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Es ya tradición del Episcopado
que algunos documentos ofrezcan una visión evangélica y espiritual de la
realidad nacional, En ocasión de la primera reunión plenaria del año y en la
proximidad de la fiesta patria del 25 de mayo, esa tradición se confirma a
través de esta reflexión acerca de varias cuestiones importantes y de interés
general para el futuro de la comunidad nacional. El documento ratifica la
opción por la democracia, destacando logros obtenidos y recordando los valores
de nuestra Nación; reitera el llamado a la reconciliación, señala la gravedad
de la cuestión económica, el rol del trabajo y el carácter también moral de la
deuda externa; invita a revisar la vida para superar errores y finalmente hace
una exhortación a la solidaridad, confiando en las reservas morales del pueblo
argentino.
1.- LA DEMOCRACIA
Consolidar nuestra patria en
libertad y la justicia es tarea de todos. En 1981, en el documento “Iglesia y
Comunidad Nacional”, propusimos la democracia como el camino hacia la
convivencia pacífica y legal en la Argentina; y hoy, a dos semanas de la fiesta
patria, lo repetimos con mayor vigor, con el gozo de quienes se sienten
recorriendo esa vía ardua, que el pueblo supo elegir.
Cuando defendemos la democracia, no hacemos una opción partidista ni identificamos a la Iglesia con gobierno alguno. Esto lo exige el carácter sagrado de nuestra misión de pastores que, por encima de los intereses particulares, nos reclama ser artífices y animadores de la unidad de todos.
La democracia cuando es auténtica, es una resonancia del Evangelio en el orden temporal, en cuando significa la sustancial igualdad entre los hombres, implica la lucha por la verdad y la justicia, privilegia la libertad responsable y promueve la amistad social. Por ello, la democracia se vigoriza con el espíritu evangélico, que subyace en la raíz de nuestro pueblo.
2. LOGROS
La historia nos enseña que muchas veces las grandes crisis de los pueblos han sido también sus grandes oportunidades. Como consecuencia del estado de derecho, restablecido en medio de nuestra crisis, no son polos los logros obtenidos: mayor valoración de la vida y desaparición de la tortura; participación más activa, que abre la esperanza de un creciente protagonismo del pueblo; libertad más amplia, cuyos abusos, sin embargo, condenamos, que asegura el desarrollo integral del hombre; posibilidad de confrontación de las diversas expresiones políticas; y voluntad de paz, ya manifestada en el Tratado con el país hermano de Chile.
3. LA NACIÓN
Sólo en el marco del estado de derecho, se podrá construir la nación. Una nación se define como tal, por su estilo de vida, por sus verdades y valores, por sus hábitos e instituciones, que configuran su cultura. Esta origina la identidad y la soberanía fundamental de un pueblo (“Iglesia y Comunidad Nacional”, 79).
El estado de derecho, que pertenece a nuestra identidad político-cultural, como lo manifiesta la Constitución, favorece, por el clima de libertad responsable, la creatividad y la modernización que requieren la ida y la historia; y asume el pluralismo como expresión del respeto a la persona y sus derechos. Es nuestro deseo que en el progreso cultural, el pueblo argentino no sólo se reencuentre con su convicción democrática, sino que también, profundice y desarrolle los valores fundamentales que le han dado rostro como pueblo. Cuanto más fieles seamos a ellos, mayor será la identidad y la unidad del país.
Por desgracia, algunos pretenden aprovechar el estado de derecho para un cambio esencial de nuestra idiosincrasia, como si la cultura de nuestro pueblo no tuviera consistencia y careciera de verdaderos valores, cuales son los que, desde sus orígenes tejen su trama de Nación (“Iglesia y Comunidad Nacional”, 3-26).
Los argentinos debemos superar el peligro de disolución institucional y cultural a que nos quieren llevar intereses extraños. En la unidad de nuestro pueblo, que es la meta querida por todos, tenemos que encontrarnos, aún aquellos que se sientan más enfrentados. Ello significa la respetuosa aceptación de un maduro disenso democrático.
