CEVILAF | Martirio de los Santos Inocentes: Homilía Mons. Jorge Vázquez
Conmemoramos el Martirio de los Santos Inocentes rezando juntos para que el espíritu de la Navidad renueve el cuidado y la defensa de la vida de los niños y niñas por nacer, de quienes son explotados laboral y sexualmente, de la enorme cantidad que viven en la pobreza y sufren la violencia y el abuso.
Lo hemos hecho compartiendo la celebración de la Santa Misa desde la Catedral de Morón, Nuestra Señora del Buen Viaje. Presidió la Eucaristía Monseñor Jorge Vázquez, Obispo Diocesano y Presidente de la Comisión Episcopal de Vida, Laicos y Familia; conocida también como CEVILAF.
A través de la proclamación de la Homilía, Monseñor Vázquez expresó:
La celebración de la Navidad que se prolonga durante ocho días, nos ayuda a profundizar en el misterio del Dios hecho hombre que asume nuestra frágil condición humana, se mete en nuestra historia y camina con nosotros.
Hoy, en medio de las circunstancias difíciles que nos tocan vivir, queremos seguir anunciando la alegría de la Navidad porque Dios está con nosotros y nunca nos abandona.
La Navidad es la gran celebración de la vida y una invitación a comprometernos con el cuidado de la misma, más allá de discursos y palabras, hace falta el compromiso de los hechos.
En el contexto de esta Navidad, en medio de la pandemia por el Covid que parece resurgir, celebramos hoy la Fiesta del Martirio de los Santos Inocentes. Siguen resonando aun las palabras del Ángel a los pastores que trae una buena noticia, que es una gran alegría para todo el pueblo (Lc.2, 10-11). Pero la Navidad, mal que nos pese, viene acompañada también del llanto. (Francisco, carta a los Obispos 2016).
Los evangelios no disfrazan la realidad, ni hacen un discurso bonito, tampoco construyen un refugio fantasioso para ocultar las injusticias de su tiempo. Ellos, anuncian la Navidad envuelta en una tragedia de dolor. La presentan con gran crudeza: “En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: Es Raquel que llora a sus hijos” (Mt. 2, 18). Es el gemido de las madres que lloran las muertes de sus hijos inocentes, como también sucede en la actualidad.
Estamos llamados a escuchar los llantos y los clamores de los inocentes de hoy y hacerlos nuestros.
Ante todo, hemos venido a rezar porque confiamos en el poder de la oración. Pediremos que el espíritu de la Navidad renueve el cuidado y la defensa de la vida de los niños y niñas por nacer; de quienes son explotados laboral y sexualmente, víctimas de la trata; tampoco podemos ignorar la enorme cantidad que viven en la pobreza y sufren la violencia y el abuso.
Estamos invitados, como José, a despertar a la realidad y levantarnos “Levantate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto, donde permanecerás hasta que yo te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mt. 2, 13-14).
Levantarse implica para nosotros asumir, custodiar con coraje la vida desde el inicio hasta el fin. Escuchar la voz de Dios que hoy nos mueve al compromiso sin temor a los Herodes de turno.
Escuchar, levantarse, es para nosotros un camino pastoral del cuidado de la vida naciente y la niñez, haciéndonos cargo de las distintas situaciones que sufren los niños y las mujeres embarazadas en extrema vulnerabilidad; anunciando el valor incondicional de la vida para despertar una conciencia social de respeto a su dignidad, de su valor desde el seno materno.
Levantarse, implica también hacernos cargo de la explotación y esclavitud de millones de niños a causa del trabajo infantil; de la falta de acceso a la educación, de los desplazamientos migratorios etc.
Hacernos cargo es acompañar con ternura todas estas situaciones, generar caminos de reconciliación y sanación para encontrar la paz.
Para concluir, los invito a contemplar al Niño en el pesebre, “un niño pobre, que nos hace ricos; un niño débil, que nos hace fuertes” (Card. Pironio).
Dios nos ofrece hoy, como a los pastores en la primera Navidad, el signo del pesebre, el signo de un niño pobre que salva, que libera. En ese niño contemplamos a todos los inocentes que también hoy son martirizados de distintas maneras, como antes hemos señalado.
Termino reiterándoles la invitación a la oración por todas estas realidades que nos golpean y nos desafían. Que el Niño Dios, aun en medio de tanto dolor, nos llene el corazón de alegría; que San José y María nos ayuden a ser fieles para que el gran misterio de la Navidad se haga realidad en nuestros corazones, en nuestras comunidades, en nuestras familias, en nuestra patria.
† Jorge Vázquez
Obispo de Morón
Comisión Episcopal para la Vida, Laicos y Familia
Oficina de Comunicación y Prensa
Conferencia Episcopal Argentina