Día del Padre - 17 de Junio



Podríamos definirnos como personas, también por nuestras relaciones. No somos algo que aparece en el mundo sin referencias. Paternidad, maternidad y filiación nos hablan de relaciones personales que hacen a nuestra historia e identidad. No se trata de algo agregado sino de una relación constitutiva de nuestra vida y que define, desde nuestra libertad, una conducta. Diría que estas relaciones no son algo del pasado, sino que sostienen el presente y es garantía del futuro. Este domingo celebramos el Día del Padre. Más allá de toda consideración comercial que puede estar sobrevalorada, nuestra mirada debe dirigirse con toda justicia y gratitud a esa figura que  hace a nuestra verdad de hijos. Dar sentido, y tal vez recuperar la imagen de padre, es reencontrarnos con un aspecto esencial de nuestras vidas.
La paternidad tiene algo, o mucho diría, de austeridad. Esto nos habla de su grandeza espiritual. Creo que no es correcto hablar de un derecho a la paternidad, sí de un deseo o de  una aptitud. Desde la mirada que hemos planteado de nuestras relaciones, creo que es más correcto hablar del derecho del niño a tener un padre, que del padre a tener un hijo. Cuando partimos de los derechos e intereses del niño, los adultos tienen más obligaciones que derechos. Esto no es una pobreza del adulto, sino un aprender a vivir en el mundo ético de sus responsabilidades. Considero, además, que al niño, al hijo, hay que recibirlo como un don, esto nos preserva de la tentación de lo que me pertenece como dominio, como algo que he construido. Al don se lo recibe con gratitud y se convierte en una tarea. Cuando partimos de la vida del niño como un don, la paternidad se vive como una riqueza que implica obligaciones y responsabilidades.