4.- LA RECONCILIACIÓN
Debemos levantar la bandera de la reconciliación, con humildad y confianza, con magnanimidad y coraje. Creemos ver signos de que transitamos hacia la reconciliación, don de Dios y grave tarea que incumbe a todos. No se realiza sólo con enunciados teóricos, sino también con el compromiso sincero y eficaz (“Camino de Reconciliación”, 9).
Reiteramos nuestro llamado a una auténtica reconciliación nacional que “apunta sobre todo, al corazón del pueblo que ha sido desgarrado” (“Camino de Reconciliación”, 7). Para alcanzarla, es necesaria una verdadera conversión, sin que ninguno de nosotros se considere eximido. “La conversión es reconocimiento sincero de los propios pecados, de haber sido uno mismo autor responsable de la violación de la ley divina. Es dolor de haberlos cometido, detestación de ellos y propósito de no reincidir más. Es reparación, en toda la medida de lo posible, de las consecuencias del mal hecho. Nos hace así capaces de recibir y de dar perdón” (“Dios, el hombre y la conciencia”, 50).
5.- LA REVISIÓN DE NUESTRA
VIDA
Así como en otras oportunidades hemos hablado de errores y pecados, también ahora, cumpliendo nuestra misión, debemos señalar aquellas cosas que nos parecen erradas y colabora con la sociedad a mejorarse, para que el rostro del hombre, salvado por Cristo, resplandezca en nuestra patria, cada vez con mayor claridad.
Se comprueba con dolor que de nuevo la violencia parece en la vida de la Nación, como Producto de la intolerancia, que siempre lesiona al estado de derecho. Es necesario que la erradiquemos. Reprobamos los atentados contra locales partidarios, contra medios de comunicación, contra edificios públicos y particulares. También las amenazas y secuestros de personas, así como las injurias, calumnias o imputaciones de delitos que, sin ser probados, afectan el buen nombre de personas e instituciones.
De la misma manera, denunciamos como un grave peligro contra la salud moral de nuestro pueblo, particularmente de los niños y los jóvenes, el desborde de pornografía que continúa y sobre el que ya nos hemos expresado.
Los ataques directamente inferidos a la Iglesia, que pretenden borrar las profundas raíces de fe en el pueblo y aún hacer olvidar el nombre de Dios, significan una ofensa para la conciencia de nuestros fieles, que no fueron los más remisos en luchar por esta democracia.
6.- LA CUESTION ECONOMICA
Nos preocupa hondamente, como a todos nuestros conciudadanos, la crisis económica del país, probablemente la más grave en nuestra historia: recesión con inflación sostenida, detrimento del salario real, desempleo, persistencia de situaciones de extrema pobreza y disminución de la riqueza nacional. Continúa la especulación esterilizante. Esto es una inmoralidad que desvirtúa la economía, desvinculándola de su fin natural, porque impide un verdadero proceso productivo. En ese marco, la inflación desordenada es, a la vez, causa y efecto de un sistema económico, porque desvaloriza el trabajo, causa fundamental de la riqueza de un pueblo, y envilece la moneda de forma que, ni el trabajador ni el productor son remunerados conforme a sus esfuerzos. Tal inflación es un robo que corrompe las relaciones ente los hombres.
7.- EL TRABAJO
Como cristianos no podemos aceptar una economía que se fundamente en la dignidad del trabajo, clave de la cuestión social, por el cual, el hombre, imagen de Dios, se realiza como persona y como pueblo. El trabajo, en efecto, debe ser fuente generadora del saneamiento de la economía maltrecha y de la construcción de la Nación. Este ideal permanece alejado de la realidad mientras persista el mal gravísimo del desempleo y, además, muchos trabajadores queden de hecho sometidos a interminables y agotadoras jornadas, en uno o más puestos de trabajo indebidamente remunerados.
