Es urgente combatir el desempleo
Este 1° de mayo, compartiremos juntos la Misa a las 17 hrs en el Santuario de San Cayetano.
Jesucristo dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero. Así anunció el “Evangelio del trabajo”, que habla de la dignidad de cada trabajadora, de cada trabajador. El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, por eso hay que combatir la plaga del desempleo.
Los curas y las religiosas que vivimos y trabajamos en las villas de la zona metropolitana sentimos la necesidad de hacernos eco de lo que vive la gente de nuestros barrios.
Sabiendo la situación de pobreza estructural desde hace varias décadas, no podemos dejar de percibir muchas señales de pronunciamiento de la crisis de nuestros vecinos y vecinas.
Esto se traduce en un marcado aumento de desempleo y precarización laboral, una fuerte falta de ingresos y un desánimo social. La persona que no trabaja está herida en su dignidad, siente que está de sobra, que está descartada.
La crisis que pega en la clase media impacta considerablemente en los sectores más humildes. Así, han bajado mucho las changas. Muchos pobres viven de trabajos que hacen en hogares de clase media: refacciones, pintura, albañilería, plomería, servicio doméstico. En esto ahorran y disminuyen la oferta laboral las familias afectadas por esta crisis. Todo esto hace que decaiga el desarrollo de la economía popular y el cooperativismo.
A causa de esto, surgen problemas comunitarios en el seno de las familias, en la convivencia barrial y en el andar de los jóvenes.
Nuestras hermanas y hermanos no vislumbran un panorama alentador hacia el futuro, lo cual lleva a la desesperanza y a la desesperación. Las organizaciones sociales ayudan a contener a los que quedan afuera del sistema. Se gana así en seguridad y en inclusión.
Nuestro pueblo humilde sabe de sufrimientos y tiene experiencia de sacrificios. Estos barrios obreros tienen menos dosis de individualismo comparado con otros sectores sociales. Somos testigos de experiencias de salvación comunitaria, donde rompiendo las barreras del egoísmo la comunidad se hace cargo del sufrimiento del hermano. Se da así una solidaridad natural que lleva a encarar juntos el esfuerzo por salir adelante. Al compartir los dolores, se los asume mejor. Así se vive aquí esta crisis.
Nosotros sabemos también de la buena voluntad de varios funcionarios y personas influyentes. Pero estamos convencidos de que hay que dar pasos contundentes para mejorar la vida de los sectores más postergados de la sociedad. Es urgente resolver el tema del desempleo.
Los planes sociales son necesarios en momentos como este, pero no tenemos duda de que lo fundamental es recuperar un empleo digno para las familias más desfavorecidas.
La dignidad del trabajo resucita a personas y a familias caídas en nuestra sociedad.
Cuando hay más trabajo, se produce un círculo virtuoso. Se puede llevar el pan a la mesa y la familia reunida vive con más dignidad. La falta de trabajo provoca lo contrario. El signo de la inclusión es la oportunidad laboral.
Pensamos que familias que vienen de generaciones de exclusión se cruzan hoy con gente que viene de generaciones de prejuicios. Se agranda así la brecha entre ricos y pobres.
Sólo la cultura del encuentro es el camino en el que los más favorecidos deben ser sensibles con los que menos tienen, combatiendo así la exclusión en la que viven muchos de nuestros vecinos.
Resulta doloroso ver que mientras unos se dedican a la especulación financiera, muchos pierden el trabajo.
Es conveniente que quienes gobiernan la Argentina actualmente o en el futuro expliquen cómo piensan generar empleo. También sería muy bueno plantear propuestas para la economía popular, en la cual se mueven muchos de los vecinos y vecinas de nuestros barrios.
En este día especial, ponemos en manos de Dios a nuestro pueblo que necesita trabajo genuino. Lo pedimos por medio de la Virgen de Lujan, de San José Obrero y de San Cayetano.
Buenos Aires, 1° de mayo de 2019.
Mons. Gustavo Carrara. Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Vicario para la Pastoral en Villas de CABA.
P. José María Di Paola, P. Eduardo Drabble. Villa La Carcova, 13 de Julio y Villa Curita. Diócesis de San Martín.
P. Guillermo Torre, P. Marco Espínola. Villa 31. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Juan Isasmendi, P. Ignacio Bagattini, P. Lucas Walton. Villa 1-11-14. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Lorenzo de Vedia, P. Carlos Olivero, P. Facundo Ribeiro. Villa 21-24 y Zavaleta. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Domingo Rehin. Villa Lanzone. Diócesis de San Martín.
P. Nibaldo Leal. Villa Hidalgo. Diócesis de San Martín.
P. Hernán Cruz Martín: Barrio Don Orione - Claypole. Obra Don Orione. Diócesis Lomas de Zamora.
P. Basilicio Britez. Villa Palito. Diócesis de San Justo.
P. Nicolás Angellotti. Puerta de Hierro, San Petesburgo y 17 de Marzo. Diócesis de San Justo.
P. Gastón Colombres, P. Damián Reynoso. Villa 15. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Martín Carroza y P. Sebastián Risso. Villa Cildañez. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Pedro Baya Casal, P. Adrián Bennardis. Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Joaquín Giangreco. Villa Trujuy. Diócesis Merlo-Moreno.
Carlos Morena, Mario Romanín, Alejandro León, Juan Carlos Romanín, Salesianos, Don Bosco. Cecilia Lee, misionera franciscana. Bea GmiItrowicz, misionera franciscana, Villa Itatí. Diócesis de Quilmes.
P. Juan Ignacio Pandolfini. Villa la Cava. Diócesis de San Isidro.
P. Alejandro Seijo: Villa Rodrigo Bueno. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Andrés Tocalini. Villa los Piletones. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Franco Punturo, P. Gonzalo Slepowron Villa 20. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Omar Mazza y P Sebastián Sury. Villa Inta. Arquidiócesis de Buenos Aires.
Oficina de Prensa
Conferencia Episcopal Argentina