Misa de apertura 104º AP: Homilía de Mons. Arancedo en la Basílica de Luján

Queridos hermanos:

Nos hemos reunido como Episcopado para iniciar juntos el Año de la Fe y celebrar nuestra 104° Asamblea Plenaria, aquí, en Luján, a los pies de nuestra Madre. Especialmente en estas circunstancias que la crecida de las aguas e inundación ha causado dificultades y pérdidas a muchos hermanos nuestros, como a la misma Basílica.  Hemos venido a rezar a un lugar que la fe del pueblo argentino ha privilegiado. Aquí estamos como creyentes y pastores. Venimos, ante todo, a agradecer a Dios el don de la fe que es la fuente de nuestra vida y compromiso pastoral. Venimos como creyentes y pastores: “llamados a servir la fe de nuestros hermanos” (Orientaciones Pastorales 2012-2014, 4). Necesitamos, para ello, ponernos ante Jesucristo en una actitud de humilde escucha, de discípulos. Nos sentimos los primeros convocados a vivir este tiempo de gracia. El Santo Padre nos habla de: “descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, trasmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos” (cfr. Jn. 6,51. Porta Fidei, 3).