Sin embargo, atendiendo a la gravedad de la hora y aleccionados por el ejemplo de naciones destruidas, que supieron reconstruirse con el generoso esfuerzo de sus hijos, nos atrevemos a convocar a nuestros conciudadanos, empresarios y trabajadores de todos los órdenes, a un mayor y mejor trabajo.
8.- LA DEUDA EXTERNA
En esta crisis que vivimos un factor determinante es, sin duda, la deuda externa. Por una parte, los fondos recibidos no siempre han servido al desarrollo del país; por otra, tal como dijera Juan Pablo II hace pocos días ante los cancilleres de la Argentina y Chile, esta deuda grava a nuestros países con un peso agobiante.
La consideración de este problema no puede ser exclusivamente económica. En su solución no podrá prescindirse de la dimensión moral porque está en juego la supervivencia de los pueblos.
Esta pesada carga debe, sin embargo, incitarnos para que busquemos con imaginación y creatividad una saluda justa, aunque debamos enfrentar poderosos intereses egoístas.
El Papa, en el referido discurso, señala un criterio de conducta para esta encrucijada, al hablar de “un nuevo sistema de solidaridad”. Es en la solidaridad, tanto a nivel países, como en el interior de nuestro pueblo, donde encontraremos las soluciones concretas.
9.- LA SOLIDARIDAD
En la recuperación dela crisis económica, la solidaridad de todos los argentinos y la aplicación de la más estricta justicia social, contribuirá a que no sean los más débiles los que soporten las cargas más pesadas. Es necesario que también los sectores de mayores recursos asuman un ritmo de vida más austero, teniendo en cuenta que sus posibilidades sin siempre mayores que las que tienen los sectores más necesitados y postergados.
Comprendemos la complejidad del problema, pero el salario, único medio de acceso a los bienes necesarios para la vida del pueblo trabajador, debe ser suficiente, justo y mantener su valor, recordando lo que enseña Juan Pablo II cuando dice que el salario es el signo de la justicia de todo un sistema económico (“Laborem excercens”, 19).
A todos les pedimos que renueven su fe para ver en los hermanos más desamparados a Cristo, que un día nos juzgará diciendo: “Tuve hambre y me disteis de comer, estuve denudo y me vestisteis...” (Mt. 25,35).
Comprobamos con satisfacción, actitudes solidarias en el seno de nuestro pueblo que, como en otros momentos de emergencia, ha podido superar problemas que, enfrentados individualmente, hubieran sido insolubles. Alentamos dichas iniciativas de solidaridad, porque ellas constituyen realizaciones concretas.
A pesar de su pobreza, la Argentina constituye una esperanza para otras poblaciones. Por eso desearíamos que las medidas restrictivas, con respecto a la inmigración desde los países vecinos, no se mantengan por mucho tiempo, ya que estos pueblos, particularmente hermanos, encontraban entre nosotros el trabajo que no hallaban en sus tierras.
10.- ESPERANZA
Nuestro intento en esta reflexión ha sido defender el imperio de la ley, reconocer los logros alcanzados, señalar los peligros y las contradicciones, desalentar toda división y enfrentamiento, pero, sobre todo, llevar a los argentinos, en esta hora difícil, una palabra de esperanza, porque tenemos fe en las reservas morales de nuestro pueblo al que, a pesar de las graves dificultades, no le han de faltar fuerzas para construir solidariamente una patria donde la libertad, la justicia y el amor nos hermanen definitivamente,
Porque somos creyentes oremos a Dios, nuestro Padre, quien nunca abandona a los humildes, para que alivie a los que más padecen las consecuencias de esta crisis y para que, con la ayuda de Su gracia, y el cumplimiento de sus mandamientos, logremos encontrar el camino que nos haga superar esta hora.
La Santísima Virgen María de Luján, Patrona de la Argentina, interceda por nuestro pueblo y lo cobije bajo su manto maternal.
L Asamblea Plenaria
San Miguel, 11 de mayo de 1985