“Atrás de un aparente fracaso humano hay fecundidad que se esconde”


Entrevista a Mons. Enrique Eguía Seguí, Obispo Auxiliar de Buenos Aires y Secretario General de la Conferencia Episcopal Argentina

 

 

Evoca con linda nostalgia su época de “hermano-amigo” con su hermano, fana de Boca Juniors y del jazz rock, asegura que la gran riqueza de los sacerdotes argentinos radica en su estilo bien post conciliar y que “el pueblo de Dios sintetiza su fe” cuando ama, conoce y sigue a Cristo.

 

¿Dónde naciste, cómo es tu familia?

Soy bien porteño, nací en el centro, y siempre viví en el centro de la ciudad de Buenos Aires. Somos tres hermanos, un varón más chico que yo con el cual hemos tenido una relación lindísima de hermanos y amigos. De chicos era hacer todo juntos. Ir a ver a Boca, él se hizo de Racing, allá juntos íbamos a ver a Racing, a los recitales, a las fiestas… Y mi hermana mayor de la que hoy día tengo tres sobrinos, que junto con los hijos de mi hermano, suman siete. Mis padres de formación y familias católicas de toda la vida, puedo decir que la fe la aprendí en mi casa. Ir a la parroquia o a misa era un complemento natural de la vida familiar. Yo no hice mi formación pastoral en una parroquia. Era de ir a misa, confesarme, tener algún círculo de retiros espirituales, pero no de formación parroquial. Fui a un colegio privado y laico pero católico. Un laico —un hombre que sigo viendo actualmente, un santo, Horacio De Leo— nos daba una materia que se llamaba “Formación personal” que era prácticamente una catequesis y venía un sacerdote a confesar. Yo viví mi fe,  no bajo las formas eclesiásticas, sino bajo formas laicales.

¿Te gustaba la música?

Todo lo que era Charly García, Serú Girán, todo el rock nacional del 77 para arriba. Y a mi hermano y a mí nos interesó el rock sinfónico de la década del 70: Génesis, Pink Floyd, Yes y Queen. Después seguimos por el lado de Pedro Aznar que deja SerúGirán y se va con Pat Metheny al jazz rock de la década del 80. Y hoy día, cuando puedo, voy a algún recital. Cds tengo de todos, de Charly todo completo, algo de Divididos, Fito Páez. También me gusta el blues.

¿Cuándo aparece la vocación sacerdotal?

Yo estaba muy convencido que iba a ser ingeniero industrial porque mi padre trabajaba en empresas y de hecho me gustaban mucho las matemáticas y entré a hacer el curso de preparación del ITBA [Instituto Tecnólogico Buenos Aires]. En 4º, 5º año todavía quedaba algo así como dar sentido a la vida de una manera más profunda y a mí me agarró esto de que no me veía pleno solamente como ingeniero industrial y con mi propia familia. Y busqué por este lado, el de la vocación sacerdotal. Y ahí yo veo mucho de Dios porque yo no tenía ningún cura referente que llamara mi atención. El hecho de decidir ser cura no viene por un modelo a imitar sino porque intuí que era el modo de dar sentido a mi vida dando mi vida a los demás, como uno lo pensaba con un idealismo muy fuerte. Estábamos en el fin de una década muy idealista. En los fines de los 70 las opciones eran así: algunos buscaban la revolución, la liberación, la contrarrevolución, las armas… y otros, entre ellos yo, entré al seminario, en el año 1981, con 40 tipos más… Fue la época en que más vocaciones hubo.

¿Cómo fue tu camino en la arquidiócesis de Buenos Aires?

Era el más chico del curso así que fui el sacerdote más joven durante un tiempo. Tuve dos trabajos en parroquias: San Ramón Nonato, que fue muy lindo porque me fui a Villa Luro, todo era muy popular por el santuario; después estuve en el centro en Monserrat pero ahí ya me mandaron a la Conferencia Episcopal para hacer tareas de auxiliar que fue una experiencia interesante porque yo, con 3 años de cura, adquirí una mirada de la Iglesia mucho más amplia. Acá era un “pinche” total pero veía la Iglesia de todo el país. Después quedé muy enganchado con el trabajo de la Comisión Episcopal de Ministerios en la formación de sacerdotes. Al poco tiempo me empezaban a llamar con algún otro cura a dar charlas y encuentros en esa línea. De temas sacerdotales, semanas de pastoral, retiros espirituales, yo en estos 10 años pasé por 22 diócesis.

