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CARTA A LOS JÓVENES,
de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino
Las Naciones Unidas proclaman a 1985 como el Año Internacional de la Juventud. La Iglesia
Argentina, en razón de la prioridad asignada a la pastoral de juventud, se
preparó para dar a esa celebración un sólido apoyo. Como prueba de ello convoca
a un Encuentro Nacional de la Juventud que deberá reunirse en septiembre de
aquel año.
Queridos Jóvenes:
Al comenzar 1985, Año Internacional de la Juventud,
queremos dirigirnos a ustedes para invitarlos a vivir este año como un tiempo
de profunda renovación y de audaz crecimiento.
1. Esta renovación y este crecimiento sólo podrán ser
asumidos si existe en ustedes una clara conciencia de su necesidad.
Por eso este Año Internacional dedicado a la juventud,
deberá ser no sólo una ocasión para celebraciones exteriores, sino un tiempo de
reflexión, de hallazgos y de nuevos servicios y compromisos.
Queremos estar de un modo especial con ustedes para que
en este año puedan encontrar un nuevo modo de vida, que los haga auténticamente
felices y capaces de contribuir eficazmente en el esfuerzo de todos los
sectores de la comunidad para forjar en nuestro país un futuro mejor.
2. La institucionalización del País ha abierto para los
argentinos espacios de libertad. Ustedes los jóvenes aprecian especialmente
este valor. y precisamente por eso deben preguntarse : ¿Qué haremos con la
libertad? ¿Para qué la usaremos?
Son muchos los jóvenes que viven su libertad en la
búsqueda sincera y entusiasta de la verdad, en la defensa de la justicia y en
la construcción de la paz.
Pero también son muchos los jóvenes que, invocando la
libertad, se hacen esclavos del sexo y de la droga, de la frivolidad y del
consumismo, de la agresión o simplemente de la indiferente despreocupación.
Así como hay jóvenes de clara visión y de
responsabilidad, también en otros se manifiesta una gran desorientación. En el
orden personal, no siempre tienen modelos auténticos que puedan imitar. En el
orden social difícilmente alcanzan a distinguir caminos que los lleven a
entregar sus vidas con la confianza y seguridad de que sus sacrificios
fructificarán para el bien de toda la comunidad.
3. Sin embargo, el tiempo en que vivimos constituye: para
todos, pero especialmente para los jóvenes, un verdadero y providencial momento
de realización.
El país necesita jóvenes lúcidos y fuertes, alegres y
responsables, generosos y comprometidos; pero sabiendo con quién y para qué.
¿Podrán los jóvenes asumir este desafío? Seguramente que
sí; pero solamente desde una profunda conversión que los haga hombres nuevos Y,
fieles, como nuestro país y nuestra historia hoy lo reclaman.
Muchos de ustedes se preguntarán: ¿Pero quién nos
mostrará el camino a seguir? ¿Quién puede tener la verdad? ¿Dónde encontraremos
ese nuevo modo de vida?
"Yo soy EL CAMINO,.LA VERDAD Y LA VIDA", les
está diciendo Jesús. Él y sólo Él, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho
hombre" es el camino que buscan, la Verdad que los ilumina, y la Vida que
da sentido a sus propias vidas. Jesús es el Salvador del mundo, es el Hombre
nuevo, el modelo perfecto que necesitan y que pueden imitar.
Sólo Jesús fue plenamente libre, y por eso sólo en Él
está la auténtica liberación.
Sólo Él dio la vida por todos y por eso sólo Él puede
enseñarles el verdadero amor.
Sólo hace falta que tengan el valor de seguirlo, y dejar
que Él los haga nuevos. Hace falta que asuman su estilo de vida, para que se
den cuenta que sólo es feliz quien ama, y que amar es dar la vida por Dios y
por los demás. Así sus dudas, sus angustias y sus inquietudes se convertirán en
paz y en gozosa esperanza.
4. Los jóvenes, naturalmente entusiastas y esforzados
necesitan poseer en estos momentos una clara conciencia de sí mismos y de la
realidad actual del país.
