Un nuevo lugar para las mujeres
El documento para el discernimiento comunitario [1] de la primera Asamblea Eclesial de Latinoamérica y el Caribe, comienza con este título el apartado dedicado a las mujeres “Un nuevo lugar para la mujer en la Iglesia y en la sociedad”. Comenzamos este texto en el que pretendemos hacer una pequeña reflexión con motivo del día internacional de la mujer, con el mismo título pero en plural: Un nuevo lugar para las mujeres.
Es un buen momento para pensar este nuevo lugar, porque de hecho toda la humanidad en general y las mujeres en particular, estamos en un nuevo lugar. La Pandemia del Covid-19 ha reconfigurado todo: la vida familiar, laboral, la educación, la economía. Luego de dos extraños años, muchos y muchas tenemos la sensación de tener que comenzar todo de nuevo, pero de otra manera. “¿De qué forma?” Nos preguntamos. “De la forma que podamos”, nos respondemos. En muchas instancias la misma realidad nos va marcando el rumbo de la necesidad. Muchas personas perdieron su trabajo, las economías mundiales se estremecen con focos violentos en distintos lugares, hay movimientos políticos y sociales que nos marcan un horizonte incierto, todo repercute en la vida cotidiana e impacta más fuerte en los y las más vulnerables de nuestras comunidades.
El documento para el discernimiento comunitario, recoge los dolores de las mujeres en el presente de Latinoamérica, pero también sus alegrías y esperanzas. Vamos a retomar en este texto esos aspectos y los aplicaremos a nuestra realidad de Iglesia en Argentina.
Lo que duele: evidentemente, tanto en nuestro país como en la región, lo que más duele a nivel social es la exclusión, la discriminación y las inequidades. Observamos un doble discurso: mientras es “políticamente correcto”, hablar de mujeres y género, en la vida cotidiana las inequidades persisten y no siempre los anuncios se plasman en mejoras concretas en la vida de las mujeres, especialmente en la vida de las mujeres pobres.
A nivel eclesial, en la asamblea las mujeres fueron bastante unánimes en afirmar: en las estructuras institucionales de la Iglesia, si el laicado en general está marginado, las mujeres lo estamos aún más (incluidas las religiosas que son laicas en el sentido de no tener estado clerical). Se afirma también que las mujeres llenamos los templos y animamos la pastoral, pero no estamos, en general, en los lugares dónde se toman las decisiones.
Lo que da esperanza: a nivel social hay una conciencia de equidad que crece y es irrefrenable, eso sólo puede aumentar. De hecho, de más en más las mujeres vamos tomando lugares de participación y liderazgo en las distintas esferas de la vida social. Las mujeres avanzamos y hay reconocimiento de nuestros aportes.
A nivel eclesial, hay avances en la inclusión y en la participación. La fuerza y la participación de las mujeres en las estructuras va generando espacios y muchos nos hacen lugar. No es menor el hecho de que algunas de nosotras tengan puestos de liderazgo eclesial a nivel nacional, regional y global. Son pocas, son algunas, no alcanza, pero simbólicamente es fuerte el cambio. Marca un hito que difícilmente se desmarque.
¿Y de aquí para adelante?
Mucho por hacer, enumeramos algunas tareas prioritarias:
- Acompañar y promover a las mujeres más pobres y excluidas. A ellas el covid les profundizó las heridas de la violencia doméstica, de las necesidades básicas insatisfechas: alimento, vivienda, educación, trabajo. Todos y todas tenemos que hacer foco en ellas y en sus hijos e hijas.
- Seguir trabajando el tema de los abusos en la Iglesia: abusos sexuales pero también de poder y de conciencia. Una vez que avanzan las denuncias en los organismos eclesiales, es imperativo avanzar también en el cambio cultural y en la aplicación de normas para la protección de menores y adultos vulnerables, conversar mucho sobre lo que significa la manipulación de las conciencias y el abuso de poder. Esto involucra el trabajo por deshacer estructuras clericales y machistas.
- Fomentar el protagonismo de las mujeres en la Iglesia, que comienza por darle voz a las mujeres más postergadas de las comunidades (por edad, condición social, etc). Dichas mujeres no suelen compartir sus experiencias y saberes. Escucharlas las visibiliza y aporta valor a toda la comunidad.
- Procurar la educación de las mujeres. Don precioso que una vez recibido, no se puede quitar. Posibilitar que culminen la escuela primaria y secundaria. Que las que así lo desean, reciban educación superior. En las comunidades eclesiales, darles formación y capacitación. Formación teológica, pastoral, espiritual. La visibilización y el protagonismo se dan solos cuando hay formación.
- Participar en los trabajos preparatorios del sínodo. Si no fuimos invitadas, vayamos a la parroquia y digamos “quiero participar”, quiero hacer camino con la comunidad (eso significa sínodo). Leamos el documento preparatorio (https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2021-09/texto-leido-en-espanol.html) y acerquemos nuestras inquietudes a la parroquia.
Francisco nos está proponiendo la reforma de la Iglesia, lo cual no significa hacer otra Iglesia, si no ser Iglesia de otra manera, más sinodal y participativa y allí todas y todos tenemos algo que aportar. Sigamos caminando juntas, juntos, que de eso se trata.
Nuestro corazón y nuestra oración se vuelven hacia quienes sufren a causa de la guerra en Ucrania, especialmente hoy nos solidarizamos con todas las mujeres que están emigrando o sosteniendo a su familia en medio del conflicto. Pidamos al Señor para que pronto termine la guerra.
¡Feliz día a todas las mujeres!
En comunión de oraciones,