volver å

 

64ª Asamblea Plenaria / 10-15 de diciembre de 1992

 

Mensaje de los obispos argentinos al celebrar el quinto centenario

 

Hace cinco siglos que la Cruz de Cristo llegó a estas tierras de América Latina y que, por primera vez se elevó en ellas la plegaria del Ave María. Con este motivo los obispos de la Iglesia en la Argentina hemos venido al Santuario de Nuestra Señora de Luján, corazón religioso de la Patria, para agradecer a Dios por intermedio de María, la gracia de la fe cristiana que Él nos regaló y que nos vino con aquella primera evangelización. Acción de gracias que brota de nuestro corazón de pastores y de todo el pueblo de Dios.

 

Reconocemos que durante este tiempo, en la tarea de la Iglesia hubo luces y sombras, éxitos y fracasos, santidad y pecado; pero no dejamos de admirar la misericordiosa providencia de Dios porque a pesar de los obstáculos y las contradicciones, América Latina conservó el don de la fe católica, en la que se aprecian elementos característicos como el amor a la Eucaristía, la filial devoción a María Santísima y la adhesión a la Cátedra de Pedro. Esa fe en Cristo y en su Evangelio ha sido siempre el fundamento de la cultura y de la vida de nuestra Nación.

 

Con los hermanos obispos de los países latinoamericanos acabamos de celebrar en Santo domingo la IV Conferencia General. Convocados por el Papa a una "nueva evanqelizacián" hernos considerado la situación de la Iglesia en nuestros pueblos para trazar las líneas pastorales que respondan a los desafíos del tiempo actual.

 

Al  presentar hoy a  los pies de Nuestra Señora de Luján las conclusiones de aquella Asamblea, nos comprometemos a dar un nuevo impulso a la acción que comenzamos con las "Líneas Pastorales", y reafirmamos que la "llamada a la nueva evangelización es ante todo una llamada a la conversión" (Juan Pablo II , Discurso inaugural, 1 ).

 

Rogamos a la Madre de Jesús y de la Iglesia que interceda para que la gracia de Dios y la fuerza de su Espíritu, fortalezcan y alienten a los obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas y fieles laicos, a perseverar en la tarea evangelizadora. Así se hará realidad que Jesucristo, que es "el mismo ayer y hoy y lo será para siempre". (Heb. l3, 8), esté permanentemente presente en el corazón y en la vida del pueblo argentino.

 

Luján, 13 de diciembre de 1992.