Haciendo una retrospectiva de ese trabajo con sacerdotes, ¿cuál es la mayor riqueza que percibís y cuál sería la mayor deuda que se detecta con el presbiterio?

Lo primero es ver ciertos aspectos comunes como la formación, una actitud muy abierta a trabajar desde la gente, con un estilo marcado por el post Concilio, aunque hay algunos grupos pequeños más arraigados a estilos más tradicionales.
Los sacerdotes tienen en claro que la vida pastoral tiene que ser participativa, abierta, de comunidades muy fecundas, con dificultades, a veces por los lugares aislados y los pocos medios y recursos que tienen.
Como deuda percibo la dificultad de trabajar en conjunto. Me parece que los curas son muy entregados, pero a veces, tanto en el interior como en la ciudad, por razones diferentes, todavía están muy aislados en el trabajo pastoral. Falta la conciencia clara de que uno forma parte de un presbiterio, que el sacerdocio sólo se entiende como tarea colectiva. Igualmente con el paso del tiempo esto ha ido variando bastante. Hace 15 años atrás, fruto de la educación recibida, el cura era el factótum de todo. Hoy en día está más claro que el ministerio sacerdotal crece en plenitud en relación a la diócesis y, por lo tanto, de un conjunto de hermanos que forman el presbiterio junto al obispo.

Vos fuiste párroco. ¿En dónde?

Fui párroco durante quince años, entre 1993 y 2008. Los primeros 6 años estuve en la Parroquia Cristo Maestro, en Floresta. Una parroquia bien de barrio, con un colegio parroquial muy chiquito que estaba por cerrar y a mí me tocó hacer todo un trabajo de traspaso al Arzobispado para salvar el colegio. Había 40 personas trabajando. Y se logró.

¿Y después de Cristo Maestro y esta aventura providencial?

Me fui a Villa Urquiza, a la parroquia Espíritu Santo. Pasé —y fue muy bueno— de una parroquia chiquita de barrio a una parroquia de barrio también pero con 6 misas por fin de semana;de una escuela de 300 alumnos, a una de 700. Y de 40 personas que trabajaban en la primera escuela a 110 en la escuela Ceferino Namuncurá, que es la institución educativa parroquial. La parroquia tiene una comunidad muy fuerte, de muchos años, había un grupo histórico que se hacía sentir, fueron 6 años.
Me tocó ir a la par en una cuestión: tanto a nivel nacional como en Buenos Aires se estaba trabajando por la implementación de los consejos pastorales parroquiales (COPAPAS) y yo en Espíritu Santo tuve un COPAPAS de manual que se ocupaba de aplicar lo diocesano a lo parroquial. Hacíamos opciones y las trabajábamos en asambleas parroquiales. 250 personas con votaciones y todo de las cuales surgían opciones que encarábamos. Por ejemplo, en una oportunidad se optó por la religiosidad popular como herramienta evangelizadora. Ahí se trabajó sobre el Espíritu Santo, se talló una imagen de Pentecostés (con María y la paloma) sobre la cual la gente pudiera pedir gracia, prender velas y rezar.

¿Te sorprendió tu designación episcopal?

Me sorprendió porque nunca me preparé para esto. Además yo no tenía ningún título de doctor o licenciado. Pero uno venía escuchando rumores que a lo mejor era simple expresión de deseo de algunos amigos. Entiendo que yo ya era conocido por los sacerdotes de muchas diócesis y porque 3 años antes de ser obispo [monseñor] Fenoy me había propuesto para ser asesor pastoral en la CEA.

¿Cuáles son tus funciones como secretario de la Conferencia Episcopal?

