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La Virgen María se halla vinculada a los acontecimientos mas relevantes y significativos de la historia nacional desde el período hispánico a nuestros días. Una prueba de ello es que, en mayo, se festejan cien años de la coronación pontificia de la imagen de Nuestra Señora de Luján, realizada por concesión del Papa León XIII. Este centenario se vincula con la declaración del Año Mariano Universal efectuado por la Santa Sede en preparación al bimilenario del nacimiento de la Virgen María. Ambas celebraciones dan ocasión al Episcopado para emitir un documento en el cual se recuerdan esos acontecimientos y se invita al pueblo argentino a profundizar y acrecentar la devoción mariana según las enseñanzas del Concilio Vaticano II. El documento recuerda también algunos gestos de devoción mariana que "conviene rescatar, enriquecer y profundizar" a la vez que hace suya la oración de Juan Pablo II al consagrar la Nación a Nuestra Señora de Luján.

 

 

AÑO MARIANO UNIVERSAL y CENTENARIO DE LA

CORONACION DE LA IMAGEN DE NUESTRA

SEÑORA DE LUJAN

 

1.      En vísperas del Tercer Milenio de la primera venida de Jesucristo, el Papa Juan Pablo II ha dispuesto preparar a la Iglesia para tal celebración con un jubileo que conmemora el bimilenario del nacimiento de la Virgen María, Madre de Jesús, nuestro Dios y Salvador. Esto es muy oportuno porque, contemplando la obra que Dios realizó en María, comprendemos, con mayor claridad, la misión salvadora de Jesús y la obra que Dios quiere realizar en nosotros.

2.      El comienzo de este jubileo se abre el domingo de Pentecostés - 7 de junio del corriente año -, pero fue en cierto modo como anticipado entre nosotros cuando el Papa, en el último día de su visita consagró la República Argentina a Nuestra Señora de Luján.

3.      Esta expresión de su devoción mariana fue eco de aquel otro gesto profético cuando, en horas difíciles para la Patria, el Papa llegó a nosotros y, en Luján, unido al pueblo de Dios, oró por la paz y la reconciliación de dos pueblos cristianos en guerra.

4.      A estos hechos se agrega ahora el Centenario de la Coronación Pontificia de la imagen de Nuestra Señora de Luján, concedida por el Papa León XIII el 8 de mayo de 1887.

5.      En estos acontecimientos vemos claramente, desde la fe, las señales del amor de Dios que sostiene la identidad cristiana de nuestro pueblo. Porque este quiere mantenerse católico, y lo expresa en forma sencilla e intuitiva, mediante la devoción a la Virgen María y su afecto y adhesión al Papa, Sucesor del Apóstol San Pedro.

6.      De acuerdo a la enseñanza del Concilio Vaticano II, dos ideas son claves para centrar nuestro amor y devoción a la Virgen María:

a)     Así como el misterio de Cristo sólo se entiende por el amor de Dios Padre que quiere que todos los hombres se salven, así, también, María Virgen sólo se entiende desde Cristo. Ella es introducida en el misterio de Jesús con la invitación del Ángel: "Alégrate, llena de gracia..., darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús..." (1). y María responde con la obediencia de la fe entregándose totalmente a la voluntad salvífica universal del Padre, prestando su colaboración de Madre.

Esta entrega la lleva a acompañar a Jesús en los momentos decisivos de su revelación: En el crecimiento silencioso de Nazareth, en el primer signo de las Bodas de Caná, en la proclamación de "Felices los que creen y practican la palabra de Dios" (2) y, finalmente, junto a la cruz redentora cuando se le entrega a María la maternidad de todos los creyentes.

b)    El camino de María es el camino de Jesús. Por eso la Iglesia ve en Ella el anticipo de su propia realización. Como María, la Iglesia es invitada a la obediencia de la fe, para gestar y entregar en la historia de los hombres a Cristo Salvador.

Como Ella, vive el silencio de su crecimiento y proclama con los signos sacramentales la manifestación del Señor y la novedad de la vida que introduce en el mundo.

También como María, la Iglesia acompaña el caminar de la humanidad en busca de la felicidad que sólo alcanza quien cree y practica la palabra de Dios. Porque desde el misterio de la cruz, misterio de muerte y resurrección, también la Iglesia es Madre de los creyentes. Así comprendemos la profundidad de aquel primer "estar" de María y la Iglesia "reunidas en oración" en la espera del Espíritu que a ambas fecunda. (3).

 

7.      Estas conmemoraciones marianas nos comprometen a una digna celebración, como también nos invitan a profundizar los misterios de Cristo, María y la Iglesia.

      Este compromiso debe concretarse en actos muy sencillos pero sentidos desde siempre por nuestro pueblo cristiano.

      Pensamos en la bondad de las sencillas devociones marianas que conviene rescatar, enriquecer y purificar.

        Entre ellas recordamos:

·          Retomar el tradicional saludo: "Ave María purísima. Sin pecado concebida".

·          El rezo del Padre Nuestro y las "tres Ave Marías" antes del descanso.

·          La recitación del "Angelus" a la mañana, al mediodía y a la tarde, y que el toque de las campanas de los templos parroquiales y capillas lo recuerden.

·          La oración diaria del Santo Rosario en forma personal, familiar o comunitaria.

·          La visita de las imágenes de la Virgen María a todos los hogares.

·          La celebración de la Virgen María los sábados, principalmente el primer sábado de mes, como también la tradicional devoción del "Mes de María".

·          La peregrinación a los santuarios marianos, especialmente al de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Nación Argentina.

·          Recordamos, además, la lectura, el estudio y reflexión de la reciente carta encíclica: "La Madre del Redentor".

 

8.      Los santuarios marianos están muy unidos al Sacramento de la Reconciliación, de manera particular el de Nuestra Señora de Luján. Por ello, exhortamos a frecuentar este Sacramento y a abandonarnos, confiadamente, en los brazos misericordiosos del Padre, para tener el valor y el coraje de abrazamos como hermanos, hijos de la misma .Madre, en un gesto verdadero de reconciliación nacional.

9.      Hacemos nuestras las palabras de Juan Pablo II al consagrar, en su última visita, la Nación Argentina a Nuestra Señora de Luján:

"Te encomiendo y te consagro, Virgen de Luján,

la patria argentina, pacificada y reconciliada,

las esperanzas y anhelos de este pueblo,

la Iglesia con sus pastores y sus fieles,

las familias para que crezcan en santidad,

los jóvenes para que encuentren la plenitud de su

vocación, humana y cristiana,

en una sociedad que cultive sin desfallecimiento

los valores del espíritu.

Te encomiendo a todos los que sufren,

a los pobres, a los enfermos, a los marginados;

a los que la violencia separó para siempre de nuestra

compañía, pero permanecen presentes ante el Señor

de la historia y son hijos tuyos, Virgen de Luján,

Madre de la Vida.

Haz que Argentina entera sea fiel al Evangelio,

y abra de par en par su corazón,

a Cristo, el Redentor del hombre,

la Esperanza de la humanidad".

 

          Con afecto de Pastores entregamos a nuestro pueblo esta exhortación ante la imagen de Nuestra Señora de Luján.

        Desde la Basílica de Luján, durante la concelebración de la Santa Misa, el l de mayo de 1987.

 

LIV Asamblea Plenaria

San Miguel, 1 de mayo de 1987.

 

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1.        Lc. 1, 28-31

2.        Lc. 11, 28

3.        Hech, 1, 14