Declaración de la Comisión Episcopal de Fe
y Cultura
A propósito de la
Fecundación Humana Asistida
Con motivo de una probable ley de
fecundación asistida se está dando en nuestra sociedad un debate difundido
especialmente por los medios de comunicación, en el cual se vuelcan opiniones
desde distintos puntos de vista (científico, psicológico, legal sociológico,
religioso, etc.). Algunas de estas opiniones apelan, en busca de una
confirmación, a la enseñanza de la Iglesia, sea expuesta por el magisterio pontificio,
particularmente el Papa Juan Pablo II, o por alguna intervención de la Santa
Sede a través de sus Dicasterios. Es preocupante que se utilice la autoridad
del Magisterio Eclesiástico con la pretensión de lograr un apoyo para
posiciones contrarias a esa misma enseñanza o a sus intenciones. Con el objeto
de esclarecer el debate, corresponde decir:
Con relación a la fecundación humana
asistida no se puede olvidar que el cuerpo del hombre es una realidad
típicamente personal, signo y lugar de relaciones con las otras personas, con
el mundo y con Dios; particularmente, la sexualidad humana no es un simple
instrumento o un conjunto de energías en orden a la mera eficacia reproductiva
(cf. Juan Pablo II, Evangelium Vitae, Nro. 23). Enseña el Concilio Vaticano
II: "La índole sexual del hombre y la facultad generativa humana
superan admirablemente lo que de esto existe en los grados inferiores de vida;
por lo tanto, los mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según la
genuina dignidad humana, deben ser respetados con gran reverencia"
(Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Actual, nro. 51 )
El magisterio de la Iglesia afirma: "El
respeto de la vida humana se impone desde que comienza el proceso de la
gestación. No llegará a ser nunca humana si no lo es ya entonces".
(Congregación para la Doctrina de la Fe: Declaración sobre el aborto,
año 1974, nros. 12 y 13). Puede decirse, pues, que con la integración en el
óvulo de la carga genética del espermatozoide se inicia el proceso irreversible
de la plasmación de un individuo humano. El Papa Juan Pablo II ha acuñado una
expresión exacta y bella: "En la biología de la generación está
inscrita la genealogía de la persona" (Carta a las familias, año 1994,
nro. 9).
No es leal, por ello, argüir que para la
Iglesia hay vida humana recién en el cigoto resultante de la fusión de los
núcleos de los dos gametos (óvulo y espermatozoide, que aún separados son
vitalmente humanos) apoyándose en la instrucción Donum Vitae 1,2, de la
Congregación para la Doctrina de la Fe (año 1987, firmada por el Cardenal
Prefecto J. Ratzinger). Porque el objeto de dicho documento es juzgar acerca de
la moralidad de las diversas técnicas de fecundación humana asistida, y en él
se declara ilícita incluso la fecundación homóloga "in vitro",
es decir la realizada extracorporalmente con gametos de los esposos.
Se recuerda también que esta instrucción Donum
vitae afirma enfáticamente: "La vida física por la que se inicia el
itinerario humano en el mundo, no agota en sí misma, ciertamente, todo el valor
de la persona ni representa el bien supremo del hombre llamado a la eternidad,
sin embargo en cierto sentido constituye un valor fundamental, precisamente
porque sobre la vida física se desarrollan todos los demás valores de la
persona" (Int. nro 4). Por lo tanto, la intervención médica en ella
habrá de ser meramente terapéutica, tendrá el cuidado de no exponerla a
"riesgos desproporcionados",y ha de procurar su supervivencia y una
mejora en sus condiciones de salud (op. cit. 1, nro. 3). Sería un uso ilícito
la instrumentación de esa vida humana con fines de investigación o para
seleccionar el sexo u otras cualidades del niño por nacer (op. cit. 1, nro. 6).
En la misma línea, su congelación constituye una ofensa al respeto debido a los
seres humanos, pues está comprobado el riesgo de muerte, entre otros. Podríamos
plantear el interrogante: si esta práctica no contradice el derecho
constitucional a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano
(Constitución Nacional, art. 41 ).
Para concluir, conviene dejar en claro que
estas enseñanzas no intentan detener el desarrollo de la medicina y de la
ciencia en general, ni pretenden arrebatar una feliz posibilidad a los
matrimonios que desean cumplir con su vocación materna y paterna. A quienes
sustentan posiciones religiosas, filosóficas o científicas diferentes, y no
comparten los principios por los cuales la Iglesia quiere tutelar la vida
humana naciente, los invitamos a ejercitar el recurso a la memoria. Juan
Pablo II, con ocasión de cumplirse el 50° aniversario de la Segunda Guerra
Mundial, decía que ésta no fue sólo un episodio histórico de primer orden; ha
significado un cambio en la humanidad contemporánea por el despliegue de
crueldad inédita que tiene nombres propios: Auschwitz, Hiroshima y Nagasaki (Mensaje
con ocasión del 50° aniversario del Final en Europa de la II Guerra Mundial, 8
de mayo de 1995). Si Auschwitz es símbolo del atentado contra la dignidad del
hombre por el olvido del derecho, Hiroshima y Nagasaki son símbolos del mismo
atentado por el olvido de los límites de la ciencia y la técnica. "El
secreto de la salvación está en el recuerdo" (Del Memorial "Yad
Vashem", en Jerusalén).
Buenos Aires, 21 de julio de 1995