País, constituye un motivo de
permanente y delicado interés por su importancia para la persona, la familia y
la misma sociedad. Mediante la educación se cultivan los valores del bien, de
la verdad, y de cuanto se refiera a la formación de la persona humana.
Ponderamos la voluntad manifiesta de extender este
valioso beneficio a todos los sectores, y al mayor número posible de educandos.
Pero no podemos ocultar fundados temores por el hecho de
que en este terreno se están programando y desarrollando, desde diversos
niveles del Estado de un modo unilateral, orientaciones y líneas que son
discutibles o inaceptables.
Es indudable que se está sobrepasando la neutralidad,
ideologizando contenidos y métodos con signos decididamente materialistas;
incluso a la sombra del nombre de la democracia.
Es también motivo de preocupación la exclusión de
numerosos profesores y funcionarios en los servicios de esta importante área.
Todo esto no ayuda al debido ejercicio de un sano y
constructivo pluralismo, propio de una democracia que respeta el correcto
intercambio de las ideas, para el justo enriquecimiento de la cultura nacional.
Por otra parte, cabe decir que la enseñanza privada -que
preferimos llamar "pública no oficial", o "libre"- ha sido
siempre una expresión fecunda, y una auspiciosa conquista de la democracia
frente a los totalitarismos de diverso signo.
Y en referencia a la misma, debemos decir que no dejan de
ser sintomáticos una sucesión de hechos comprobados; que a la vez que reflejan
una clara voluntad adversa, también provocan temores e inhibiciones impropios
para el fecundo desenvolvimiento de esta noble actividad, ampliamente
garantizada por el derecho, y una aquilatada tradición democrática en nuestro
País.
De esa manera se entorpece el debido y provechoso funcionamiento,
y la confianza, propios y necesarios en una auténtica comunidad educativa.
La libertad de enseñanza no es una simple tolerancia
estatal; sino un auténtico derecho que debe ser defendido, sostenido y apoyado
por el Estado.
Por eso es que los aportes del Estado a las escuelas
libres, no son dádivas, sino derechos auténticos de las familias, que han
querido elegir un modelo propio para la educación de sus hijos.
Las dificultades comprobadas, parecen ser fruto de una
discriminación ideológica. La enseñanza pública no oficial, acorde con la
cultura y la Constitución del País, asegura y facilita el mejor ejercicio de la
democracia al brindar con amplitud a todos, oportunidades diversas y válidas
para aprender y desarrollarse dentro de la comunidad.
Es indudable que esta enseñanza generalmente ha sido para
sus promotores, un sacrificio y un riesgo; y para el País un verdadero y
reconocido beneficio.
No ha sido en manera alguna un elitismo, ya que gran
número de sus establecimientos están destinados a las familias de menores
recursos.
6. AUGE DE LA
PORNOGRAFÍA
En distintas oportunidades, a través de diversos
organismos de esta Conferencia Episcopal, nos hemos referido a la creciente
pornografía que se va difundiendo en el País de manera alarmante.
Hoy volvemos a hacerlo, en cumplimiento de nuestra misión
de pastores, porque no se trata de algo superficial, sino de una realidad
profunda que afecta a valores substanciales de nuestra existencia personal,
familiar y comunitaria.
Entendemos por pornografía las manifestaciones que
atentan contra el pudor y las buenas costumbres, distorsionando la sexualidad y
exaltando su instinto de una manera incontrolada.
Al condenarla una vez más, queremos defender y promover
en la dignidad humana la verdadera sexualidad; queremos que los niños sean
niños, con el candor de su ternura e inocencia; queremos ayudar a los
adolescentes en una etapa difícil y decisiva de su vida; deseamos que nuestra
juventud se desarrolle sana de cuerpo y de alma; y que la mujer sea debidamente
respetada y enaltecida; anhelamos un ambiente sereno y elevado para nuestros
hogares, donde la familia se vea fortalecida en sus valores fundamentales;
ansiamos, en fin, que todo el País viva en el clima de una ecología moral que
lo favorezca e impulse.