Primero la coordinación de todas las diócesis en información y en la animación de algunos temas. Aquí hay noticias, pedidos que vienen por la Nunciatura de la Santa Sede, o que genera la misma Comisión Ejecutiva o la Permanente, que hay que distribuir por todas las diócesis del país. También lleva mucho tiempo la organización de las reuniones de Asamblea Plenaria y Comisión Permanente que, en conjunto, son 5 reuniones anuales, algunas de 3 días, otras de una semana entera. Esto implica reuniones  previas con la Comisión Ejecutiva, otras comisiones que tienen tiempos para hacerlo, y temas que nos toca animar como Secretaría General. Pero lo básico es que esto sea un espacio de coordinación y comunicación. Próximamente tenemos reunión de Secretarios Ejecutivos de las Comisiones como para que todos sepan cuáles son los temas prioritarios de ellos como comisión y nuestros como Conferencia. En muchos casos me toca seruna primera instancia en entrevistas con representantes de organismos sociales y religiosos que quieren que la Iglesia escuche alguna preocupación o proyecto, si bien muchos terminan derivados al presidente.

¿Estás vinculado con la Nunciatura de manera cotidiana?

Sí, por información y la relación es muy buena. Hablo bastante con el Secretario del Nuncio. Ahora tenemos un nuevo Nuncio que asumió hace poquito, es una persona muy afable, abrió las puertas de su casa para tener contacto directo y escuchar mucho.

Contanos sobre la espiritualidad de la “pastoral del fracaso”

Esto surgió cuando empecé a ser cura, cuando proponés cosas que después no salen. Hay un choque fuerte entre lo propuesto y la respuesta. Te imaginás una acción y a veces todo sale mal, o al revés, o llueve. Lo de la “pastoral del fracaso” nunca fue una mirada pesimista sino el descubrimiento de que en las cosas de Dios, como obra el Espíritu Santo, siempre detrás de un aparente fracaso humano hay una fecundidad que se esconde. Era indudable que cuanto peor salían las cosas según mis cálculos, era cuando mayor fecundidad tenías.
Esto surgió como reflexión entre un grupo de curas y laicos con los cuales me vinculaba en aquella época. Ahí apareció esta imagen de las paradojas en la vida del cristiano: la luz en la oscuridad, la fecundidad en la muerte, los signos de vida dentro del sepulcro(como dice el Evangelio de Juan). El acceso a la fe pasa mucho por asumir estas paradojas y la Iglesia en su tradición las tiene. Por algo la luz de Pascua entra en un templo oscuro. Por algo vamos a admirar la siniestra belleza de la cruz, porque descubrimos que el amor está en el fondo. Y en nuestra vida la esperanza es animarse a encontrar los signos del Resucitado cuando todo parece perdido.
Relaciono esto con que yo antes de entrar al seminario leía mucho. Sábato, Cortázar, Kafka para mí tienen mucho de esto. Dostoievski plantea personajes perversos que son los más redimibles. El examen de virtudes teologales lo hice analizando unos libros de Kafka: La esperanza en Kafka aparece como nostalgia de lo perdido, no como posibilidad de futuro. Quizás estas lecturas me dejaron las ganas de bucear en el corazón humano sobre cosas que vivimos todos.

Ante las “Orientaciones Pastorales para el trienio 2012-2014” que se van a dar conocer en la próxima Asamblea Plenaria, contanos qué son, qué significan.

La historia de este documento es que se viene intuyendo que la Iglesia —y sobre todo la Comisión Permanente que por estatuto es la encargada de velar y animar la pastoral de la Iglesia en la Argentina— necesitaba de algunas pistas propositivas en las cuales poner su esfuerzo como políticas de largo y mediano plazo. A veces, la realidad del país, la realidad cultural y las dificultades puntuales daban la sensación de que la Iglesia siempre estaba respondiendo a emergencias y que el camino pastoral surgía de una agenda impuesta por la política, la cultura, las leyes, dicho exageradamente porque siempre hubo proyectos pastorales. Era necesario tener una especie de mapa y algunas prioridades que indicaran esto: la posibilidad de tener una política de mediano y largo plazo pase lo que pase. Por eso el nombre. Hablamos de trienio porque estas orientaciones fueron dadas por esta Comisión Permanente que tiene 3 añosde mandato en su tarea. Indudablemente algunos temas apuntan a tener largo alcance como la Iniciación Cristiana vinculada a una pastoral sacramental, la pastoral eucarística con el Congreso Eucarístico en el 2016 que supera el trienio, la pastoral de la vida, el acompañamiento y la prioridad de la religiosidad popular en cuanto a posibilidad de encuentro con Cristo y pertenencia a la Iglesia, por nombrar algunas. 

