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«Todo este proceso sinodal debe bajar a nuestra realidad concreta»: Monseñor Luis Marín de San Martín OSA

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“No hay varitas mágicas, no cambian las cosas de un día para otro, son procesos de renovación, y dependerá de cada uno de nosotros, dependerá de nuestras parroquias, de nuestras diócesis, de nuestros grupos, para ir concretando todo esto”. Esto expresó Monseñor Luis Marín de San Martín, OSA, subsecretario del Sínodo, en la Sala Stampa de la Santa Sede.

El gran desafío de la Iglesia después de estas dos Asambleas Sinodales estará en concretar las fecundas reflexiones compartidas en el Aula Pablo VI, fruto sobre todo del discernimiento comunitario y la oración. No bastará con haber identificado los caminos a seguir, sino que es necesario ponerlos en práctica, lo cual necesitará de un compromiso grande y una voluntad constante de conversión.

Este proceso requiere tiempo porque implica un cambio de mentalidad y corazón, tanto en los líderes como en los fieles. Los frutos de la sinodalidad no serán instantáneos, sino que deben ser trabajados y cultivados con esmero. La concreción de las acciones es, por lo tanto, el gran reto: cómo implementar, a nivel local y global, las decisiones y orientaciones que surgen de los procesos sinodales. Decía el Obispo Marín San Martín también: “Todo este proceso sinodal no puede quedar en principios, en ideas, hay que bajar a la práctica, debe bajar a nuestro mundo, debe bajar a nuestra realidad concreta”.

Uno de los grandes caminos que ya se vislumbran desde el interior del Aula Sinodal será el de favorecer estructuras que alienten y concreten la corresponsabilidad. El clericalismo es una mentalidad que concentra el poder en el clero, marginando la participación activa del laicado en la vida y misión de la Iglesia. Para contrarrestarlo, es fundamental fomentar la corresponsabilidad. Esto será un proceso que llevará a instalar una cultura donde no sea lógico y aceptado tomar decisiones de manera individual, sin escuchar consejos y no dando lugar al saber de otros.

Los padres y madres sinodales están dando un ejemplo de diálogo y escucha. ¿Como hacer para que este modelo sea duradero, favoreciendo la estructura sinodal y la toma de decisiones como fruto de un discernimiento compartido?

Uno de los itinerarios que pueden esbozar una respuesta a esta pregunta es hacer carne que el diálogo con el mundo es misión.

Ser "misionero del diálogo" implica asumir que la misión de la Iglesia no solo consiste en la proclamación de la fe, sino también en crear espacios de escucha mutua y de entendimiento.

Este tipo de misión requiere paciencia, apertura de corazón y una disposición a escuchar incluso las voces que nos resultan difíciles o incómodas. Los misioneros del diálogo serán hombres y mujeres que trabajen para superar las barreras culturales con humildad, empatía y con paciencia. También tendrán un desafío fuerte en la formación y preparación, para saber ante todo convivir con las preguntas y no creer que solo deben llevarse respuestas al encuentro con el mundo.

Y, para concretar la Sinodalidad de necesitarán misioneros con audacia, que es una forma de entrega en la vida de hoy. La escucha, el diálogo y la construcción de la paz necesita audacia y valentía. Como el mismo ejemplo sinodal: Ante el individualismo, la comunidad que prospera, ante el poder que se concentra, servicio y escucha.

Como misioneros del diálogo haremos que el Sínodo sea finalmente una respuesta al mundo de hoy, como terminaba diciendo el Obispo Marín de San Martín, que ha sido un hombre clave en el proceso: “El Sínodo es una respuesta a los retos del mundo, el Sínodo no se refiere, ni alimenta, ni fomenta una Iglesia ensimismada, una Iglesia que utiliza un lenguaje que nadie entiende y que trata temas que a nadie importan, sino una Iglesia en el mundo, una Iglesia que lleva la respuesta de Cristo a todas las situaciones dramáticas del mundo de hoy”.

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Pbro. Máximo Jurcinovic

Director de la Oficina de Comunicación y Prensa

Conferencia Episcopal Argentina

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Documentos disponibles:
m._jurcinovic._201024_sp.pdf



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