En el momento actual este mal es tanto más grave cuanto
que, junto con la proliferación de imágenes y actitudes obscenas, va penetrando
el convencimiento de que en ellas nada hay de malo, con lo cual el daño es
mucho mayor y se atenta directamente contra contenidos esenciales de nuestra
cultura humana y cristiana. También podría agregarse que el desorden sexual es,
en gran medida, generador de violencia dentro de la sociedad y destructor de
los más altos ideales, incluso el patriotismo, en los jóvenes.
Es muy importante, en toda esta materia, la
responsabilidad de los medios de comunicación social, de tanta influencia para
el bien cultural y espiritual de la sociedad.
Está muy bien que las autoridades correspondientes hayan
arbitrado medidas para regular legalmente el lenguaje en medios de comunicación
social, para resguardar el buen gusto. Con mucha mayor razón han de encontrarse
normas jurídicas para velar por el pudor y la moralidad en dichos medios.
Confiamos en que las leyes que se dicten en tal sentido contribuirán
decididamente al bien de todo el País. Nos congratulamos por las decisiones
tomadas en municipios y provincias en orden a la preservación de la moralidad.
Añadimos que observamos con temor y gran dolor la
difusión, especialmente entre la juventud, de la droga, y nos alegramos por la
intensa campaña realizada por las autoridades competentes para adoctrinar a la
población y combatir el tráfico de estupefacientes.
En fin, no podemos dejar de señalar que la confluencia de
numerosos hechos que afectan a la Iglesia, algunos de los cuales hemos señalado
en este mensaje, configuran una oposición a ella, que sorprende por su
profundidad y su unidad.
7. PERSISTENCIA DEL
PROBLEMA ECONÓMICO
No desconocemos la gravedad, ni tampoco la relación del
problema económico con el contexto mundial, con el crítico endeudamiento, con
las secuelas de la especulación, de la guerra, del consumismo y de la endémica
inflación como son, sus fuertes perjuicios en el costo de la vida y en la
producción.
Queremos alentar todos los esfuerzos para superar estos
males tan dolorosos. Pero creemos que solamente abrirá un horizonte de
esperanza una suma de valores morales como la honradez, la austeridad, el
renunciamiento, la solidaridad y el espíritu generoso de servicio. Sólo así se
podrá recrear un espíritu de trabajo, de producción y participación como en los
mejores tiempos del País.
La especulación, la avidez de ganancias, el injusto trato
a obreros, empleados y profesionales; las grandes dificultades por las que atraviesan
numerosos empresarios y la mutiplicidad de reclamos de precios y salarios,
tampoco facilitan un feliz ejercicio de los derechos globales que acuerda la
democracia.
Se hace cada vez más necesaria la paz social para que el
trabajo tenga seguridad; pero también el trabajo necesita de la justicia
social.
No discutimos las decisiones técnicas que se adopten en
el orden privado o estatal; sólo pedimos que no se absoluticen por sobre el
hombre y sus legítimas necesidades. La convivencia democrática se verá
facilitada por la ética y la flexibilización humana en la economía. Cobran
actualidad las palabras del Santo Padre en Puebla: "No es el hombre un ser
sometido a los procesos económicos o políticos, sino que esos procesos están
ordenados al hombre y sometidos a él".
El estado de derecho consolidará su justa credibilidad si
se logran superar las angustias y la permanente inseguridad de las familias.
Asimismo, si bien muchos reclamos son legítimos, sin embargo, una visión
realista del País aconseja una prudencia y una sabiduría tales, que eviten
desequilibrios mayores, la agudización de conflictos y la agitación social. Los
poderes constitucionalmente establecidos necesitan de paz y confianza para
conseguir soluciones felices sin que se deban afrontar penosos costos sociales.
8. EL CASO DEL
BEAGLE
Acabamos nuestro mensaje con un tema de suma importancia
y actualidad para nuestro país, cual es el referido al Tratado concluido por
las delegaciones de Argentina y Chile, con la mediación del Santo Padre, para
la solución del diferendo por los límites australes.
