Mensaje en ocasión del Día Mundial del Refugiado
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“El Señor, tu Dios, te acompaña, y Él no te abandonará ni te dejará desamparado”
(Dt 31,6)
Los refugiados son un ícono contemporáneo de un pueblo en camino. Al igual que el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, los refugiados huyen forzadamente de situaciones de guerra y extrema pobreza, de opresión y abusos, de inseguridad y discriminación, de situaciones en las cuales temen por su vida, de falta de proyectos de desarrollo e integración, de desastres naturales.
Y así como el pueblo hebreo en el desierto, también los refugiados encuentran obstáculos: son probados por el miedo y la incertidumbre, la sed y el hambre; se agotan por el trabajo y la enfermedad; se ven tentados a la desesperación.
Muchos han muerto después de haber dejado su tierra, y aunque sus tumbas no tienen nombre, son conocidos y amados por Dios. Él, con su amor de providencia, nos cuida, pero también nos invita a nosotros a cuidar a los demás.
Las naciones más poderosas deben ayudar a dar una respuesta, no solo por caridad, sino también por justicia. No podemos disimular que no se puede hacer nada. Sabemos que la realidad fundamental del éxodo, de cada éxodo, es que Dios precede y acompaña el caminar de su pueblo y de todos sus hijos en cualquier tiempo y lugar. Su presencia en medio de su pueblo es una certeza de la historia de la salvación: “el Señor, tu Dios, te acompaña, y Él no te abandonará ni te dejará desamparado”. (Dt 31,6)
Dios se identifica con los hombres y mujeres en su caminar por la historia, especialmente con los últimos, los pobres, los marginados. Es en todos nuestros hermanos más vulnerables donde podemos encontrar al Señor de la Historia.
En este Día Mundial del Refugiado nos unimos en oración y en gestos de caridad por todos aquellos que han tenido que abandonar su tierra en busca de una vida mejor. Sintámonos en camino junto a ellos. Que sepamos asumir el compromiso de suscitar y garantizar la dignidad y los derechos humanos de los refugiados. Que promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casa y todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.
Por la Comisión Episcopal para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes
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Acompaña:
Oficina de Comunicación y Prensa
Conferencia Episcopal Argentina
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