122° Asamblea Plenaria | Homilía de monseñor Oscar Ojea
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El segundo día de encuentro en el marco de la 122° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, finalizó con la celebración de la Eucaristía presidida por su presidente, monseñor Oscar Ojea, mediante la cual por medio de su homilía expresó:
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Marcos es el evangelista de los cristianos perseguidos. Su evangelio, el más breve, encuentra en la persona de Jesús el ejemplo del martirio y de la entrega sin límites.
En este Evangelio aparece con claridad el poder del Señor haciendo milagros y curaciones, un poder que Él transmite a sus apóstoles y que se continua en el envió misionero que acabamos de escuchar, en el que ellos harán también milagros en su nombre.
Este es un buen contexto para reflexionar sobre el estilo misionero de la Iglesia en este tiempo histórico.
En la primera parte de Evangeli Gaudium se nos habla de la misión como un modo de escucha. Una escucha humilde que se preocupa más por entender que por dar respuestas y así leemos en el número 171 “más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que desde su experiencia de acompañamiento conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al espíritu para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar que es más que oír. Lo primero en la comunicación con el otro es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores.”
El Papa Francisco pone en práctica estas actitudes en su diálogo con los jóvenes en el documental “Amen, Francisco responde”. Allí lo vemos “entrar” en la conversación en la que chicos y chicas ya están compartiendo. El Papa se integra como uno más en la charla. Esa ronda de conversación manifiesta un catálogo de las realidades de los jóvenes y las jóvenes. Un elenco de problemas, de heridas, de planteos, de inquietudes y de enojos con la Iglesia que encontramos muchas veces en nuestro dialogo con el mundo.
Francisco participa de el con un estilo humilde, que lo hace cercano, sabiendo que vivimos una cultura en la que todos gritan y nadie escucha. El Papa los escucha. Esta es una actitud profética, no demagógica. Llega y se sienta a escuchar. No va a bajar línea, se integra en la conversación y escucha largamente. Escucha lo que es difícil de escuchar: un abuso que no fue debidamente atendido, una joven que le habla del aborto e intenta justificarlo. Escucha el posicionamiento de un joven inmigrante que presenta sus sufrimientos. Acepta el dolor de estos jóvenes y recibe también sus cuestionamientos.
Esta conversación nos interpela también a nosotros como obispos ya que muchas veces estamos escuchando reclamos, planteos, comentarios que no nos gustaría escuchar y tenemos la tentación de ponernos a la defensiva y huir.
El Papa se preocupa por empatizar con el interlocutor. Comienza valorando en ellos lo que puede valorar y luego expresa serenamente el pensamiento de la Iglesia sin imposiciones. Dice lo que sabe y lo que puede expresar.
¿Por qué tendríamos que tener respuestas para todo? Muchas realidades de la vida no la tienen. El libro de Job no da una respuesta al tema de los temas, que es el mal. Jesús tampoco da respuestas siempre. Lo que hace es acompañar y hacerse cargo de la humanidad hasta el fin. ¡Qué importante es entrenarnos en este estilo sinodal de la escucha!
A diferencia de otras épocas, la Iglesia ya no es la referencia obligada de las sociedades. A muchos ni siquiera les interesa lo que nosotros pensamos, no les molesta discrepar con nosotros. Al contrario, a veces piensan que esa discrepancia los valida. Somos una voz más en la conversación.
Esta realidad es bien conocida por el Papa, la acepta y actúa en consecuencia. Se coloca en su diálogo con los jóvenes en una simetría moral que el establece con ellos, de ser humano a ser humano. Es el hacerse cargo de las situaciones, su autenticidad lo que le da verdadera autoridad.
Dice la teóloga Nuria Martínez Gayol que los seres humanos tenemos un deseo ilimitado de ser escuchados. En el fondo toda la revelación es un largo dialogo de Dios con su pueblo.
Dios en primer lugar escucha el clamor de su pueblo, se inclina ante él. La ley, por otra parte, se funda en una escucha, como lo expresa el capítulo 6 del Deuteronomio: “Escucha Israel”. Finalmente, San Pablo afirmara “que la fe proviene de lo escuchado”. “Fidex ex auditu”- Rom 10, 17.
Creer en último término es una mirada que nace de una escucha, por eso la escucha es más importante que la mirada.
El acto de ver resulta más impositivo. Por la mirada tendemos a poseer el mundo y a dominarlo, definimos y ponemos etiquetas a la realidad con una mirada sesgada.
La escucha en cambio, que muchas veces se hace llamada, nos asalta y nos sorprende. Estamos indefensos ante su llegada. Solo cuando se ve lo que nace de una escucha es posible ver desde una mirada interior y es posible creer.
Esta escucha para ser efectiva debe hacerse desde abajo, desde cerca y desde dentro.
Desde abajo: con la humildad de quien reconoce en el otro alguien de quien se puede aprender, alguien digno de ser escuchado.
Desde cerca: haciéndonos vulnerables por la proximidad a lo que el otro nos quiere comunicar.
Desde dentro: ya que la verdadera sede de la escucha es el corazón. Como decía San Agustín, no tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón.
Esto es intentar escuchar como Jesús nos escucha a nosotros.
Este modo de evangelizar fundado en la escucha requiere de un silencio previo en nuestro interior que nos permita percibir la voz del Espíritu. Hablamos de una escucha incondicional que, si ofrece algún privilegio, es para aquellos y aquellas a quienes nadie escucha. Justamente son aquellos a los que Jesús quiere que escuchemos mejor.
La publicación de los volúmenes de la “Verdad los Hará Libres”, fue un verdadero ejercicio de escucha de nuestros archivos y de las víctimas que estaban detrás de ellos. No tuvimos como Conferencia Episcopal solamente la intención de publicar los textos de nuestros archivos, sino la de hacernos cargo de una historia, haciendo en primer lugar una memoria agradecida por tantas hermanas y hermanos nuestros, laicos, religiosos, sacerdotes y obispos que en momentos dramáticos de nuestra historia respondieron con enorme coraje evangélico y entregando sus vidas. Por eso queremos dar gracias a Dios por la vida y el ministerio del Beato Enrique Angelelli y también de Mons. Carlos Ponce de León que junto con otros obispos estuvieron a la altura de su responsabilidad pastoral, defendiendo la misión de la Iglesia y su servicio al Evangelio y realizando de un modo ejemplar una autentica escucha misionera, con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio.
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Buenos Aires (Pilar), martes 25 de abril de 2023.
✞ Monseñor Oscar Vicente Ojea
Obispo de San Isidro
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina
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Oficina de Comunicación y Prensa
Conferencia Episcopal Argentina
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