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68ª Asamblea Plenaria / 3 - 8 de noviembre
de 1994
DECLARACION
1. Al concluir la LXVIII Asamblea Plenaria
y luego de haber escuchado diversas exposiciones sobre la situación de las
regiones de nuestra patria, además de todas las experiencias que traemos de las
diócesis, queremos hacer llegar a nuestros hermanos una palabra sincera de
esperanza, aliento y solidaridad.
Los cambios económicos no deben olvidar la
promoción tan anhelada de la justicia social. Queremos el desarrollo y el
legítimo crecimiento de nuestro pueblo. No todo puede esperar o ser postergado:
la vida, la seguridad y la educación no pueden dejarse para después.
2. La paz y la tranquilidad social
necesitan imprescindiblemente de la generosa solidaridad de todos los
argentinos.
En este sentido conserva toda su
actualidad la reflexión que hiciéramos a los pies de Nuestra Señora del Valle
de Catamarca (Abril 1991), y creemos necesario volver a repetir: "Todos
estamos obligados, hoy más que nunca, a profundizar en nuestro interior para
oír el dictado de la recta conciencia. Traicionarla seria traicionarnos a
nosotros mismos. Se trata de descubrir lo auténticamente valioso para la
persona humana. No lo más rentable económicamente, sino lo que nos hace bien
como hombres, lo que nos reporta beneficio como personas, lo que nos hace
crecer como nación. Todo verdadero desarrollo depende finalmente del crecimiento
moral".
3. Nos preocupa la insuficiencia de
fuentes de trabajo, con su inhumana secuela de desocupación. Nadie se reconoce
a sí mismo sin el trabajo, que es parte esencial de la cultura y derecho fundamental
de toda persona. A través del trabajo el hombre afirma su dignidad de hijo de
Dios y conserva su libertad: la mayor pobreza material del hombre es no tener
trabajo o no poder trabajar. Por ello creemos que en toda programación
responsable no puede estar ausente el aspecto de la carga ocupacional, que
determina, por lo mismo, la calidad social de todo proyecto económico.
Si se da al dinero su sentido social,
habrá nuevas posibilidades de generar fuentes de trabajo. Correlativamente,
necesitamos sostener y afianzar los hábitos de laboriosidad para alcanzar una
auténtica cultura del trabajo.
Quisiéramos que los empresarios se sientan
estimulados en su responsabilidad de ser válidos multiplicadores y
distribuidores de riqueza para bien de sus hermanos. Asimismo, que los
trabajadores asuman la necesaria capacitación y promuevan iniciativas
solidarias.
4. El drama de la pobreza nos aflige en su
profundidad. La Argentina no escapa a esta emergencia que afecta a gran parte
de la humanidad. Pero sin condicionarnos a planificaciones externas que agraven
las necesidades de nuestro pueblo, es necesaria una decisión de austeridad que
sea practicada por todos, partiendo de los niveles que tienen más, para llegar
y elevar a los que tienen menos.
5. Con particular atención hemos seguido
la situación de los jubilados, a la que no dudamos en calificar de seria y
grave distorsión en el equilibrio ético de nuestra comunidad. Este tema, que no
admite demoras, reclama la urgente solidaridad de toda la sociedad. No podemos,
ni debemos, trasladar culpas que pueden servir de explicación histórica o
argumento político.
Existe un hoy que reclama creatividad
solidaria, para responder a nuestros mayores con prontitud y sensibilidad
social. Se trata de una obligación de justicia.
6. El fenómeno actual del secularismo que
independiza de Dios al hombre, hace que diversas formas de corrupción destruyan
las conciencias y el mismo tejido social. Mientras haya desprecio, ignorancia o
rechazo a Dios seguiremos soportando injusticias sociales y corrupciones
privadas y públicas, cuyas principales víctimas serán la familia y la misma
sociedad. Necesitamos una profunda y sincera conversión.
Poniendo nuestra esperanza en Dios que es
Padre y la confianza en las reservas morales de nuestro pueblo y en el
compromiso que todos debemos asumir, invocamos la maternal protección de
Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina, para lograr una sociedad más
justa, más esperanzada, más honesta y más cristiana.
68° Asamblea Plenaria del Episcopado
Argentino
San Miguel, 8 de noviembre de 1994