Comunicado de las Pastorales de Barrios Populares y Drogadependencia
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Rompamos el silencio que mata
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Hoy, como Jesús lo hizo por Jerusalén, nos toca llorar por nuestra ciudad a la que amamos y en la que vivimos. Hace años que vemos políticas que maquillan a Rosario con una estética que adorna el Centro y los grandes bulevares en cada nueva gestión. Hoy el sueño de la ciudad turística fracasa como consecuencia del abandono que han vivido nuestros barrios donde viven los pobres y la clase media trabajadora con una infraestructura deficiente en el sistema eléctrico de iluminación, en lo sanitario, la limpieza, el transporte público, en su asfalto y sus veredas. Los rosarinos en su mayoría son personas de bien y solidarias que quieren progresar con su trabajo y construir una mejor ciudad. Pero hoy se ven obligados a migrar no sólo hacia el exterior del país sino también hacia las ciudades y pueblos vecinos en busca de una vida más segura.
Creemos en la clase política, pero debe salir de la grieta de los relatos y unirse para hacer de nuestros barrios un lugar donde todos podamos vivir con dignidad; no lo logrará si no abandona la violencia discursiva y erradica de sus filas a quienes por acción u omisión son cómplices de una corrupción que mata.
Se va constituyendo de modo incipiente un para-estado que no rota cada cuatro años y que en el tiempo se consolida en su estructura de poder y financiera, ofreciendo armas, abogados, protección y muchos otros recursos. Sin un gran acuerdo social y político, cualquier declamación de solución para lo que esta pasando, que hagan los candidatos, es sólo un espejismo de campaña.
Sabemos que es posible salir de la actual situación, la esperanza nos sostiene, nadie sobra, todos somos parte de la solución:
Hoy necesitamos programas que permitan promover la contención comunitaria de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de los barrios vulnerables. Los mismos deben ser sostenidos en el tiempo generando una red de acompañamiento que les facilite su participación en el sistema escolar, en la capacitación de oficios, en la inclusión en el mundo del deporte y del arte.
Cada año somos testigos del vacío institucional que se vive en el período vacacional, donde quedan pocas alternativas de contención, al igual que los fines de semana. Cuando el estado se ausenta y no se apoya a la comunidad en las iniciativas de inclusión, otros actores terminan ocupando su lugar ofreciendo dinero fácil, violencia y muerte.
También es necesario un programa que apoye a los Clubes de barrios donde las infancias puedan recrearse, desarrollar hábitos saludables y un sentido de pertenencia comunitaria.
Necesitamos un sistema de salud con perspectiva en adicciones que permita la contención y acompañamiento de aquellas personas atravesada por los consumos de sustancias legales e ilegales. El consumo no sólo genera muertes a causa de las balaceras, sino además suicidios, accidentes de tránsito y laborales. También mueren familiares a raíz del gran estrés y angustia que viven. La carencia de datos sobre estos hechos profundiza la invisibilización de la grave crisis que estamos viviendo.
Lo que hoy se consume no sólo tiene un alto poder adictivo, sino que en poco tiempo genera un grave deterioro neurológico y cognitivo al punto de convertirse en padecimientos crónicos. ¿Nos estamos preparando para acompañar el creciente número de personas que a causa de las adicciones terminan con situaciones de discapacidad motriz, mental y cognitiva?¿O la meta es solo cerrar lo poco y deficiente que tenemos?
En los barrios donde los índices de muerte y violencia son elevados, creemos conveniente que se propicie una fuerte inversión educativa para la creación de nuevas escuelas con jornadas extendidas de 8 hs., que puedan generar un desarrollo integral para las niñas, niños y adolescentes. Para ello se necesitan nuevas infraestructuras y cargos que posibiliten la conformación de equipos interdisciplinarios y recreativos.
Le pedimos al Poder Legislativo nacional, provincial y municipal que puedan ser ágiles en la creación de leyes y ordenanzas, que teniendo en cuenta la experiencia de las organizaciones sociales y religiosas que vienen realizando trabajo comunitario en los barrios, sirvan para dar un marco normativo a la creación de nuevos dispositivos de contención y acompañamiento que tengan que ver con:
1. Tratamientos residenciales comunitarios para niños, niñas y adolescentes con problemas de consumo.
2. Tratamientos residenciales para las personas que padecen los consumos adictivos.
3. Casas asistidas para personas con problemas de Salud mental.
4. Centros residenciales para mujeres con o sin hijos que son víctimas de violencia de genero y o de consumos adictivos.
5. Refugios para personas en situación de calle.
Hay un progresismo desencarnado que hace que el Estado viva en un permanente proceso de implementación de leyes, que nunca llegan a plasmarse institucionalmente por ser inalcanzables, están hermosamente redactadas, pero terminan siendo herramientas de expulsión que impiden el acceso a los derechos de aquellos que los adolecen. Por el contrario las organizaciones sociales, civiles y religiosas terminan dando respuesta y quedando sin respaldo jurídico para acompañar a esos “exiliados ocultos” que son tratados como cuerpos extraños en la sociedad (Papa Francisco).
A diario escuchamos hablar de la oferta del narcotráfico y las muertes que genera, pero poco hablamos de la demanda que hay en nuestra sociedad de consumo.
Es necesario salir del silencio hipócrita y acrítico que no problematiza los consumos. Silencia el Estado cuando lleva 25 años sin realiza campañas de prevención a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, en el sistema de educación y de salud.
Silencia el sistema financiero que se nutre y se enriquece sin tomar medidas que prevengan el lavado. Silencian los observatorios estatales y de nuestras universidades que no generan datos sobre todo lo referido a los consumos problemáticos y adictivos y a las consecuencias que producen en la salud y en la sociedad en su conjunto.
Silencia la academia, no solo cuando no capacita (en las carreras afines a la problemática) a los futuros profesionales para hacer frente a una de las principales problemáticas de la ciudad, sino también cuando no genera conciencia crítica al interior de su propia comunidad.
Silencia la justicia cuando no fortalece sus estructuras federales y provinciales con cargos, infraestructuras y tecnología suficiente para investigar los entramados del poder corrupto público y privado. Tal vez la detención de unos pocos poderosos, prevenga que miles de pobres terminen llenando las cárceles, los hospitales y los cementerios.
Silenciamos como sociedad cuando no hablamos en familia de lo que nos pasa, acerca de los consumos, sobre cómo, prevenir el abuso de psicofármacos y el uso de alcohol en los menores.
En los momentos críticos de la historia, Dios siempre ha llamado a la humanidad a un cambio que solo se puede dar desde lo profundo del corazón para que luego impregne las estructuras. Le pedimos a la Virgen del Rosario quien, como tantas madres, vio morir a su Hijo injustamente, que interceda, proteja y bendiga con la paz a esta ciudad a la que vio nacer y crecer en torno suyo.
Rosario, martes 7 de marzo de 2023.
Pastoral de Barrios Populares Pastoral de Drogadepencia
Arquidiócesis de Rosario
Acompaña:
Oficina de Comunicación y Prensa
Conferencia Episcopal Argentina
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