Se personalizarán actuando por propia y reflexiva
convicción, sin dejarse llevar por motivaciones masificantes.
Sólo de esta manera podrán librarse del peligro del
manipuleo que degrada a la dignidad humana.
Los jóvenes afirman y desarrollan su personalidad
con el ejercicio generoso de las
virtudes morales, entre las cuales debieran tener especial preferencia, sobre
todo por su importante repercusión social, el sentido de responsabilidad, el
respeto del maestro y la solícita asimilación de los valores que les ofrecen la
familia, la docencia y la serena observación de la historia.
Las actitudes negativas debilitarían la propia
personalidad y traerían lamentables perjuicios a todo el conjunto del país.
Pero la vocación de los jóvenes, que les constituye en
constructores válidos de la verdadera paz de la nación, confirmará en cada uno
esta opción, que les hará merecedores de la mejor gratitud y .de grandes
méritos.
5. La Iglesia de Jesús, al iniciarse el nuevo año, les
dice con la voz de Juan Pablo II: "La Paz y los jóvenes caminan
juntos".
La Paz, "Obra de la justicia", es un resumen de
este nuevo modo de vida personal y social. Paz en el corazón y la paz en
nuestra convivencia familiar y nacional. El mismo Juan Pablo II ha sido
particularmente para los argentinos “mensajero de la paz”, y ha sabido dar
especiales muestras de preocupación durante estos últimos años por nuestro
País. Él nos ayudó a encontrar los caminos que conducen a la paz, no sólo con
nuestros hermanos chilenos, sino también entre nosotros mismos mediante la
reconciliación y el amor.
Nuestro País necesita afianzar aún más la paz interior y
exterior, para que ella sea el ámbito propicio donde se consoliden firmemente
los valores de la justicia, la verdad, la libertad, el trabajo, la familia y la
fe en Dios. También los jóvenes deben ser forjadores de esta nueva sociedad.
La Iglesia con Pablo VI y hoy con Juan Pablo II viene
llamando a los jóvenes desde hace ya varios años a construir una nueva
civilización: la Civilización del Amor. También les previene contra la cultura
de la muerte. Por eso es que les propone un nuevo modo de convivencia donde la
existencia de los hombres tenga su más pleno sentido, dignidad, esperanza y seguridad:
Amar como Dios ama y ser amados, perdonados y ayudados con generoso y fraterno
espíritu de servicio y sin tener ni crear resentimientos.
Por eso, nosotros queremos comenzar este año,
invitándolos a construir esta civilización del amor en la Argentina. A lo largo
de 1985 nos dirigiremos a ustedes más extensamente para explicar mejor este
llamado. Pero queremos que desde el primer día del año se sientan convocados
por la Iglesia a esta tarea, que es de los cristianos y de todos los jóvenes de
buena voluntad.
María estará con nosotros. Ella ha acompañado siempre a
los jóvenes argentinos. María conoce maternalmente el corazón de cada joven.
Ella será nuestra estrella y nuestra guía, porque es conocedora de los desvelos
y sacrificios de los jóvenes de nuestros campos, de nuestros barrios, de
nuestras ciudades.
Durante este año en que también iniciamos nuestra
preparación, junto con los demás hermanos del Continente, a celebrar los cinco
siglos de la Evangelización de estas tierras, nos encontraremos muchas veces en
nuestras Diócesis. Pero desde ya queremos convocarlos para participar en el
Encuentro Nacional de la juventud, que ha de celebrarse en Córdoba entre los
días 12 y 15 del próximo mes de septiembre. Allí viviremos fraternalmente con
todos los jóvenes cristianos y de buena voluntad de nuestro País, que quieran
superar la tentación de tantas idolatrías y esclavitudes y que quieran ser
libres: libres para defender la justicia, proclamar la verdad, buscar a Dios y
con Él construir en la Patria la Civilización del Amor.
Buenos Aires, en la Fiesta de San Juan Evangelista,
Patrono de los Jóvenes, 27 de diciembre de 1984