El subtítulo del documento habla de la Misión Continental en el Año de la Fe, dos pilares: uno con raíz en Aparecida; otro, que tendrá una preponderancia mundial.

Una de las intenciones del documento es poder vincular lo que en un primer momento puede parecer disperso. Porque es verdad: la Iglesia es muy rica y todos los años aparecen como “nuevas propuestas” en las que desde el Santo Padre, desde el CELAM, o desde la diócesis se invita a los cristianos a asumir alguna prioridad pastoral. Entonces uno puede sentir que la vida pastoral en la Iglesia está fragmentada. Pero si uno ve con el ojo del discernimientodel Espíritu, hay que tratar de encontrar aquello que es común a todo esto y buscar esas líneas que unifican lo que al principio aparece disperso.
Por eso, la primera parte, trata de mostrar cómo la Misión Continental en la cual ya estamos trabajando en América Latina está en estrecha relación con el Año de la Fe y el Sínodo por la Nueva Evangelización para la trasmisión de la fe. De ahí partimos de un dicho de Benedicto XVI en el Discurso inaugural de la Comisión para América Latina del año 2011, donde dice directamente: “En América Latina la Nueva Evangelización se llama Misión Continental”. Eso nos daba una pista para darnos cuenta de que el llamado al Año de la Fe no se opone, ni corta, ni va en contra de lo trabajado en la Misión Continental. La Misión Continental encarna la Nueva Evangelización para la trasmisión de la fe. Con lo cual la invitación al Año de la Fe lo que hace es ofrecer a la Misión Continental algunos elementos para destacarla y acentuarla.

¿Cómo aplica estas Orientaciones la Iglesia argentina y cómo las recibe la gente, la feligresía?

En primer lugar, las presentamos con una introducción al enviarlas a los obispos en general, dejamos en claro que son un servicio para los mismos obispos como responsables de la pastoral de la diócesis. Invitamos a los obispos a que las hagan conocer en sus Consejos Pastorales, su presbiterio y los agentes pastorales de mayor compromiso, porque es cierto que éste no es un documento destinado al pueblo de Dios en general, porque puedenencontrarse algunos elementos programáticos que son muy específicos en cuanto a lo interno de la Iglesia. Es un documento que está pensado como una herramienta, como un mapa, como un elenco de orientaciones para unificar la tarea del obispo y los agentes de pastoral cualificados.

¿Cómo están vinculados los conceptos de “comunicación de la fe” con “alegría, entusiasmo y cercanía”, ese estilo pastoral propuesto?

Lo bueno de los últimos documentos de la Iglesia argentina, sobre todo desde Navega mar adentro, siguiendo en esto la propuesta de Juan Pablo II con espiritualidad de comunión, es que siempre se ha acentuado al proponer algunas orientaciones pastorales no quedarse simplemente en lo programático. Que lo programático también seaexpresión de un modo, de un estilo de hacer las cosas. Acá es interesante porque Benedicto XVI lo plantea claramente: cuando convoca al Año de la Fe lo hace con un objetivo que es poder transmitir la alegría y el entusiasmo de vivir la fe y conocer a Jesús.
Interesantísimo el significado de la palabra “entusiasmo”.
“Tener un Dios adentro”. Al pensar el entusiasmo como expresión de un Dios activo dentro de mí, significa que el entusiasmo no depende solamente de razones externas por las cuales estar entusiasmado. En realidad, las razones principales del entusiasmo son internas. Es decir: puede estar todo mal afuera pero internamente el Espíritu me impulsa. El entusiasmo es entonces eso, la capacidad de hacer las cosas “a pesar de”.