El 8 de agosto del presente año, ante anuncios públicos
de una inminente terminación de dichas cuestiones, la Comisión Permanente del
Episcopado dio a conocer un comunicado, que ahora ratificamos y cuyos
principales contenidos orientadores transcribimos:
a) "El litigio limítrofe con la República de Chile,
que estuvo a punto de enfrentar pueblos hermanos en guerra fratricida, no puede
seguir indefinidamente sin solución, puesto que los gobiernos de ambos países
libremente pidieron al Santo Padre su mediación para evitar una guerra entonces
inminente".
b) "S.S. Juan Pablo II, con un gesto en el que puso
de manifiesto su corazón de pastor y su particular afecto por nuestro pueblo,
aceptó la difícil misión, no obstante los riesgos que en el orden humano esto
le acarreaba. Su audacia evangélica impidió un enfrentamiento bélico de
imprevisibles consecuencias. Los argentinos conocemos ya los amargos frutos de
la guerra. Quizá ello nos permita hoy medir mejor la trascendencia de aquella
intervención papal".
c) "Si bien la propuesta presentada por el Santo
Padre, a pedido de las partes y especialmente de la Argentina, en ayuda a la
decisión responsable de los dos gobiernos, no tiene relación necesaria con la fe
católica y, por tanto, cada cristiano es libre en su opción temporal, no debe
soslayarse tampoco la seriedad e idoneidad del Romano Pontífice, que obliga a
considerar con profundidad su propuesta"... "Una solución definitiva
al secular diferendo entre la Argentina y Chile sería un ejemplo alentador para
el mundo dividido por las guerras; la firma de un tratado demostraría la
posibilidad de llegar, a través de las negociaciones, al encuentro entre los
pueblos y la obtención del inestimable don de la paz, condición necesaria para
la justicia y la prosperidad de las naciones".
Posteriormente a esta declaración se ha conocido el texto
del Tratado elaborado por las delegaciones de Argentina y Chile bajo la guía
mediadora de la delegación pontificia.
Este Tratado es el resultado de un largo trabajo de ambas
delegaciones durante el cual la Santa Sede, cumpliendo con su propia misión
pastoral y atendiendo a una solución justa, equitativa y honorable, ha buscado
siempre el verdadero bien y la concordia de ambas naciones.
En el estudio y consideración de este Tratado, es
necesario asumir una actitud de serena reflexión y de personal responsabilidad
que, por encima de todo interés político partidario, mire al bien común de la
Patria y de las relaciones fraternales entre dos pueblos latinoamericanos de
profunda y antigua tradición católica.
Agradecemos una vez más al Santo Padre su valiosa
mediación que ha permitido a los gobiernos de Argentina y Chile elaborar este
Tratado.
9. CERTEZA DE
NUESTRA ESPERANZA
El estado de derecho ha puesto los destinos de la Nación
en manos de todos los argentinos. Todos, pues, somos responsables de su
consolidación y crecimiento. Construyamos todos la Nación.
La Iglesia cree en el futuro de la Argentina y de América
Latina, porque conoce el poder y el amor de Dios y porque confía en la
sabiduría y en la libertad del hombre, y en los valores cristianos que
enriquecen el corazón de nuestro pueblo.
En el Año Eucarístico que acabamos de clausurar con la
presencia venerada del Legado Pontificio, Cristo peregrino ha visitado los
hogares argentinos sembrando la fuerza y la luz del Evangelio.
Pedimos al Señor que, con el poder de la Eucaristía,
arranque de nosotros los sentimientos de egoísmo e indiferencia y suscite el
sincero respeto y al capacidad de diálogo, la comprensión mutua, la fidelidad y
el amor fraterno.
A este pueblo que peregrina a Luján en búsqueda de gracia
y de paz lo encomendamos a María Santísima, porque Ella aprendió de su Hijo
Jesús a sostener a los hombres en la fe, la esperanza y el amor.
XLIX Asamblea Plenaria
San Miguel, 10 de noviembre de 1984