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REFLEXIONES SOBRE LA JUSTICIA

de los Obispos reunidos

en la 73ª Asamblea Plenaria

 

I

 

1. En la luz gozosa de la Pascua recientemente celebrada, hemos puesto la mirada de fe en Jesucristo, Señor de la Historia, que conoció la injusticia de los hombres (Mt. 26, 59; Mc. 14, 53; Lc. 22, 66) y de quien, el que debía juzgarlo, declaró no encontrar ningún motivo de condena (cf. Jn. 18, 38), "pero por disposición de Dios se convirtió para nosotros en sabiduría, justicia, santificación, y redención" (1 Cor. 1 , 30).

 

2. Hace unos años los Obispos planteamos a la sociedad argentina la urgente necesidad de una "justicia demasiado largamente esperada"' . En esta Asamblea hemos puesto especial atención en la vivencia de la virtud de la justicia y en la administración de la misma. La dignidad del hombre y la calidad de vida de una Nación están reflejadas en gran medida por el nivel de justicia en que vive cada ciudadano y en la rectitud de su administración de los Poderes del Estado, comenzando por el dictado de leyes justas y su correcta aplicación.

 

II

 

3. El retorno a la vida democrática no sólo recibió la herencia de grave problemas sociales y económicos, sino también dificultades y vicios de muchos períodos, en los cuales las instituciones republicanas no tuvieron plena vigencia. A ello se unen las consecuencias de una situación cultural que dejando de lado a Dios tiene su expresión más negativa en el relativismo: "La sociedad argentina, que justamente aspira a conseguir niveles de progreso y desarrollo que eleven su nivel espiritual y material se ve en nuestros días como minada por toda una serie de factores que tienen su origen último en una crisis de valores"2 . Como pastores y comunidad cristiana no podemos dejar de sentirnos responsables de esta crisis, que nos interpela en nuestra docencia pastoral y vivencia eclesial.

 

4. Esta sensación de querer vivir sin ley, o de poder modificarla para servir a intereses sectoriales facilita la corrupción privada y pública, crea un estado de incredulidad generalizada, de temor frente a los demás, de impotencia y angustia que impide la formación de un espíritu solidario y fraterno. Estas circunstancias ponen en crisis la cohesión de la sociedad.

 

5. Las autoridades legítimas, que integran los diversos Poderes de la Nación, deben honrar sus cargos con la honestidad de sus costumbres personales, la austeridad de su vida, el acatamiento a la verdad y el testimonio de un trabajo incansable, cumpliendo lo prometido al servicio del bien común de la Patria. Cuando estas cualidades están ausentes, las mismas autoridades comprometen la cohesión y el crecimiento moral de la sociedad, a la que deben servir y de la que no deben servirse.

 

III

 

6. Frente a un estado de ánimo que lleva a pensar en la imposibilidad de superar la impunidad, es necesario renovar la confianza en las instituciones judiciales y reconocer a tantos jueces, fiscales y otros agentes de la administración de Justicia, quienes de modo ejemplar y generoso llevan adelante este servicio. Con esperanza y renovada confianza nos permitimos señalar algunas sombras y proponer algunas acciones que ayuden a "afianzar la justicia".

 

7. La administración de la justicia requiere hoy, sobre todo, una clara independencia de los demás Poderes del Estado, y de las corporaciones profesionales, sindicales o económicas. AI respecto enseñaba Pío XII: "el Poder Judicial debe administrar justicia con imparcialidad, inflexible frente a las presiones de los intereses de parte, cualesquiera que sean"3. Los Medios de Comunicación Social colaboran con el desarrollo de un justicia independiente cuando cumplen su misión presentando objetivamente los hechos y evitando todo sensacionalismo que vulnera la dignidad de  las persona y la majestad de la Justicia.

 

8. Se hace urgente legislar para que los consejos de la Magistratura, tanto en el orden nacional como provincial, tengan una conformación independiente y equitativa entre los distintos sectores con derecho a integrarlos, evitando nuevas frustraciones por mezquindades político-partidarias o de grupos que procuran predominios interesados. La adecuada configuración de estos Consejos será el resguardo del Poder Judicial desde el momento mismo de la designación de los magistrados.

 

9. Se hace necesario consolidar el respeto a la carrera judicial en sus jueces, fiscales y demás colaboradores, con la suficiente asignación de recursos económicos para el ejercicio de sus tareas y capacitación permanente. También el necesario aporte de medios para la modernización funcional que asegure una justicia a tiempo a todos los ciudadanos, y el acceso a la misma de los más pobres.

 

10. Como bien señaló nuestra Comisión de Justicia y Paz, el Juez tiene en sus manos una de las funciones más delicadas y esenciales, que "requiere inteligencia clara y equilibrada, ponderación de juicio, capacidad de trabajo, cultura general, amplia y sólida versación jurídica, experiencia judicial o forense, espíritu de justicia, mansedumbre en el trato pero decoro en la actitud, modestia en el obrar pero alteza en el pensar, templanza en las costumbre, amor y fe en las instituciones patrias, independencia y firmeza de carácter, conciencia plena del deber y, por sobre todo, una gran dignidad"4 . Creemos que debe evitar, además, toda exhibición pública innecesaria que vaya en desmedro de su dignidad y pueda colaborar involuntariamente al prejuzgamiento de los procesados o sospechados.

 

11. En el servicio de la justicia los abogados ocupan un lugar imprescindible y de gran relevancia ética. Corresponde a ellos accionar en los estrados judiciales, tutelando el bien de las personas e instituciones en el marco del bien jurídico, que sólo se apoya en la verdad de los hechos y en su justa adecuación a la ley, que es la garantía del bien común. Esto requiere no anteponer el interés o lucro personal, como así también la rectitud en el uso de las pruebas y el respeta a la fama de las personas. Se hace necesario evitar la llamada "industria del juicio".

 

12. Nos preocupa la situación afligente de los presos y encausados que viven hacinados en cárceles superpobladas y muchos de ellos alojados en comisarías de manera infrahumana. La situación de los mismos se agrava cuando se trata de enfermos, a quienes a veces se ha humillado dejándolos esposados, con deficiente atención y falta de medicamentos, en particular a los que padecen de SIDA. Exhortamos a nuestros capellanes, párrocos y voluntarios a colaborar, en la medida de lo posible, en el alivio de las situaciones que atentan contra la dignidad de los presos y la conciencia cristiana de nuestro pueblo.

 

13. Hemos querido ofrecer estas reflexiones en la certeza de que Dios, que ha creado al hombre a su imagen y semejanza y no lo ha abandonado, sino que ha enviado a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para acompañar e iluminar el camino de los hombres en la Verdad y la Justicia. A este Cristo es al que servimos y esperamos como juez que "vendrá al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos".

 

Que María Santísima, nuestra Madre y sede de la Sabiduría, nos ayude a comprender este Evangelio de la justicia y la misericordia.

 

San Miguel, 26 de abril de 1997.

 

 

 

 

1 L.P.N.E. nº 13 y 14.

2 Juan Pablo II, Alocución a Obispos de Argentina

   23-11-89, nº 6.

3 RADIOMENSAJE, NAVIDAD 1942, transcrito

   de Encíclica “Pacem in Terris” JUAN XIII, nº 69.

4 Cfr. Obra citada en la Declaración de diciembre 1995.