Pensemos en el Cardenal Pironio con sus “Razones para la esperanza” y en Juan Martín Descalzo con sus varios libros que hablan de razones para distintos aspectos y momentos de la vida.  Uno tuyo podría ser “Razones para el entusiasmo”.

Esto lo dice el Papa y, en mi caso, lo hemos venido trabajando con catequistas desde el año pasado. Y siempre la reacción ante esto ha sido muy positiva. El descubrir qué es el entusiasmo, su significado y lo que implica para la vida de fe y la vida pastoral.

Enfocando hacia el Congreso Eucarístico Nacional 2016, ¿algo de lo que estamos conversando ahora pensarás que va a ser inspirador?

Aun estando fuera del trienio, pero la preparación tiene que empezar 3 o 4 años antes. Creo que este año se va a ir definiendo la comisión preparatoria y sus temas principales. Algo ya se ha dicho cuando se pensó en la sede un año y medio atrás, un elenco de temas prioritarios que tienen que ver con la centralidad de la eucaristía, la vida en comunión, la catequesis de iniciación, todo esto muy fuertemente pensado en el Bicentenario de la Patria. Por algo se hace en el 2016 en Tucumán. Ver la vida cristiana como fermento para una vida social más justa y solidaria en la construcción de la Patria con valores cristianos.

Hablamos antes de la piedad popular. ¿Cómo pensás que la vivimos nosotros, los argentinos?

Este tema es notable y característico de América Latina. De hecho en la Reunión Plenaria de la Comisión para América Latina el tema fue la piedad popular como herramienta evangelizadora. No se puede negar que para el crecimiento y sostenimiento de la fe hay que trabajar como espacio prioritario la piedad popular. Eso implica hacer de la piedad popular un camino de verdadero encuentro con Cristo y de pertenencia a la Iglesia católica. La piedad popular es hoy una herramienta valiosísima para extender y sostener la fe pero también es un desafío en cuanto a purificarla y a provocar la experiencia de pertenencia a la Iglesia. En la piedad o religiosidad popular —en esta última hablamos de un fenómeno más amplio— pueden convivir la devoción a la Virgen de Luján en la Iglesia Católica con la devoción a otra imagen vinculada a otro tipo de iglesia. El gran desafío es definir una pertenencia eclesial que ha sido la base permanente e histórica.

¿Cuál será el aporte medular de la Iglesia de América Latina al próximo Sínodo?

Lo de la Nueva Evangelización es una terminología muy trabajada en América Latina. En el magisterio latinoamericano hay mucha tradición que se espera sea la riqueza que América Latina pueda aportar en el próximo Sínodo. Y acá lo interesante del Papa es vincular la Nueva Evangelización con la transmisión de la fe. Cuando uno lee todos sus discursos  desde mediados del año pasado hasta “Porta Fidei” y lo que siguió haciendo en estos últimos meses, su preocupación con respecto a la fe está como en tres dimensiones, en tres movimientos: la fe como encuentro personal con Cristo —esto es lo más cordial: nosotros seguimos a una persona que nos ama, no seguimos una doctrina, al Papa le importa mucho fortalecer esto en la oración, la eucaristía, el lugar de la Palabra—.
Otro es la fe como conocimiento de Cristo, para poder dar razones de la fe que profeso. Cuando digo “creo porque conozco”. Al Papa le preocupan mucho los contenidos de la fe, por eso el Año de la Fe empieza en el aniversario del Concilio Vaticano II y en el aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica…

Y con el Sínodo…

… Que comienza justamente el 11 al cumplirse ambos aniversarios. Pero, retomando, el tercer movimiento se da cuando la fe alcanza su madurez, que es cuando se testimonia y se profesa. Cuando Benedicto habla del Año de la Fe está pensando en esta triple dimensión: encuentro con Cristo, conocimiento y profesión de la fe. Para el pueblo de Dios se sintetiza en esto que es muy sencillo: amar, conocer y seguir a Cristo. Podríamos entonces definir la fe como este triple itinerario, esta triple invitación.