Volver å

 

           En las dos primeras semanas del mes de junio la situación económica y social ha llegado a un punto crítico. Ya en mayo los obispos, percibiendo esa realidad, han manifestado que se asiste a la “crisis económica del país, probablemente la más grave de nuestra historia”, indicando ente los elementos causales de la misma, la inflación desordenada que, a su vez, es “causa y efecto de un sistema económico inmoral”. Dos documentos posteriores advierten el desarrollo alarmante de esa crisis. El gobierno, deseando poner fin a la misma elabora una nueva estrategia económica y, como resultado de ella, el 14 de junio el Presidente de la República y su ministro de Economía explican ante el país las líneas generales del plan antiinflacionario que entrará de inmediato en vigencia. Al día siguiente de ese anuncio la Comisión Ejecutiva de la C.E.A. hace público un comunicado exhortando a la dirigencia nacional a considerar el plan en forma serena y señalando los criterios morales que deberían utilizarse en su análisis.

 

 

            

 

Exhortación a los dirigentes de la
comunidad argentina

 

 

Comunicado de la Comisión Ejecutiva de la

Conferencia Episcopal Argentina

 

           

La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina en circunstancias de comenzarse una nueva etapa en la vida del País, y sin entrar en consideraciones sobre la conveniencia de técnicas o legales que no son de su competencia, desea humildemente exhortar a los dirigentes de los distintos grupos de la comunidad argentina en general, a considerar serenamente las nuevas disposiciones, sólo a la luz de los superiores intereses del País, despojándose por lo mismo en cuanto las limitaciones humanas lo consienten, de toda preocupación exclusivamente partidaria o sectorial y sólo bajo aquella óptica presentar u ofrecer las objeciones que parecieran pertinentes, porque la gravedad de la hora pide la unión de las voluntades y la sincera cooperación en el objetivo común de sacar el País adelante. Ello no significa renunciar a legítimas aspiraciones o tanto menos a legítimos derechos sino una labor mancomunada, pacífica y constructiva, en que se tome como objetivo el bien general y en la que los esfuerzos y sacrificios estén proporcionados a las posibilidades reales de las distintas personas o categorías. Encomendamos fervorosamente a Dios de Quien procede todo bien, las inquietudes y las esperanzas del pueblo argentino.

 

 

Buenos Aires, 15 de Junio de 1985